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Mercedes Revuelta, activista por la vivienda: “Con el miedo a la ‘okupación’ se criminaliza a los pobres”

Fuertemente implicada en el movimiento contra los desahucios, denuncia la necesidad de un parque amplio de vivienda pública y el control de los alquileres

Mercedes Revuelta, activista por la vivienda, retratada en Madrid el pasado 20 de diciembre.
Mercedes Revuelta, activista por la vivienda, retratada en Madrid el pasado 20 de diciembre.JUAN BARBOSA
Sergio C. Fanjul

Mercedes Revuelta vio un desahucio por la tele, cuando la efervescencia del 15M, y se inició en el activismo. Forma parte de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) y de la Coordinadora de Vivienda de Madrid. Entre tanto desahucio ha recibido algunos porrazos y pasado un par de noches en el calabozo. La cosa está peor que nunca, según cuenta, pero los pequeños logros cotidianos hacen que siga adelante. En su entorno familiar, por cierto, esto de la política se lo toman muy en serio. La hija de Revuelta es Lilith Verstrynge, secretaria de Estado para la Agenda 2030, y su pareja el politólogo Jorge Verstrynge.

Pregunta. ¿Cómo se inició en el activismo?

Respuesta. Muy fácil: vi el 15M en la Puerta del Sol y me dije: “Ahí tengo que estar yo”. Hasta ese momento solo trabajaba, trabajaba, trabajaba. Familia y trabajo, solo eso. Así que me uní a una asamblea de vivienda, en el distrito de Usera, en Madrid, y comencé. Recuerda que eran unos años muy aburridos…

P. ¿Por qué?

R. Antes no se hablaba de nada. No se hablaba de política, no pasaba nada. Pero el 15M nos abrió los ojos. Al menos a mí. Entonces empieza a haber más debate, más información…

P. Antes del 15M hablar de política estaba mal visto, sonaba panfletario. Luego se ha convertido en el deporte nacional.

R. Es que estábamos con el bipartidismo, algo acomodados… De aquella yo vi un desahucio por la tele, que sucedía en un pueblo de Barcelona. Yo no sabía ni lo que era un desahucio. Vi a la Guardia Civil intentando llegar al portal y a los activistas poniendo su cuerpo para pararlos. Pensé: “Hostia, qué bestia”.

P. ¿Cómo es el día a día del activista?

R. Es olvidarte de todo lo demás y estar siempre pensando en vivienda, en desahucios, en derechos… Ir a juicios para aprender, hablar con secretarias judiciales, trabajadores sociales, abogados de oficio. Se aprende todo el rato.

Antes no se hablaba de nada. No se hablaba de política, no pasaba nada. Pero el 15M nos abrió los ojos. Al menos a mí.

P. ¿Es rentable el esfuerzo? A veces percibo cierta frustración en el activismo.

R. Son esfuerzos muy grandes que no siempre se traducen en resultados igual de grandes. Pero hay algunos resultados que son muy impactantes: cuando se regulariza a una familia que está ocupando un piso vacío de un banco por necesidad, o cuando otra familia consigue un contrato de alquiler, y ya tendrá tranquilidad, y no sufrirá por la vivienda. A veces conseguir un puñetero contrato cuesta cuatro años de trabajo, ¿cómo puede ser?

P. Mucho lío.

R. Fíjate, todavía estamos con casos de hipoteca de la crisis anterior, la de 2008. Todavía se está desahuciando a familias víctimas de aquello.

P. Los desahucios se pusieron entonces en primera plana, ahora parecen olvidados.

R. Nos lo decís los periodistas: cuando algo pasa todo el rato, deja de ser noticia. Cada día laborable suceden 166 desahucios en España. 40.000 desahucios al año. A pesar de la bestialidad que es, ya no es noticia. Pero el panorama está peor que nunca.

Mercedes Revuelta, activista por la vivienda, retratada en Madrid el pasado 20 de diciembre.
Mercedes Revuelta, activista por la vivienda, retratada en Madrid el pasado 20 de diciembre.JUAN BARBOSA

P. La liturgia de los desahucios, con la embestida de los antidisturbios y la resistencia de los activistas, ya está incrustada en el imaginario colectivo. ¿Se mete usted ahí?

R. Una vez que te metes, te metes. La violencia policial en los desahucios suele ser desproporcionada, no es necesaria, no se ve en otros países. Una brutalidad que no se entiende y que es made in Spain. Todas las recomendaciones internacionales, incluidas las de Naciones Unidas, dicen que hay que llegar a cualquier acuerdo posible antes de usar esa fuerza. ¿Cómo va a ser necesario sacar así a unos niños de su casa, como tantas veces hemos visto en el último año?

P. ¿A usted le han dado?

R. Me han caído unos cuantos porrazos, y eso que ya tengo una edad y no me pongo en primera fila. Y me han caído unas cuantas multas. Y he pasado un par de noches en el calabozo.

P. Uy, ¿eso cómo es?

R. Pues tienes un montón de colchonetas horrorosas para tumbarte, aunque da un poco de cosa, a saber lo que habrá allí. Pero mejor que el suelo… Las celdas son compartidas, con otras mujeres. Cuando yo he estado, aquello parecía una asamblea del 15M. Los policías de comisaría tienen otra función que los antidisturbios del desahucio, quieren saber qué es lo que ha pasado, así que les sueltas toda la charla.

P. Hace unos años el foco estaba puesto en la injusticia de los desahucios, en la especulación, en el problema de la vivienda. Ahora en el miedo irracional a los okupas. Se ha dado la vuelta a la tortilla.

R. El movimiento por la vivienda ha pasado de ser Ciudadano Europeo, como premió el Parlamento Europeo en 2013 a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, a ser considerados delincuentes o “filoetarras”, como nos llamaba la que fue presidente de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes.

Desde hace cinco años se criminaliza a las personas pobres, y a las no tan pobres, también de clase media, que se ven obligadas a meterse en un piso vacío.

P. ¿Qué ha pasado?

R. Es intencionado: los lobbies poderosos emprenden y pagan estas campañas. Desde hace cinco años se criminaliza a las personas pobres, y a las no tan pobres, también de clase media, que se ven obligadas a meterse en un piso vacío. En los programas amarillistas de la tele se habla de “okupas” sin distinguir si es un allanamiento de morada, o la ocupación de un piso vacío de un banco o un fondo de inversión.

P. La novedad es el “inquiokupa”.

R. Es el nivel de agresividad siguiente: son los inquilinos de toda la vida que se han empobrecido con las sucesivas crisis y los trabajos de mierda, y ya no pueden pagar. Se les criminaliza con ese nombre. Quieren enfrentar a los caseros con los inquilinos. Es vergonzoso.

P. ¿Cuál es la solución?

R. Hacer política de vivienda, que en este país nadie ha hecho en los últimos 50 años, exceptuando alguna autonomía y ciudad puntual donde sí se han hecho los deberes. El sector de la vivienda es el Salvaje Oeste en España. Casi no hay vivienda pública, es evidente al compararlo con los países del entorno.

P. Hace falta vivienda pública y…

R. Tres cosas esenciales: paralizar los desahucios de las familias sin alternativa habitacional, tener un parque de vivienda pública adecuado y controlar los precios del alquiler, cosa que funciona si se ponen en marcha el resto de medidas necesarias. Igual cuando haya un 15% de vivienda pública ya no hay que poner tope a los alquileres. Si hay colegios públicos y hospitales públicos, ¿por qué no hay vivienda pública?

P. ¿La Ley de Vivienda?

R. Está encallada porque el PSOE no tiene ningún interés en enfrentarse a los lobbies y sacarla adelante. Y quizás no veamos otra oportunidad como esta. Así que se está vendiendo la vivienda pública a los fondos de inversión, se está desahuciando… ¿Dónde va a ir la gente? Los gobernantes están para pensar en la ciudadanía, no en fondos como Cerberus o Blackstone.

P. ¿Por qué están los alquileres desorbitados?

R. No hay demasiada oferta de alquiler porque los fondos de inversión tienen una buena parte de sus pisos cerrados. En Madrid, hace lo mismo el IVIMA, de la Comunidad de Madrid, y, en menor medida, el Ayuntamiento. Hay escasez, y eso sube los precios. Los fondos buitres están vaciando las ciudades para especular con las viviendas vacías, vendiéndoselas unos a otros, y no hay donde vivir. ¿Queremos un país donde la gente esté sufriendo cada mes por pagar el alquiler o la hipoteca?

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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