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Se elevan a 12 las víctimas de abusos de Martín Vigil, el célebre cura escritor de los sesenta: “Era un pederasta de manual”

La diócesis de Oviedo se niega desde hace un mes a aclarar el caso, que deja en entredicho la actuación del cardenal Tarancón, icono de la Iglesia en la Transición

El sacerdote y escritor José Luis Martín Vigil, en el despacho de su domicilio en el barrio de Salamanca, de Madrid, en los años setenta.
El sacerdote y escritor José Luis Martín Vigil, en el despacho de su domicilio en el barrio de Salamanca, de Madrid, en los años setenta.EFE
Íñigo Domínguez

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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Siguen surgiendo testimonios de los abusos a menores de José Luis Martín Vigil, fallecido en 2011, el cura y famoso escritor superventas en los años sesenta y setenta que a través de sus libros atraía a jóvenes de toda España a su lujoso piso de Madrid. Tras las informaciones de este diario, que reveló varias acusaciones contra él y que fue expulsado de los jesuitas en 1958 por dos denuncias en Salamanca, tres nuevos testimonios elevan sus víctimas a 12, más el caso de una mujer que escapó ante sus propuestas. De este modo, hasta el momento, según el recuento de EL PAÍS, el único existente en España, se conocen acusaciones de pederastia contra 953 curas y religiosos y se cuentan 1.811 víctimas, tras cuatro años y medio de investigación de este periódico.

También han salido a la luz nuevos escenarios de sus acciones. Sandra, nombre ficticio de una de las víctimas que ya habló con este diario, añade que Martín Vigil también solía llevar adolescentes al yate que poseía, amarrado en la provincia de Alicante, donde también tenía un apartamento: “Se iba con chavales, decía que era terapéutico, porque eran chicos problemáticos, y les venía bien el contacto con el mar”. Por otro lado, tras las acusaciones en Salamanca y Oviedo, el testimonio de G. V., una mujer que ahora tiene 77 años, señala también a Valladolid. Relata que el sacerdote pasó allí algunas temporadas tras su expulsión de los jesuitas, en una finca de las afueras, al lado de río Pisuerga, que le prestó una conocida familia de la ciudad.

Esta mujer calcula que fue entre 1959 y 1960: “Yo tendría 14 o 15 años y tenía un novio, de unos 16, que le conocía. Martín Vigil le llamaba ‘mi cachorro’, ‘cachorrito’, le escribía mucho. Íbamos muchas tardes a visitarlo, y yo notaba que a menudo andaba tocando a mi compañero, metiéndole la mano dentro del pantalón, trasteando todo el rato. Se sentaba con nosotros en un sofá, él en medio, a mí me cogía por el hombro, y yo miraba de reojo y veía cómo le metía mano. Cuando nos despedíamos, juntaba nuestros rostros para que nos besáramos en la boca, delante de él. Muy moderno para la época, una manera de darnos a entender que amar no es pecar, como nos decían las monjas”.

G. V. explica que el chalé donde se hospedaba Martín Vigil tenía jardín, pérgola, pista de tenis y piscina. “Pasaba vacaciones allí, como refugiado, apartado del mundo, con cierto secretismo. A mí me parecía un dios, La vida sale al encuentro era el libro de cabecera de un montón de adolescentes de la época. En una ocasión fui a verle sola y me pidió que le mostrara mis genitales, porque estaba escribiendo un libro sobre un hospital y necesitaba explorar los femeninos, porque nunca los había visto. Me dijo que no me preocupara, que él era como mi padre y me acariciaba el rostro, pero me negué en redondo, me fui y nunca más volví. De adulta he vuelto a pensar mucho en ello, y creo que era un pederasta de manual, y que ha campado por años a sus anchas. Contarlo es una manera de resarcimiento. Yo salí indemne, pero otros no”.

José Luis Martín Vigil, que era aficionado a la vela y tenía un yate, coloca un barco en miniatura en su domicilio en 1970.
José Luis Martín Vigil, que era aficionado a la vela y tenía un yate, coloca un barco en miniatura en su domicilio en 1970. EFE

Por ejemplo, a Francisca, vecina de Madrid, aún le duele recordarlo. Al leer las informaciones de EL PAÍS, se dijo: “Pero si esto es lo mismo que me pasó a mí”. “Tengo 73 años y nunca lo había contado a nadie”, cuenta entre lágrimas. Relata que Martín Vigil, como en otros casos, aprovechó un contacto ocasional. “Vino una vez a Madrid a dar una conferencia en un teatro, sería 1960 o 1961, aquello estaba lleno de gente joven. Todos los adolescentes estábamos embobados con sus libros. Yo tenía unos 13 años y mi hermano 12, y fuimos a verle. Al final del acto nos acercamos a saludarle, y nos dio su dirección. Empezamos a escribirle y él contestaba. Pasaron unos meses, y lo malo fue cuando fuimos a verle a un piso donde nos citó en Madrid. Nos abrió la puerta de la casa y en un pasillo oscuro se acercó a nosotros y nos abrazó, empezó a apretarnos, a los dos, no sabíamos qué hacer, mis recuerdos son confusos. Nos fuimos muy asustados. Luego ya dejó de escribirnos”.

Otro testimonio es el de P. G., un hombre cuya experiencia es de años después, en 1973, pero parecida: “Tenía 16 años, había llegado a Madrid a estudiar y contacté con él por teléfono. Lo busqué en la guía por la dirección de su casa, en la calle Velázquez, la ponía en sus libros. Me invitó a su piso y le hice dos visitas. Me hizo entrar por la entrada de servicio. Era todo muy sigiloso y te recibía una empleada del hogar que yo creo que sabía lo que pasaba. Me llevó a su despachito. Hablamos hora y media, me preguntó por los estudios, los amigos, y captó que me encontraba solo y con falta de afecto. Yo cumplía los patrones, porque no era problemático, pero no tenía madre. Me fui y volví al cabo de unas semanas. Hablamos y al despedirme de repente me morreó, metiendo la lengua en mi boca. Mi cara fue un poema y ya no volví más. Fue una situación penosa, pero no me ha quedado ningún trauma”.

Encubrimiento jesuita

Mientras tanto, la diócesis de Oviedo del obispo Jesús Sanz, a donde fue a parar el cura tras dejar los jesuitas en 1958 y donde pasó la década siguiente como sacerdote, lleva un mes sin responder las llamadas ni las preguntas de este diario sobre los puntos sin aclarar del caso. Sobre todo, uno clave, que implica conocer si el obispado asturiano, entonces dirigido por Vicente Enrique y Tarancón, prosiguió el encubrimiento iniciado por los jesuitas: no explica si Martín Vigil también fue expulsado de la diócesis y se le prohibió ejercer el ministerio, sin denunciarlo a las autoridades, tras recibir nuevas acusaciones que eran vox populi en la ciudad, como ha asegurado a EL PAÍS el exalcalde socialista de la ciudad Antonio Masip, que conoció un caso de cerca. Lo cierto es que a finales de los sesenta el escritor dejó la capital asturiana y se trasladó a Madrid, pero el obispado ovetense no quiere aclarar si seguía siendo o no sacerdote. Y, si lo era, a qué diócesis estaba adscrito y era responsable de sus actividades. La de Madrid sí precisa que no consta en sus registros. Cuando el escritor falleció, en 2011, fue la diócesis de Oviedo quien dio la noticia.

El obispado de Jesús Sanz solo ha respondido con dos mensajes que “no constan denuncias” contra Martín Vigil y “en el archivo diocesano no consta documentación alguna acerca de estos hechos”. Pero no aclara los detalles de su presencia en Oviedo, si los jesuitas informaron al obispado de los motivos de su expulsión de la orden, cuáles fueron luego los motivos de su marcha de Asturias, si fue sancionado de algún modo y si fue secularizado o siguió incardinado siempre en esa diócesis. El escritor fue a vivir a la capital asturiana porque era su ciudad natal y siguió ejerciendo como sacerdote. Además de dar misa en una parroquia del centro, San Juan del Real, incluso escribía en el periódico de la diócesis, llamado Esta hora.

El presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y el cardenal Vicente Enrique y Tarancón se saludan en junio de 1979.
El presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y el cardenal Vicente Enrique y Tarancón se saludan en junio de 1979.

Tarancón, obispo de Oviedo entre 1964 y 1969, que según los testimonios recabados actuó contra Martín Vigil sin denunciarlo, se convirtió luego en un icono de la Iglesia española en la Transición. Poco después llegó a cardenal y, como presidente de la Conferencia Episcopal en los años setenta, destacó por sus críticas al régimen de Franco. Además, fue nombrado arzobispo de Madrid en 1971, y, por tanto, se cruzó de nuevo con Martín Vigil, que ya residía en la ciudad. Si seguía siendo sacerdote, volvió a estar en su jurisdicción también durante ese periodo. El escritor mantuvo toda su vida que seguía siendo cura, según quienes lo conocieron.

Tarancón ya estaba bajo sospecha porque siendo arzobispo de Madrid fue encubierto otro cura muy famoso en aquellos años, Cesáreo Gabaráin, el más célebre compositor de música de misa. Autor, entre otras, de las canciones Pescador de hombres y Juntos como hermanos. Como desveló EL PAÍS en 2021, Gabaráin fue expulsado en 1978 del colegio de los maristas de Chamberí, en Madrid, donde ejercía de capellán, tras la denuncia por abusos de varios alumnos. Sin embargo, simplemente fue trasladado a otro colegio religioso de la capital y destinado a una parroquia de la ciudad hasta su fallecimiento en 1991. Casi dos años después de salir a la luz el caso, la Iglesia española aún no ha investigado ni aclarado el encubrimiento de Gabaráin. Ni los maristas, ni su diócesis de origen, la de San Sebastián, ni la de Madrid, han dado explicaciones. Este diario identificó al menos 17 víctimas.

En el caso de Martín Vigil, en realidad fueron tres las instituciones de la Iglesia que conocieron los abusos. Además de los jesuitas y la diócesis asturiana, lo supo el obispado de Santiago de Compostela, según el testimonio aportado a este diario por otra víctima, que en 1962 informó de sus abusos en Oviedo a un cura de esa diócesis. Era Daniel Cerqueiro, ya fallecido, que luego tuvo cargos de peso en el arzobispado, como provicario, juez diocesano, secretario particular del arzobispo y canónigo de la catedral. La diócesis de Santiago, consultada al respecto, explica que es imposible saber hoy si entonces se realizó alguna gestión para advertir al obispo de Oviedo.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

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