Cáncer de mama, el camino recorrido y por recorrer

El abordaje del cáncer de mama ha experimentado una revolución en los últimos 50 años, gracias a la cual se ha mejorado de forma significativa la supervivencia de las mujeres (y hombres) que lo sufren. Pero todavía quedan retos por superar

No hace tanto tiempo, la palabra cáncer parecía irremediablemente ligada a la fatalidad. Una fatalidad en forma de muerte prematura y de tratamientos devastadores, para la que apenas había opciones de lucha. Con los años, a medida que ha ido avanzando la investigación y, con ella, las posibilidades de curación, se ha ido viendo la cara más amable de esta enfermedad: la cara de la esperanza.

Esto es así especialmente en un tipo de cáncer, el de mama, que hoy arroja un índice de supervivencia a cinco años superior al 85% y cuya mortalidad desciende de año en año. No obstante, todavía hoy, sigue siendo el cáncer más mortal en mujeres.

El escenario incita a la confianza. Detrás de los índices de supervivencia se encuentran dos grandes hitos, explica el doctor Miguel Martín, presidente del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM) y jefe del Servicio de Oncología del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. “El primero han sido las campañas de cribado masivo, que han permitido diagnosticar los cánceres en etapas mucho más preliminares y, en consecuencia, mucho más curables. El segundo, el extraordinario avance en el conocimiento de la biología del cáncer, que ha permitido diseñar tratamientos más precisos y eficaces”.

Hablar de cribado masivo es hablar de esas mamografías que se recomienda se realicen cada dos años todas las mujeres de entre 50 y 70 años. Este cribado, señala el doctor César Rodríguez, vicepresidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) y jefe de Sección del Servicio de Oncología Médica del Hospital Clínico Universitario de Salamanca, “ha demostrado ser fundamental para este grupo de edad. Se está valorando ampliarlo a edades por encima de los 70, ya que las mujeres cada vez viven más, y también se hacen cribados selectivos en mujeres más jóvenes que tienen especiales factores de riesgo”.

Junto a la eficacia del diagnóstico precoz, el otro gran hito ha sido poder dibujar el mapa del cáncer de mama e ir poniendo más y más apellidos a los tumores. “Hace 40 años, cuando comencé como residente de Anatomía Patológica, un informe sobre el cáncer de mama ocupaba un par de líneas; hoy, ese informe tiene más de tres páginas”. Así resume el doctor José Palacios, jefe de Anatomía Patológica del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, la evolución en su especialidad.


En aquellos años, recuerda, la función era, básicamente, evaluar si ese tumor era maligno o benigno. “Muchas veces, la paciente pasaba por quirófano sin tener ese diagnóstico; la biopsia se hacía allí mismo, en el acto quirúrgico”. Diversos avances, como la llegada de la biopsia de punción con aguja gruesa, o años más tarde la biopsia del ganglio centinela, fueron abriendo luces y permitiendo no ir a ciegas.

La tarea de los patólogos se ha ido haciendo más y más compleja, continúa el doctor Palacios. “Desde hace 10 o 12 años, es muy habitual que antes de la cirugía se administre quimioterapia. Nuestra función es evaluar de forma objetiva la respuesta patológica a esa quimioterapia. Se trata de ver quiénes se han beneficiado y cómo ha respondido el tumor”. Pero el cambio más relevante, señala, “ha venido de la mano del avance en el conocimiento de las alteraciones moleculares que subyacen en un tumor. Es decir, qué características del tumor hacen predecir las posibilidades de que un tumor responda a un tratamiento concreto″.

“Hemos aprendido que no estamos ante una enfermedad única, sino ante un conjunto de enfermedades con comportamientos biológicos y alteraciones moleculares diferentes”, explica el doctor Rodríguez Sánchez. En este sentido, el punto de inflexión ha sido la incorporación de los biomarcadores.

Un biomarcador, continúa el vicepresidente de la SEOM, “es una característica biológica del tumor que nos da una información pronóstica (es más o menos agresivo) y otra predictora (va a responder muy bien a esto para lo que yo tengo un tratamiento)”. Gracias a ellos, cada cáncer de mama se tratará de una forma determinada. “La idea es tener un panel completo de aquellos biomarcadores que nos permita entender qué tratamiento va a beneficiar a la paciente, y cuál no debemos emplear porque no va a servir de nada y solo va a dar toxicidad”.

Así, recuerda el doctor Martín, “hace tiempo tratábamos igual a todas las pacientes con cáncer de mama. Pero, en los últimos 25 años, hemos ido descubriendo peculiaridades, trastornos moleculares o genómicos, que nos han permitido identificar dianas y fabricar fármacos que las inhiban. Ya no hay solo quimioterapia. Hay tratamientos hormonales, terapias biológicas, inmunoterapia, fármacos inmunoconjugados…”.

Quedan retos, claro que sí. El principal, el cáncer de mama metastásico. “Se suele resaltar solo lo positivo, y no se pone sobre la mesa lo mucho que queda por resolver”, se lamenta el presidente de GEICAM, quien recuerda que “hasta un 25% de las pacientes sufrirán una recaída. No debemos ser tan autocomplacientes, porque son muchas las mujeres que no se curan y tienen derecho a que la sociedad se acuerde de ellas”.

Son incontables los estudios y trabajos encaminados a entender por qué se producen las recaídas y qué tratamientos pueden servir para alargar la supervivencia en estos casos. “No está clara la causa de estas recaídas. Tiene que ver con la capacidad del tumor para permanecer dormido y luego, por mecanismos que desconocemos, activarse”, apunta el doctor Rodríguez Sánchez.

Otro de los retos es el de la calidad de vida. Porque a los tratamientos no solo se les pide que mejoren la supervivencia; también que sean menos tóxicos, que tengan menos efectos adversos. En este sentido, continúa el experto, “otra de las ventajas de los tratamientos selectivos es que solo utilizas aquellos que necesitas. Y, además de ser menos tóxicos, recordemos que también han mejorado los tratamientos de soporte”.

El último desafío, en palabras de Miguel Martín, es entender que “la investigación básica y clínica es la base de todo el progreso. Hemos de educar a la población, debemos entender que algún día todos seremos enfermos, y la investigación es lo que nos va a poder ayudar”.

“La evolución del cáncer de mama marca el camino para otras patologías”, apunta Marta Moreno, directora de Asuntos Corporativos y Acceso al Mercado de AstraZeneca, una farmacéutica con medio siglo de experiencia en la investigación. “En pulmón, por ejemplo, nos encontramos con un escenario similar al de las pacientes hace unos años y esperamos que el diagnóstico precoz y los programas de cribado consigan los mismos resultados, siempre con el objetivo de eliminar el cáncer como causa de muerte”, concluye.

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