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La explotación sexual y laboral que alimenta al porno: “Había 50 hombres esperándome, estuve a punto de perder el conocimiento, pero nadie me hizo caso”

La miniserie ‘pornoXplotación’, dirigida por Mabel Lozano, hace un recorrido por la pornografía, la industria que hay detrás, las redes de trata que la sustentan y la migración de todo ello al mundo digital

Escena del documental 'pornoXplotación', dirigido por Mabel Lozano. Foto: SECUOYA STUDIOS
Isabel Valdés

En el país de Europa del Este en el que nació le ofrecieron 6.000 euros por un vídeo porno que se iba a rodar en España. Halyna acababa de cumplir 18 años y dijo sí a beberse el semen de dos hombres en una copa mientras lo grababan. Un padre que desapareció de su vida, una madre con facturas sin pagar, tres hermanos, dos de ellos adictos a la droga: por eso dijo “sí”. Cuando aterrizó en Madrid, no había ni un hotel libre por no se sabe “qué congreso” y la llevaron a una habitación en un apartamento. “Buenas noches y bienvenida, Halyna”, le dijo quien la dejó allí. “Y la puerta de mi habitación quedó como mi estómago, cerrada con llave y candado”, dice ella al recordar aquella primera noche. Solo unas horas después, cuando se hizo de día, supo que no estaba allí para grabar ese vídeo y que no serían unos días.

Empezó a escuchar ruido en algún lugar de aquel apartamento mientras la maquillaban y la peinaban. Y apareció esa mujer a la que iba a ver muchas otras veces: “Venga, que empezamos el bukake”. Cuando Halyna entró en la sala donde iba a grabar, había 50 hombres semidesnudos y sin rostro, lo escondían detrás de máscaras, pasamontañas, gafas. Ella caminó hasta el centro, se sentó en una silla. Y volvió aquella mujer: “No hagas ninguna tontería. Las chupas y te las vas tragando, no me hagas perder el tiempo”. Ellos la rodearon, la cercaron: “Estuve a punto de vomitar varias veces, les hice gestos con las manos para que pararan mientras me metían aquellos penes hasta el fondo de mi garganta, pero nadie me hacía caso. Sentía que iba a perder el conocimiento. Los tíos empezaron a correrse uno a uno y la cámara se me acercaba para grabarlo todo”.

Quien lo cuenta es una actriz, y lo hace con el pelo a ramilletes y pegajoso sobre la cara, el maquillaje corrido y los ojos aguados. Quien lo hace es una actriz, pero el relato no es ficción, son las palabras exactas de una víctima de trata y explotación que no aparece en pantalla por miedo. Miedo a que le ocurra algo a ella, a su familia. Porque esa mujer que le da órdenes y graba también la intimida: “Amenaza con hacer daño a mi madre, que está sola y endeudada, y a mis hermanos drogadictos. Lo sabe todo de mí”. Las amenazas, el miedo, la extorsión y la coacción son algunas de las constantes que atraviesan la serie documental pornoXplotación, que se estrena este viernes en la Seminci, el Festival de Cine Internacional de Valladolid. Tres capítulos de recorrido por la pornografía, la industria que hay detrás, las redes de trata y explotación sexual y laboral que la sustentan —que cuentan dos exactores porno, ellos sí, con su cara y su voz—, y la migración de todo ello al mundo digital.

Miniseries ‘pornoXplotación'
Un momento de la grabación de la miniserie 'pornoXplotación'. Secuoya Stui

“¿Es duro escuchar eso, es duro el documental? No, la que es dura es la realidad”, dice Mabel Lozano al teléfono, escritora y documentalista, guionista y directora de esta serie. Ahora, pornoXplotación es algo que se puede oír y ver, pero primero fue un libro, publicado por Alrevés en 2020. Lo escribió ella junto a Pablo J. Conellie, policía, especializado en trata y explotación, y uno de los expertos que aparece en la docuserie que recoge historias reales de mujeres engañadas para mudarse a España, menores extorsionadas a través de redes sociales, y actores porno que relatan los riesgos y la falta de seguridad, laboral y sanitaria, en la industria del porno. Sus relatos junto a los análisis de Lluís Ballester, doctor en Sociología y experto en jóvenes y pornografía; la socióloga Beatriz Ranea; y Elena Colás, teniente de la Guardia Civil en el área de la trata de seres humanos, que en el primero de los tres capítulos sienta una de las cuestiones que expone el documental: “Cualquier chica puede ser víctima de trata”. Cualquiera.

Le ocurrió a Laura: chica conoce chico, chico le hace regalos y la saca a cenar, a bailar y la cuida, chica le cuenta la situación de pobreza en casa, con un padre inexistente y la nevera vacía casi siempre. Él la pone en contacto con un “amigo” para ser camarera y ella, que necesitaba el dinero “ya”, acaba encerrada en un piso, drogada, violada y explotada sexualmente cada día para generar contenido para la Red. Y le ocurrió a Paula, la hija de Pablo, que un día, sentado en un estadio de fútbol, recibe una llamada de su mujer para contarle que hay un vídeo de su hija, menor en aquel momento, corriendo “como la pólvora en internet”.

Miniseries ‘pornoXplotación'
Pablo, el padre de Paula, la menor de edad que fue extorsionada por una red de explotación sexual para conseguir material para plataformas de porno, en uno de los momentos del documental 'pornoXplotación'. Secuoya Studios

En el caso de Laura, explica la socióloga Ranea en el documental, había habido “elementos facilitadores o captadores, ya sean personas del entorno o personas que aparecen de repente”. Y Paula estaba siendo víctima de lo que se conoce como grooming, chantaje sexual en internet, perpetrado por un adulto contra menores: una sola foto puede ser la puerta de los extorsionadores para seguir pidiendo material de contenido sexual a niños, niñas y adolescentes para subirlo a la Red. Menores que en la mayoría de ocasiones creen que podrán “gestionar eso” por sí mismos, como cuenta Pablo que le ocurrió a su hija.

Más de 725.000 denuncias por abuso sexual online

“La Memoria de la Fiscalía”, recuerda Lluís Ballester al teléfono, “recoge cómo la Unión Europea se ha convertido en el mayor centro de actividad relacionada con la pornografía infantil en el mundo”. Un aumento de las denuncias de abuso sexual online que han pasado de las 23.000 en 2010 a las más de 725.000 en 2019. “También están ahí los datos de cuántos hombres son condenados cada año por utilizar menores con fines pornográficos”, 378 en 2019; y 548 por producción, tenencia o distribución de ese material.

Advierte también la Fiscalía: “Merecen consideración independiente por su gravedad y preocupante evolución los delitos online contra la libertad sexual y en particular los que afectan a las personas menores de edad. El total de procedimientos por hechos de esta naturaleza cometidos en el entorno tecnológico asciende a 1.438, lo que supone un incremento del 18,45% respecto de los 1.214 registrados en 2019″. Y el grooming “refleja un claro repunte de más del 55% en comparación con los 225 procedimientos registrados en 2019 y de casi el 175% respecto de los 127 del año 2018″.

De telón de fondo, un objetivo: crear contenido pornográfico para una industria que, apunta la serie, genera alrededor de “97.000 millones de euros al año”, y que ha cambiado por completo en las últimas décadas: de las revistas a la televisión, de ahí al ordenador, después a la posibilidad de las descargas y finalmente a los móviles, que se convierten en un cine porno en miniatura, en el bolsillo, con acceso 24 horas a millones de clips, fotos, vídeos y conexiones en directo. Para eso, lanza una de las actrices en la serie, hacen falta “chicas nuevas, carne fresca”. Al otro lado de la pantalla, “y sin tener ni idea de lo que hay detrás, consumen los chavales”, dice Lozano, “lo consumen como simple entretenimiento”. A veces hasta llegar a la adicción, recuerda Dani, otro de los hombres que aparece en el documental: “Pasó a ser una necesidad”. Una que le desbarató la vida.

Miniseries ‘pornoXplotación'
Making of de la miniserie 'pornoXplotación'Secuoya Studios

Cuando él empezó, lo hizo con revistas. Pero ahora, esos jóvenes son cada vez más jóvenes. “Entre los 14 y los 20 años, el 25% han acumulado más de mil horas de porno, y el 12,9% de 12 a 18 ve por encima de 90 minutos de porno a partir de las doce de la noche”, cifra Ballester. La edad de entrada a ese contenido se ha adelantado a los ocho años. “Es lo más peligroso, y pasa en parte porque los buscadores siguen respondiendo con porno a las búsquedas de curiosidad sexual de cualquier tipo. Ellos buscan cualquier duda, la Red devuelve porno, sin ningún filtro. El porno, uno de los tres grandes submundos de la Red para niños y adolescentes, está colonizando a los otros dos, las redes sociales y los videojuegos”, ahonda el sociólogo. Y añade una cuestión más: “Estamos llegando muy tarde con la educación de las relaciones y el sexo. Tenemos poca capacidad para compensar el impacto de las filmográficas, que han trabajado muy bien cómo captar clientes desde el inicio”.

El padre de Paula, Pablo, se pregunta en el documental si habría podido hacer algo por evitar lo que le sucedió. Ballester, que trabaja también con la Red Jóvenes e Inclusión, dice que ahí manejan “las cinco P”. Prevención, comunicación en las familias y controles parentales; protección, una vez que ocurre, para dar apoyo; participación, que supone generar debate social y dar capacidad de que se conozca más a fondo la realidad de la pornografía; persecución, que en realidad es “la no persecución, porque está demostrado el estilo persecutorio y castigador no funciona, y sí la relación democrática y madura, que genera efectos preventivos”; y promoción, la de las relaciones sexuales “placenteras y lo más saludables posibles”.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.

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