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Mensaje de los hepatólogos para cuidar el hígado: tres días seguidos a la semana sin probar el alcohol (al menos)

Los expertos reunidos en el congreso internacional sobre enfermedades de este órgano piden menos consumo, menos publicidad y más precio para las bebidas alcohólicas

Pablo Linde
British Liver Trust
Unidad móvil de escaneo hepático del British Liver Trust en el Congreso Internacional del Hígado, celebrado en junio en Londres.Steve Forrest/EASL

La cantidad más saludable de consumo de alcohol es cero. Pero los hepatólogos creen que es una recomendación poco realista para la mayoría de la población. En el Congreso Internacional del Hígado, que reunió a algunos de los mayores expertos del mundo en la materia la semana pasada en Londres, quisieron lanzar un mensaje para cuidar este órgano esencial a las personas que no están dispuestas a renunciar por completo a la bebida: al menos, tres días seguidos a la semana sin probar el alcohol. Y una advertencia: no es una indicación aislada. Tiene que venir acompañada de moderación y buena alimentación el resto de los días.

Detrás de estos consejos hay una realidad epidemiológica preocupante: Europa padece la mayor tasa de consumo de alcohol del mundo y más de la mitad de las enfermedades hepáticas terminales tienen que ver con la bebida, según un informe conjunto de la Asociación Europea de Estudio del Hígado (EASL, por sus siglas en inglés) y la revista The Lancet. Cada año mueren en el continente 287.000 personas por enfermedades hepáticas, mayoritariamente prevenibles con hábitos saludables, y la tendencia va en aumento: es un incremento del 25% con respecto a 1990.

Las enfermedades del hígado, además, tienen una característica que las diferencia de otras: se ceban con personas jóvenes y de mediana edad, especialmente entre la población socialmente más vulnerable. “Contrasta con las enfermedades causadas por el tabaco y la obesidad, como el cáncer de pulmón y la diabetes tipo 2, que causan fallecimientos típicamente entre sexagenarios y septuagenarios”, dice el documento. Los datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) muestran que las enfermedades del hígado son la segunda causa de años de trabajo perdidos en Europa, solo por detrás de las coronarias.

Con esta realidad en mente, Aleksander Krag, vicesecretario general de EASL, pide una decidida reducción en el consumo de alcohol, en su promoción y un alza en sus precios. “No es que le digamos a la gente que no puede beber nada; [se pueden seguir] muy buenas reglas: mantener tres días sin beber cada semana, nunca consumir más de cinco unidades de alcohol de una vez y no más de 10 a la semana [una unidad no se corresponde a una bebida: una copa de vino llena equivale a tres unidades; una cerveza de 333 mililitros (una lata), son 1,5; un chupito de una bebida de alta graduación, una unidad]”, explica Krag.

Krag matiza que estas cantidades, desde el punto de vista de la enfermedad hepática, pueden ser tolerables, ya que el hígado es un órgano con alta capacidad de regeneración, pero eso no quiere decir que sean recomendables. “No debes beber una copa de vino pensando que es sano, sino porque te gusta”.

Lo cierto es que hay asociados incrementos en el riesgo de padecer ciertos cánceres a partir de cualquier cantidad de alcohol, que no solo es tóxico, sino también adictivo. Por eso, muchos profesionales de la salud son muy contrarios a hacer recomendaciones distintas a que se procure beber lo menos posible. Y si no se consume nada, mejor.

Juan Revenga, consultor en alimentación y salud, explica que “lógicamente es mejor beber menos” y descansar tres días que no hacerlo, pero cree que promover el “consumo moderado” es una “entelequia”. “Vale que a lo mejor una cerveza o una copa de vino al día no te va a machacar el hígado, pero tiene otros riesgos. El alcohol es adictivo y te produce una sensación de bienestar que, a poco que tomas, sueles querer un poquito más. Y, a la vez, genera una habituación, porque para encontrar esa sensación cada vez necesitas más. En el alcohol, la mejor cantidad es cero”, resume.

Aunque hay diferencias de opinión sobre cómo lanzar el mensaje para reducir el consumo, existe una clara unanimidad entre los expertos en la conveniencia de hacerlo. Y para eso, hay dos herramientas muy efectivas: subir el precio y bajar la promoción. “Está muy documentado que el precio del alcohol importa. En Gales y Escocia pusieron un precio mínimo y de la noche a la mañana bajó el consumo”, explica Krag. Esto no solo debería aplicar a las bebidas alcohólicas, sino también a la comida insana, en opinión del vicesecretario de EASL, para lo cual pide a los políticos impuestos diferenciados: “Sabemos que las verduras son buenas, pero muchos de nuestros pacientes no pueden permitírselas y van directamente a la comida rápida”.

El otro frente que puede ayudar a cambiar hábitos es regular la promoción de ambos, tanto alcohol como alimentos poco saludables. “Hay una razón por la cual las compañías tienen un enorme presupuesto en publicidad. Pero ¿por qué es legal anunciar alcohol?”, se pregunta Krag. Lo compara con el tabaco, para el que la promoción está prohibida desde hace años en casi todos los países occidentales y en cuyos envases se advierte sobre los peligros para la salud de su consumo. “¿Por qué no implementar estas medidas sencillas? A la industria del alcohol no le gustará, pero se trata de proteger a la ciudadanía”, razona.

Una enfermedad que no avisa

Uno de los problemas de las enfermedades hepáticas es que a menudo son silenciosas y no avisan hasta que resulta demasiado tarde. “La mayoría de personas con cirrosis sin diagnosticar tiene test sanguíneos normales”, asegura el informe de la EASL y The Lancet.

La OMS presentó en el congreso de Londres, al que EL PAÍS acudió invitado por la organización, una nueva línea estratégica para luchar contra las enfermedades hepáticas con el foco en la prevención. “Necesitamos llevar cerca de la comunidad el diagnóstico y el tratamiento. Hay que hacer más accesibles escáneres móviles [de hígado] y test sanguíneos [destinados a marcadores hepáticos]”, dijo Philippa Easterbrook, experta del programa de hepatitis del organismo. Quieren que sea más fácil detectar los problemas cuando surgen, que no sea necesario ir a un especialista o al hospital, sino que se pueda resolver en el centro de salud o incluso en unidades itinerantes que vayan por los barrios.

Es algo que hace desde hace un lustro British Liver Trust (BLT), una organización no gubernamental del Reino Unido centrada en las enfermedades hepáticas. Con unas unidades móviles que escanean el hígado pueden saber con bastante precisión su estado de salud. Se trata de una máquina que se inventó para conocer la curación del queso hace tres décadas. Puede medir si el interior está todavía blando y eso determina si necesita más reposo. Llevado al hígado, puede calcular el grado de fibrosis del órgano. Si está por encima de ciertos niveles, es muy probable que necesite una revisión médica para confirmarlo.

En el tiempo que lleva en marcha, han hecho más de 300.000 pruebas prácticamente aleatorias, en lugares concurridos del Reino Unido. En un 20% de todos ellos el resultado no era óptimo y les han mandado una carta recomendándoles que fueran a su médico: no se trata de un método diagnóstico, insisten sus promotores, sino en una forma fácil, rápida y barata de aproximarse a lo que pasa en el hígado.

“El 90% de las enfermedades hepáticas son prevenibles, y lo que incrementa el riesgo son dos cosas: primero, el alcohol y, segundo, los riesgos metabólicos asociados con el sobrepeso y la diabetes tipo 2″, asegura Vanessa Hebditch, portavoz de la BLT. “Sabemos que si localizamos la enfermedad pronto podemos evitar que el daño progrese y en algunos casos incluso revertirlo”.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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