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Crecer en una casa insalubre: “La habitación era tan fría que tenía hongos, los niños enfermaron”

Dos de cada 10 menores en España vive en hogares con humedades, goteras o podredumbre que impactan en su salud, según un informe de Save The Children

Alquiler
Amanda, sus tres hijos y sus padres, en la sala de su casa en Leganés (Madrid).Claudio Álvarez
Ana Cristina Basantes

Una habitación de poco más de 12 metros cuadrados, paredes blancas, una cama y un colchón en el suelo: así es el hogar de Amanda —que prefiere no dar su apellido—, su marido y sus tres hijos pequeños. En una esquina hay tres maletas de viaje que trajeron cuando, en noviembre de 2021, vinieron de Brasil. En el año y medio que llevan viviendo en España se han visto obligados a compartir pisos y alquilar habitaciones, muchas veces, en malas condiciones. Alquilar algo en Madrid y lidiar con los gastos de los niños se ha convertido en un suplicio. Los trabajos esporádicos que tiene el marido de Amanda les dan para pagar la vivienda y, apenas, para comprar comida. Nada más. La ropa, los juguetes y las terapias de logopedia que necesita el hijo mayor se han convertido en lujos que no pueden asumir. “Ni hablamos de qué vamos a gastar porque no nos alcanza el dinero”, lamenta la madre, de 24 años.

Todo lo que Amanda y su marido habían ahorrado en Brasil, donde ella trabajaba como recepcionista de una clínica y él como cajero de un banco, se esfumó cuando lo dieron como fianza al arrendatario del piso en el municipio madrileño de Leganés donde viven ahora, que comparten con otras dos parejas. “Fueron casi 5.000 euros [cinco meses de alquiler]. No nos entregaron nada, ni un contrato. Mi marido me dijo: se va a ir todo nuestro dinero. Pero igual aceptamos porque lo necesitábamos”, recuerda Amanda mientras carga al más pequeño, Oliver, de un año. No había otra opción, no tienen papeles y el piso donde vivían antes estaba en pésimas condiciones.

Vivir en ese lugar fue una auténtica pesadilla: “La habitación era tan fría que tenía hongos por la humedad. Los dos niños comenzaban a ponerse enfermos y nosotros no teníamos otro sitio adonde ir”. La situación de Amanda y sus hijos no es excepcional. Dos de cada 10 niños, niñas y adolescentes (21,4%) en España residen en una vivienda con un tejado con goteras, con paredes, suelos o cimientos con humedad o con podredumbre en los marcos de las ventanas o el suelo, según un informe de Save The Children, elaborado tras analizar los datos de Eurostat de 2020. La media europea es del 16,2%.

Como ahora, cuando llegaron a España también tuvieron que compartir piso. Vivían con otras tres personas en Parla, al sur de Madrid. “Yo estaba embarazada de Oliver, de ocho meses, con una barriga enorme, y en ese piso era imposible vivir”, recuerda Amanda. Pagaban 400 euros, más los gastos de los suministros, por el cuarto donde vivían los cuatro y el bebé que venía en camino.

Amanda recuerda que quienes lo pasaron peor fueron ella y su hija Ema, de dos años, quien enfermó de neumonía y estuvo una semana en el hospital. La madre cuenta que las secuelas siguen afectando a la pequeña hasta el día de hoy. La habitación estaba en tan mal estado que se vieron obligados a pedirle al arrendatario que les dejase dormir en el salón. “Dormíamos en una sola cama, yo, mi marido, los dos niños en el medio y mi barriga de ocho meses”, relata. Vivieron cinco meses, desde noviembre hasta febrero, en ese lugar y, antes de que diera a luz, decidieron buscar otro piso.

Crecer en casas en malas condiciones puede ser determinante en la vida de los más pequeños. “Los niños, niñas y adolescentes que viven en casas con humedad o moho tienen un elevado riesgo de desarrollar asma, así como otros problemas de salud en la infancia, como diarrea, dolores de cabeza y fiebre”, subraya la ONG. La vivienda, como espacio físico de la crianza, juega un papel esencial en el crecimiento y desarrollo físico, intelectual y emocional de la infancia, enfatiza Alexander Elu, especialista en pobreza de Save The Children.

“Sin embargo, a pesar de esta importancia fundamental, sufragar el coste de la vivienda o asegurar unas condiciones dignas de habitabilidad supone hoy día un quebradero de cabeza para muchas familias en España, cuando no un factor de empobrecimiento”, señala. Aunque, para Elu, el plano de exclusión residencial más extrema es el desahucio: “Encarna la crisis de la vivienda, la violencia y el verte enfrentado a una nueva alternativa de vivienda, que en muchos casos no existe”.

Amanda y dos de sus tres hijos, en la habitación donde duermen.
Amanda y dos de sus tres hijos, en la habitación donde duermen.Claudio Álvarez

El lugar donde Amanda y su familia viven ahora es mejor, pero aún no han podido darse el lujo de poder pagar un piso para ellos solos. Aunque cuenta que la casa que habitan también tiene algunos problemas. No se puede encender al mismo tiempo más de un aparato: “El termo no se puede encender junto con la luz, la vitrocerámica o el secador del cabello”. Tienen que ingeniárselas y turnarse con las otras personas con las que viven para poder hacer las actividades básicas diarias.

Familia sin papeles

En el hogar de Amanda llegar a fin de mes con todos los gastos es muy complicado. No tienen papeles y se las arreglan como pueden. Amanda consiguió su primer empleo en una cafetería hace menos de un mes. Y su marido se dedica a tareas de albañilería, pintura o lo que salga: son temporales y, a veces, pueden pasar hasta tres semanas en las que él no tiene trabajo. La madre cuenta que esos días las cosas se complican aún más. Tienen que pedir ayuda a todos: a su familia en Brasil y a los poquísimos conocidos que tienen en España.

Noah, el hijo mayor, hace un dibujo de su familia sobre la mesa del comedor. Tiene cuatro años y un retraso en el lenguaje. Su madre dice que a veces forma un par de frases que solo ella entiende. “Está teniendo mucha dificultad en el colegio por el habla”, asegura. Los doctores le dieron el diagnóstico cuando tenía dos años y aún vivían en Brasil. Pero, no ha podido pagarle los tratamientos necesarios por falta de dinero. Hace apenas un mes su hijo ha podido ir a sus primeras clases gracias a una beca que ha recibido en el colegio al que asiste. “Lo vieron en el colegio y se dieron cuenta de que él era quien más lo necesitaba”. De lo contrario, asegura la madre, no podrían asumir los gastos.

Los ingresos, dice Amanda, varían todos los meses: depende si hay trabajo o no. Pero de lo que sí está segura es que todo lo que gana su marido se va en pagar el alquiler. Como le ocurre a Amanda, cuatro de cada 10 hogares destinan más del 40% de sus ingresos al pago del arriendo, según datos del Banco de España. El 48,9% de las familias que viven de alquiler están en riesgo de exclusión social. Los gastos de la comida los apañan con lo que les sobra del salario y una ayuda que reciben de la iglesia, a la que asisten todos los fines de semana. Cada 20 días reciben frutas, verduras, pasta y enlatados. Otras necesidades básicas como la ropa, ni hablar: “Es algo que nunca sobra para comprar”. La que usa la niña pequeña la recibe de una vecina que tiene otra bebé. “Ahora que llega el verano y los niños están creciendo, ya necesitan más”, se pone a pensar la madre.

Hace dos meses, los padres de Amanda llegaron de Brasil para ayudarla con el cuidado de sus hijos. No daba abasto sola, porque su marido trabaja todo el día. Ambos cuentan —en una mezcla de castellano y portugués— que “no queda nada” de los pocos ahorros que traían para apoyar a su hija. Ni el padre ni la madre de Amanda pueden trabajar y dudan cuánto tiempo podrán seguir así.

Hay días tan desesperantes que llegan a albergar la idea de volver a su país. “Buscamos mucho y a veces no vemos salida”, se queja Amanda. Con el trabajo de ambos, ella confía en poder respirar un poco y ya no vivir asfixiados con los gastos del alquiler. Aunque admite que la única cosa que le permitiría estar más tranquila es que sus tres hijos tengan sus propias habitaciones y puedan jugar. Enseguida añade: “Claro, y para dormir mejor, porque estamos ahí todos juntos”.

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Sobre la firma

Ana Cristina Basantes
Periodista de la sección de Sociedad. Comenzó su carrera en Ecuador, donde cubrió derechos humanos, género y migración. Ha escrito sobre medio ambiente y pueblos y nacionalidades indígenas en el medio 'Mongabay Latam'. Licenciada en Comunicación en Prensa Radio y TV y máster en Periodismo UAM- EL PAÍS. Premio Roche 2021 con 'Huir Migrar y Parir'.

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