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La covid no se irá, pero ¿estamos ante el fin de la pandemia?

Los expertos no dudan de que en las próximas semanas se producirá una nueva subida de casos, pero tanto desde el punto de vista técnico y como del social es posible que la crisis sanitaria esté terminando

Fin pandemia covid
La mascarilla, uno de los símbolos de la pandemia, es cada vez menos usada.álvaro García
Pablo Linde

Dice John M. Barry, historiador y autor de una de las obras de referencia sobre la gripe de 1918, que el final de una pandemia no tiene que ver con la ciencia: acaba cuando la gente deja de prestarle atención. Desde ese punto de vista, si en España todavía no ha terminado, no parece quedarle mucho. Pero la covid no se ha ido, ni lo hará en un futuro próximo: el virus sigue transmitiéndose y los expertos esperan una nueva ola antes del invierno. Cuestión distinta es si su intensidad y gravedad será suficiente para captar de nuevo la preocupación ciudadana.

En Estados Unidos, el presidente Joe Biden ya ha dado por finalizada la pandemia. “Seguimos trabajando en ello, pero ha terminado. Si te fijas, nadie lleva mascarilla, todo el mundo parece en buena forma. Creo que está cambiando”, dijo la semana pasada en el programa 60 minutos, de la CBS.

Y, técnicamente, puede que sí estemos ante el fin de la pandemia, pese a que la covid haya venido “para quedarse”, en palabras de Miguel Hernán, catedrático en epidemiología de la Universidad de Harvard. “Un posible escenario futuro es que el virus circulante sea alguna subvariante de ómicron en poblaciones con alto grado de inmunidad reciente. En ese escenario, la situación de los próximos meses será similar a la actual: vacunaciones periódicas, muchas infecciones que raramente acaban en enfermedad seria, secuelas de larga duración en un porcentaje pequeño de los casos… Este escenario endémico se puede definir como el fin de la pandemia en el sentido técnico de la palabra, pero no como el fin de la covid-19, claro”, explica.

Pero no hay nada escrito. “Otra posibilidad es que la siguiente variante sea más grave o eluda la inmunidad ya existente. Aunque estamos mejor preparados para este escenario de lo que estábamos al principio de 2020, queda trabajo por hacer”, añade Hernán.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo será la siguiente onda epidémica. Las autoridades sanitarias confían en que, independientemente del número de contagios, no tenga una gran afección hospitalaria, gracias a la mezcla de inmunidad natural y la inducida por las vacunas. Ya la última (la séptima), frente a la que no había prácticamente restricciones, más allá de la mascarilla en medios de transporte y centros sanitarios, fue más que manejable en las Unidades de Cuidados Intensivos, que son uno de los grandes termómetros para medir las repercusiones en el sistema sanitario de la enfermedad.

El debate en España es si quitar por completo los cubrebocas y recuperar los últimos resquicios de normalidad que la pandemia le ha arrebatado a los ciudadanos. A falta de que el Ministerio de Sanidad decida cuándo las elimina, y con un uso cada vez más relajado en los lugares donde sigue siendo obligatoria, la única red de seguridad para enfrentarse al virus es la inmunidad: tanto la adquirida de forma natural a base de infecciones como la que proporcionan las vacunas.

Este mismo lunes empieza una nueva campaña para inyectar una segunda dosis de refuerzo (lo que para la mayoría de los que la reciban será el cuarto pinchazo) a la población más vulnerable: personas que viven en residencias, personal sanitario y sociosanitario, así como todos los mayores de 80 años, a los que seguirán los septuagenarios y los sexagenarios.

Esa dosis extra, a diferencia de todas las que se han inyectado hasta el momento, está adaptada a la variante ómicron. Todavía no han pasado la prueba de fuego del mundo real, pero en los ensayos mostraron una mayor respuesta inmunitaria que la vacuna original. Según un estudio sobre el efecto de la cuarta dosis en Portugal durante la primavera (esta con vacunas antiguas) se ha comprobado que los mayores de 80 años que lo recibieron sufrieron un 81% menos de hospitalizaciones y un 82% menos de fallecimientos que aquellos que no se la inocularon.

Con esa salvaguarda, el impacto de la covid dependerá en buena medida de cómo mute el virus, hasta qué punto consiga escapar de las nuevas inyecciones, ya sea para infectar más o para causar enfermedades más graves. Como recuerda Pedro Gullón, de la Sociedad Española de Epidemiología, la experiencia nos dice que, desde que comenzaron las vacunaciones, cada ola ha sido menos letal que la anterior, aunque esto no es una garantía total de futuro. “No hay ningún dato internacional que nos haga suponer un cambio grandísimo en esto, pero habrá un aumento de la transmisión en algún momento, eso está claro; si será más cercano, más lejano, de alta o baja intensidad, es lo que está por ver”, añade.

Ahora mismo no hay en el horizonte una variante que claramente se perfile como la protagonista de la próxima ola. “Estamos viendo una explosión de muchas diferentes que acumulan mutaciones en sitios concretos. Tenemos varias en el punto de mira que parecen evadir el sistema inmune”, explica Mireia Coscollá, investigadora del Instituto de Biología Integrativa de Sistemas, centro mixto del CSIC y la Universitat de València.

Esta bióloga dibuja dos escenarios inminentes y otros tres a un plazo más largo. “Uno [en las próximas semanas] es que tengamos incidencias más altas que en verano, pero que no sean muy elevadas y que no haya transmisión demasiado extensa debido a la inmunidad que hay; la otra es que aumentara de forma considerable y que tuviéramos tasas de transmisión muy altas, con grandes porcentajes de población cogiendo bajas, poniéndose enferma, aunque no es esperable que haya impacto grande sobre sistema de salud porque la inmunidad es mucho más grande”. Cuál de los dos caminos siga el virus depende de su evolución, pero también, insiste Coscollá, del comportamiento de la ciudadanía: “De las interacciones sociales y la ventilación de los espacios cerrados, en la que no parece que hayamos avanzado mucho”.

Si amplía el horizonte temporal, cuando ya la covid definitivamente deje de considerarse una pandemia, la bióloga cree que hay tres posibilidades: “La primera es que se convierta en un virus de tipo catarral, que no nos preocupa demasiado; la segunda, que siga con nosotros como la gripe, que sí que nos preocupa; y la tercera es que permanezca como otros tipos de virus, que nos preocupan en determinada población. Sucede con el sincitial, que puede ser muy grave en neonatos, pero que en mayores no hace nada. La covid podría permanecer como un patógeno que afecte a las personas muy mayores o inmunodeprimidas y que preocupe sobre todo en ámbitos hospitalarios, de mayores, residencias...”.

La covid sigue matando

Se llame o no pandemia, la covid sigue matando. Es complicado afinar cuántas muertes produce, ya que se trata de una estadística que acumula retrasos, imposible de conocer en tiempo real. Si se miran dos semanas atrás, cuando los datos comienzan a ser más fiables (aunque no del todo asentados), se comprueba que los fallecimientos siguen superando la veintena al día, en una tendencia decreciente que, a cierta distancia temporal, sigue la estela de la caída de contagios que comenzó en julio y que está ahora estancada.

En lo que va de año se han sumado 24.604 fallecimientos a las estadísticas del Ministerio de Sanidad. Se trata de personas cada vez más mayores y vulnerables, que muy a menudo ni siquiera pasan por la UCI por ser demasiado frágiles. Si la covid se confirmara como el principal responsable de estas muertes, se situaría como una de las principales causas de muerte el país. Pero no está claro cuantas personas fallecieron por la covid y cuántas recibieron un diagnóstico, pero murieron realmente por otras patologías.

Algunos expertos, como Óscar Zurriaga, vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología, apuntan que si no fuera por el coronavirus, muchas de estas personas quizás fallecerían por patógenos que no se monitorizan: “Puede ser que la covid haya reemplazado de alguna manera a otros microorganismos que antes eran los que causaban esta descompensación. Están muriendo muchas personas por encima de los 90 y 100 años en los que se está buscando si tenían covid, cuando antes quizás no se les hacían pruebas”.

Es algo que deberán revelar los estudios de causa de muerte del INE, pero que no llegarán hasta mediados del año que viene. Otro referente es el exceso de mortalidad, un indicador que mide el número de fallecimientos sobre el previsto para una época del año. Pero este verano han presentando unas cifras anómalamente altas, probablemente producidas en gran medida por las olas de calor, aunque todavía no están claras todas las causas. Esto hace difícil medir hasta qué punto la covid está produciendo muchos más decesos de los esperados.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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