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El mundo mira de nuevo a China con temor tres años después del inicio de la pandemia

El abrupto cambio de estrategia de las autoridades chinas y su opacidad han despertado la inquietud sobre mutaciones que escapen a las vacunas. Por ahora, los casos que llegan del país asiático son variantes ya conocidas en Europa

Una mujer lleva a su bebé mientras empuja dos maletas en el aeropuerto de Pekín. Foto: BLOOMBERG | Vídeo: REUTERS
Oriol Güell

Tres años de pandemia y más de 15 millones de muertos han dejado al mundo lecciones muy dolorosas. Una de las primeras fue que la única forma de luchar contra el coronavirus sin vacunas era mediante implacables confinamientos. Los gobiernos aprendieron luego que cualquier vuelta a la normalidad pasaba por una atenta vigilancia a la incidencia mientras las primeras dosis empezaban a inmunizar a la población. Hace un año llegó la variante ómicron, el virus más contagioso de la historia, que se convirtió en algo parecido a una dosis de recuerdo natural para cientos de millones de personas. El número de contagios fue tan grande que resultó imposible de contar, pero esto ya perdía importancia ante la gran reducción de casos graves gracias a la protección alcanzada. Y ahora, cuando creían tener todo el temario estudiado, los países occidentales se encuentran a sí mismos mirando otra vez a China, tratando de interpretar los pocos datos disponibles y preguntándose si están ante uno de los últimos coletazos de la pandemia o en una situación de alto riesgo que les puede mandar otra vez a la casilla de salida.

“Existe preocupación por la evolución de los contagios en China, así como por la dificultad de hacer una correcta evaluación de la situación dada la escasa información de la que actualmente disponemos”. Con estas palabras ha resumido este viernes la ministra de Sanidad, Carolina Darias, la incertidumbre existente. El Gobierno español es, tras Italia, el segundo europeo en imponer controles en las fronteras —prueba diagnóstica negativa o certificado vacunal— a los viajeros procedentes de China, algo que también ha hecho Estados Unidos y varios países asiáticos.

La medida, sin embargo, nace con controversia. Mientras varias comunidades han solicitado a Sanidad que la haga más estricta, rechazando los certificados vacunales chinos por la menor efectividad de los sueros utilizados en el país y haciendo pruebas a todos los viajeros, la mayor parte de los países europeos la rechaza por ahora. “Aún no son necesarias”, ha afirmado el ministro de Sanidad alemán, Karl Lauerbach. La razón esgrimida es la que ha apuntado también este viernes el Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC): las variantes que circulan en China son las mismas ya están en Europa y, por tanto, “no suponen una amenaza” para la población del continente.

El primer vuelo que será controlado por el Gobierno está previsto que aterrice en Madrid a las seis de la tarde de este sábado. Según Sanidad, “los pasajeros procedentes del país asiático podrán pasar por un control documental, visual y de temperatura, además de la realización de una prueba diagnóstica de infección activa por SARS-CoV-2, en el punto de entrada a España”.

“Desde el punto de vista epidemiológico, cuando la circulación del virus ya es elevada como ocurre ahora, no tiene mucho sentido reducir el número de casos que entran en un país si las variantes van a ser las mismas. La clave es detectar rápido si surgen nuevas formas del virus, porque entonces sí te puede cambiar todo”, afirma Miguel Hernán, catedrático en epidemiología de la Universidad de Harvard.

Alerta ante posibles nuevas mutaciones

La necesidad de reforzar la vigilancia mediante secuenciaciones genéticas, las pruebas que permiten detectar las nuevas variantes del virus, ha sido en los dos últimos días el mensaje más repetido por la Comisión Europea. Algo que, sin embargo, no necesariamente debe pasar por la realización de pruebas a los recién llegados de China, sino que se basa en el cribaje sistemático de una muestra de los casos positivos detectados en una zona en concreto. Juan Carlos Galán, jefe de Virología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, afirma que, según las últimas pruebas realizadas, “nada hace pensar ni en nuevas mutaciones ni [en que se haya incrementado el] riesgo de escape vacunal”.

El miedo de que surjan nuevas variantes se ha disparado ante algunas cifras que dan una idea de la gigantesca ola de nuevos contagios que sufre China tras el fin de las restricciones. Según avanzó Bloomberg, que cita datos manejados por las autoridades sanitarias chinas, casi 250 millones de personas se habrían contagiado en el país en las tres primeras semanas de diciembre, 37 millones en una sola jornada, el día 20.

“Son cifras enormes y es cierto que siempre que hay más contagios aumenta el número de mutaciones y, por tanto, el riesgo de que surjan nuevas variantes. Pero tampoco es algo tan diferente a lo que ha venido ocurriendo en Estados Unidos y otros países donde se ha dejado circular sin muchas restricciones al virus”, afirma Quique Bassat, investigador ICREA en el instituto ISGlobal (Barcelona).

Pedro Gullón, profesor de Salud Pública en la Universidad de Alcalá, añade: “Nunca es positivo que haya transmisiones muy altas en algún lugar del mundo, por el impacto que va a tener en la población local y por el riesgo de nuevas variantes, pero en una situación global de circulación comunitaria del virus no tengo muy claro el riesgo real que esto supone”.

Los expertos sí coinciden en que la situación de alerta debe servir para impulsar la administración de las dosis de refuerzo entre la población española, que se ha ido quedando rezagadas en las últimas semanas respecto a las coberturas logradas inicialmente. Según los datos del Ministerio de Sanidad publicados este viernes, el 73% de la población mayor de 80 años ha recibido ya el cuarto pinchazo, porcentaje que se reduce al 62% entre quienes tienen de 70 a 79 años y al 41% entre los sexagenarios. Esta segunda dosis está actualizada para proteger frente a la variante ómicron, además de la forma original del virus.

En cualquier caso, incluso con las coberturas ya alcanzadas, los expertos consideran que la situación epidemiológica no debería cambiar demasiado en España en las próximas semanas si no surgen nuevas variantes. De hecho, según apuntó el viernes Darias, la situación de nuevos casos entre la población vigilada (mayores de 60 años) es de “estabilidad e incluso un ligero descenso”.

“Lo que ha precipitado lo que está ocurriendo ha sido el fin abrupto de las restricciones aplicado por China, pero era algo que iba a ocurrir en cualquier caso de forma más rápida o lenta. Ómicron es tan contagiosa que una vez ha entrado en un país no puedes frenarla sin un confinamiento prácticamente total. Lo que realmente no ha logrado hacer bien China ha sido alcanzar una cobertura vacunal adecuada entre su población. Es esto lo que ahora dispara el riesgo de casos graves y fallecimientos. España y los países desarrollados no están en esta situación”, defiende Miguel Hernán.

Solo el 69,8% de los mayores de 60 años en China han recibido la dosis de refuerzo de la vacuna, porcentaje que se reduce al 42,4% en los mayores de 80 años. Además, los dos sueros utilizados en el país, Sinovac y Sinopharm, han demostrado ser menos eficaces que los usados en los países occidentales o en Rusia.

La necesidad de recurrir a constantes confinamientos locales y la obligación de someter a la población a pruebas PCR prácticamente diarias debido a los constantes brotes causados por la alta contagiosidad de la variante ómicron es una de las razones que explican el hartazgo de la población que causó hace un mes los incidentes que han llevado a las autoridades chinas a dejar atrás de golpe las restricciones.

Es un ejemplo, como las bajas coberturas alcanzadas, de la compleja relación entre ciencia y política que ha acabado por debilitar la respuesta a la pandemia en países como China, según Fernando García Benavides, catedrático de Salud Pública de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona). “Cuando un país permite el debate público de forma libre, esto suele llevar a la modificación y mejora de las medidas adoptadas que llevan a resultados no deseados. En democracia, eso es un proceso gradual que las instituciones consiguen articular de forma adecuada. China, en cambio, no ha podido hacerlo. Esto le ha impedido adoptar cambios sobre la marcha y los ha acabado aplicando cuando la situación ya era insostenible, con bandazos que a su vez han provocado otros problemas”, concluye este investigador.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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