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Tres cosas que hacemos mal con el teléfono móvil (y no sirven para nada)

Mitos y creencias asentadas perjudican el rendimiento o la experiencia de uso

José Mendiola Zuriarrain
Telefonos moviles
Personas consultan sus teléfonos móviles en un vagón del metro de Madrid.david expósito

En los albores de la telefonía móvil había ciertos hábitos que resultaban imprescindibles adquirir so pena de degradar la, ya de por sí, escasa batería de los primeros teléfonos. Quienes disfrutaron de esos años de revolución en lo relativo a las telecomunicaciones, conocerán bien la expresión “efecto memoria” de las baterías, un fenómeno que arruinó la vida de los primeros móviles del mercado. Debido a este, la batería se degradaba prematuramente si no se efectuaba ciclos completos de carga —esto es, hasta el 100 % de su capacidad—. Esto afectaba a la primera generación de baterías, pero fue superado por completo con las de iones de litio, que son de uso masivo en la actualidad.

Revivimos este recuerdo debido a que, todavía hoy, hay quien desaconseja las cargas parciales en los móviles y el asunto de las baterías se ha consolidado como uno de los mitos que todavía atrapa a muchos usuarios. ¿Qué tipo de creencias siguen asentadas en el mercado? Estas son las más populares:

Mito 1: No es bueno cargar el móvil toda la noche

Se trata de una de las creencias más arraigadas y todavía hay quien pone a cargar el móvil y cuando la batería alcanza el máximo de su carga, lo desenchufa a toda velocidad. Esto no es necesario, puesto que los teléfonos modernos (y sobre todo, sus plataformas), cuentan con sistemas de gestión de la carga que evita cualquier posible degradación. El principal problema al que se podría enfrentar un móvil enchufado a la corriente es la sobrecarga; esto es, que el cargador siga alimentando la batería cuando esta está ya en su capacidad máxima. Pero el riesgo de sobrecarga es inexistente en los móviles modernos.

Los teléfonos en la actualidad cuentan con sistemas inteligentes de gestión de carga, de forma que cuando la batería alcanza su máximo, se corta la admisión adicional de energía. Apple incluso cuenta con un sistema de carga optimizada que tiene en cuenta los hábitos de carga del usuario y corta el suministro de energía cuando se alcanza un 80 % de carga, para luego continuar con la misma de manera que el 100 % se alcance cuando el usuario se despierte. Samsung, por su parte, confirma que las baterías utilizadas actualmente no están afectadas, por lo que describen como “los mitos de la carga”. “El efecto negativo que pueda tener un exceso de carga durante mucho tiempo es despreciable”, explica Santiago Izquierdo, director técnico de producto de Samsung Electronics Iberia, “aun así, el teléfono no sigue cargando cuando llega al 100 %; la carga para y vuelve a cargar cuando baja del 100 %”.

“Por lo general, se sustituyen las baterías por degradación natural de las mismas y solo en los modelos de gama alta. Es muy difícil deteriorar una batería moderna por cargarla mal”, explica a EL PAÍS Javier Sánchez-Romero, CEO de Bemovil, empresa dedicada a la reparación de móviles. En resumidas cuentas, se puede dejar el móvil con garantías en el cargador al acostarse sin ningún problema.

Mito 2: Hay que forzar el cierre de aplicaciones para optimizar rendimiento y batería

Al igual que sucede con la batería, hay creencias tan asentadas que sobreviven el transcurso de los años, como forzar el cierre de aplicaciones, el clásico gesto de deslizar hacia arriba el dedo en la pantalla y fulminar la app por la sospecha de que quede algún proceso en segundo plano que devore la batería y afecte el rendimiento. Pero la realidad, una vez más, indica tozudamente lo contrario: los móviles no solo son lo suficientemente inteligentes para gestionar estos recursos, sino que, además, alterar esta gestión forzando el cierre de apps solo puede empeorar las cosas. Esta falsa creencia llegó tan lejos que hasta Craig Federighi, máximo responsable de iOS —el sistema operativo del iPhone— la desmintió en un email en respuesta a un cliente.

Los sistemas “duermen” las apps que no se usan y las aparcan hasta que son abiertas de nuevo cuando lo demanda el usuario; si se vuelve a abrir a petición del usuario, parte de los procesos están ya lanzados, ahorrándose recursos. Esto es, forzando el cierre completo se obliga al sistema a volver a cargar todo de nuevo y se da la paradoja de que se consumen más recursos que simplemente cambiando de app. “No es necesario ir cerrando cada aplicación después de utilizarla”, explica Izquierdo, “el hecho quede como abierta, hace que la próxima vez que se utilice sea más rápido arrancarla, ya que no tiene que cargarla de nuevo”, confirma.

Mito 3: Mejor desactivar wifi y Bluetooth para ahorrar batería

Apple sugiere como consejo en su web, tener el wifi siempre activado para ahorrar batería: “Hay dos formas muy simples de ahorrar batería: ajustar el brillo de pantalla y usar el wifi”. ¿Por qué mantener activado el Wifi nos puede ayudar a ahorrar batería? Esta tecnología inalámbrica es más eficiente en el consumo de recursos que la conexión de datos directa con el operador. Eso, por un lado, pero por otro, los móviles modernos emplean esta conexión inalámbrica para geoposicionar el dispositivo en lugar del GPS, que consume más batería y solo se activa cuando se abre alguna aplicación que lo demanda. “Uno de los problemas es sustituir la red wifi por datos móviles cuando hay una red wifi buena. Si usamos 4G en la calle, ya estamos usando más batería que teniendo el wifi activo. Gasta más batería buscar buena cobertura que tener el wifi activo”, explica Fran Besora, creador de la comunidad en Twitter Apple en español.

Otro tanto puede decirse de las nuevas versiones de Bluetooth, diseñadas para que su impacto en la batería sea despreciable. En pruebas de consumo, cuando está activado y desactivado, no hay diferencias. Eso sí, cuando la conexión Bluetooth se está utilizando activamente, por ejemplo, para escuchar música, aquí el consumo sí tiene un impacto en el rendimiento de la batería.

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Sobre la firma

José Mendiola Zuriarrain
Es colaborador en la sección de Tecnología de EL PAíS. Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Deusto, escribe desde 2007 sobre nuevas tendencias y tecnología.

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