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COLUMNA
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Volver a ‘Persépolis’ para entender la bravura de las mujeres de Irán

La novela gráfica y película de Marjane Satrapi conmueve cuando enlaza lo íntimo con lo político. Tras un régimen represor hay millones de vidas reprimidas como la de esta niña

Un fotograma de la película 'Persépolis', dirigida por Marjane Satrapi y Vincent Paronnaud.
Ricardo de Querol

Las mujeres, y los hombres, que salen a la calle en Irán contra el régimen de los ayatolás no habían nacido cuando Jomeini derrocó al sah en 1978. Las valientes que se quitan el velo y se cortan el pelo en público no han conocido otra cosa que la opresión y el control social. Saben que se juegan mucho, hasta la vida, pero no se arrugan. Ya han callado bastante.

Para entender qué pasa en ese país, nada mejor que Persépolis, una obra maestra de la novela gráfica de hace dos décadas (reeditada por Reservoir Books) y película de animación de 2007 (en Filmin). En un blanco y negro que remarca lo austero y tenebroso, la autora Marjane Satrapi dibuja sus recuerdos de infancia y adolescencia. Empieza como una mirada tierna desde los ojos de una niña a la sociedad de los adultos, a lo Mafalda, pero en este caso la inocencia será saboteada por un entorno muy hostil.

Esta chica viene de una familia poco religiosa y muy de izquierdas que había combatido al sah y que jalea la revolución, pero que después cae en la decepción y sufre la regresión en las libertades. Ella conoce las fiestas clandestinas que montan sus padres, en las que corre el alcohol de producción casera; le gustan Abba, los Bee Gees y Michael Jackson, y luego se interesa por el heavy y el punk. Su natural rebeldía juvenil chocará con la intransigencia de los fanáticos que tienen el poder en los palacios y en las calles. Sus padres tratan de protegerla enviándola a estudiar a Viena, donde siente el desarraigo y vive años salvajes que acaban mal; el regreso a Teherán, ya como una joven adulta, solo servirá para confirmar que la han convertido en una extraña en su tierra. Satrapi acabó exiliada en Francia hasta hoy.

El filme, como el cómic, conmueve cuando enlaza lo personal, lo íntimo, con lo político. Tras un sistema represor hay millones de vidas reprimidas como esta. No todas hallaron una salida. El velo no es lo peor, pero simboliza lo peor.

En una tramposa pirueta, hay quien se agarra a la bravura de las iraníes para decir: estas son las verdaderas feministas y no las occidentales. Siempre fue la misma lucha la de allí y la de aquí, solo que en su caso les quedan batallas más duras por librar. Tampoco es que las conquistas en los países avanzados estén ganadas para siempre: basta con seguir la involución que viene de los más altos tribunales de Estados Unidos. Es más terrible el enemigo de las iraníes, sí, y quizá sea peor aun el de las afganas, pero a este lado del mundo también acechan los reaccionarios.

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Sobre la firma

Ricardo de Querol
Es subdirector de EL PAÍS. Ha sido director de 'Cinco Días' y de 'Tribuna de Salamanca'. Licenciado en Ciencias de la Información, ejerce el periodismo desde 1988. Trabajó en 'Ya' y 'Diario 16'. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Sociedad, 'Babelia' y la mesa digital, además de columnista. Autor de ‘La gran fragmentación’ (Arpa).

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