Munic, el joven redimido por el trap

Las reproducciones de sus temas se cuentan por millones en las principales plataformas de vídeo y música. Este joven barcelonés de padres gambianos es ya una promesa de la música gracias a su enorme talento y a la ayuda pública y privada que su familia y él obtuvieron para tener un futuro mejor. Esta es la historia de una victoria de todos

Cuando, con 14 años, Munic empezó a reflejar en las canciones que escribía todas sus frustraciones y problemas personales, no imaginaba que tendría un público dispuesto a escucharlas. El trap, ese género mezcla de otros como rap, hip hop y dubstep, era para él su válvula de escape, una catarsis en la que afloraba todo lo que llevaba dentro y que no sabía expresar de otra manera.

Empezó a tomarse en serio su carrera musical hace año y medio, cuando descubrió que 3.000 personas habían compartido Coco, su primer single, en cuestión de minutos a través de las redes sociales: “Fue una revelación. Me dije a mí mismo que tenía que esforzarme para que esto fuera real”, comenta. Tanto es así que en cuestión de meses acumula 25.000 seguidores en Instagram, 2,5 millones de visualizaciones en YouTube y 115.000 oyentes en Spotify. Además, también imparte talleres formativos para los recién llegados al trap y estudia unas oposiciones para ser funcionario público, una de sus principales inquietudes desde pequeño.

Pero sabe que su camino hasta aquí habría sido otro muy distinto si no hubiera contado con dos oportunidades que fueron su palanca de cambio: la ayuda de sus monitores en la Ludoteca Margarita Bedós (Sabadell, Barcelona) y el apoyo de CaixaProInfancia, un programa social de la Fundación la Caixa que colabora con más de 400 entidades en España para generar oportunidades de futuro a niños en situación de pobreza y exclusión social. “Mi vida no sería igual si no hubiera pasado por la Ludo [Ludoteca Margarita Bedós], pero mi actitud sí. Gracias a mi madre siempre he llevado la sonrisa puesta”, asegura.

Munic empezó a acudir a este centro pedagógico siendo un bebé, junto a sus dos hermanos mayores, Fatou, de 21 años, ahora auxiliar en el Hospital General de Barcelona, e Ismael de 20, gerocultor en una residencia de ancianos. Al salir del colegio, Munic pasaba tres tardes a la semana jugando, haciendo excursiones, talleres, dinámicas grupales y manualidades. Recuerda con especial cariño su etapa en Ludojove, un espacio abierto a los jóvenes entre los 12 y los 20 años que ofrece ocio y planes alternativos a los adolescentes. “Allí conocí a personas increíbles. Yo era el pequeño del grupo, así que por edad no me tocaba estar con ellas”, recuerda. Reconoce que lo que más admiraba era “su actitud frente a la adversidad, sus ganas de cambiar las cosas y su ayuda y aportación hacia los demás”.

Ahora, dos años después de su salida, afirma sin dudarlo que los valores que tiene se los debe a su madre y a los educadores que conoció allí: “Mis hermanos y yo hemos nacido en España, pero nuestros padres son de Gambia. Nunca he ido a África, pero gracias a la Ludo aprendí lo que es la diversidad y tolerar al diferente”, afirma convencido. Para él, la empatía, el respeto y el compañerismo son aspectos fundamentales en el ser humano y ha sido “lo más grande” que se lleva de su paso por la ludoteca.

Un programa para romper el círculo de la pobreza

A pesar de las dificultades y de una situación de precariedad, Munic ha conseguido salir adelante. No habría sido posible si no hubiera contado, además, con la ayuda de CaixaProInfancia, un programa social que apoya y acompaña de manera integral a familias con niños de entre 0 y 18 años en situación de exclusión social: “Es importante admitir el estado en el que te encuentras, ser consciente de que tienes un problema y pedir ayuda. Uno solo no puede con todo”, alega Munic.

El principal objetivo está en proporcionar un futuro para todos los niños sin ningún horizonte de oportunidades. Una lacra que se ha agudizado durante la pandemia y que ha agrandado la brecha de desigualdad entre los más vulnerables. Según Albert Rodríguez, director del programa: “Gracias a una red de entidades colaboradoras y a la coordinación de éstas con los servicios sociales, los centros educativos y profesionales de la salud, hacemos un seguimiento permanente de cada familia, acompañándola en todos los ámbitos: refuerzo escolar, ocio y tiempo libre, talleres educativos, psicoterapia y en la alimentación e higiene infantil”.

Este año han atendido a más de 38.000 familias, y a más de 191.000 desde 2007: “Hay 2,2 millones de menores bajo el umbral de la pobreza en España, por eso destinamos tantos recursos en aquellos territorios en los que a partir de datos sociodemográficos identificamos mayores dificultades”, expone Albert Rodríguez.

La implicación de las familias es imprescindible para salir cuanto antes de su situación: “Trazamos itinerarios para familias que, a partir de su corresponsabilidad, demuestran voluntad y ganas de tirar hacia delante”, dice Rodríguez. Y ese fue el caso de Munic. Como confiesa este joven trapero: “No es por echarme flores, pero creo que lo he conseguido es una auténtica trayectoria de éxito. Puede que lo que para mí es importante para otra persona no lo sea, pero estoy orgulloso de estar donde estoy”.

La música como salvación

Ahora que la música no solo es su desahogo, Munic quiere utilizarla para que la gente “vea mi esencia, quien verdaderamente soy”. Afirma que sus letras son su historia del pasado y el reflejo de su estado anímico. Un ejemplo es su tema Sofrito, que cuenta con más de 1,5 millones de visualizaciones en YouTube:

Sigo mostrando el estilo y talento

que he conseguido con trabajo muy duro.

He pasado de creer que no tenía nada

a tener todo lo que le hace falta a uno.


Pero el compromiso de Munic va más allá de sus letras. Actualmente imparte clases de trap como voluntario en talleres formativos que ofrece el Ayuntamiento de Sabadell para los nuevos aficionados a este género musical: “Soy profesor gracias a un contacto de la Ludoteca que recomendó mi perfil. Ahora simplemente quiero devolver el favor enseñando a los demás, porque es lo que hicieron conmigo”, se sincera.

Su afición por el fútbol americano también le ha enseñado lo que es la perseverancia. Empezó sin saber apenas cómo coger una pelota, y ahora juega en la serie A de la Federación Española y entrena tres días por semana a alevines y benjamines: “Este deporte me impulsa hacia el objetivo al que aspiro, incluso en los días más duros. En esos momentos es cuando más progresas y aprendes. Si luchas por algo cuando estás mal, imagínate cómo lo harás cuando estés bien”, reflexiona.

Munic mira hacia el futuro con decisión y voluntad. Nada está escrito para este joven más que el empeño en triunfar en la música y una entrega total para alcanzar ese sueño. Si no lo consigue al menos, dice con su amplia sonrisa, que tendrá la conciencia tranquila porque no será por no haberlo intentado.

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