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Cautela en el primer día sin mascarillas en interiores: “No me la voy a quitar ahora”

Muchas personas siguen usando la protección este miércoles, tras la publicación del fin de la obligatoriedad en el BOE

Varias personas en la estación de Atocha de Madrid, este miércoles.Foto: JUAN BARBOSA (EL PAÍS) | Vídeo: EPV
Emilio Sánchez Hidalgo

Dos años después, los españoles pueden permanecer en espacios interiores sin mascarilla. Salvo en residencias, centros sanitarios y transporte público, desde este miércoles no hay obligación de llevar boca y nariz cubiertas, como detalla la publicación de la norma en el Boletín Oficial del Estado (BOE). Pero esto no quiere decir que las mascarillas desaparezcan. De la misma forma que muchas personas han seguido usándolas en la calle cuando se levantó la obligatoriedad, este miércoles por la mañana se han visto muchas mascarillas en espacios interiores donde no era necesario utilizarlas. No es solo una percepción: una encuesta de 40dB. para EL PAÍS indica que la mayoría de los españoles cree que es pronto para retirar las mascarillas en interiores y la seguirá llevando. Es el caso de Oxana, de 51 años, que espera en un banco de la estación de Atocha, en Madrid, que llegue la hora de ir a trabajar. Tiene la mascarilla bien colocada y mantiene la distancia. “Me ha protegido durante dos años, no me la voy a quitar ahora. Si en todo este tiempo nunca pillé la covid, es sobre todo gracias a ella”.

Oxana reconoce que ahora el riesgo es menor y que ha pasado de las mascarillas FFP2 a las quirúrgicas. Según la norma publicada en el BOE no es obligatorio llevarla en la estación y los andenes, pero sí en los vagones. Los altavoces de la estación recuerdan la obligatoriedad de la prenda. “¡Pero si el metro es subterráneo! ¿Cómo vamos a estar sin mascarilla? Hay momentos en los que en los andenes hay más gente que en el tren”, afirma Lucía, de 51 años, trabajadora de Metro de Madrid. En esa circunstancia, la norma no obliga a usar mascarilla, pero sí lo aconseja: “Se recomienda un uso responsable de la mascarilla en los espacios cerrados de uso público en los que las personas transitan o permanecen un tiempo prolongado. Asimismo, se recomienda el uso responsable de la mascarilla en los eventos multitudinarios”. Natalia Camacho, de 46 años, cree que “ha llegado el tiempo para quitársela”. Aunque, de primeras, se mantiene prudente: ha pasado la covid tres veces y prefiere, personalmente, seguir con la protección “un poco más”. Viaja a Alicante, donde trabaja.

A pesar del levantamiento de la prohibición, las mascarillas también se seguirán viendo en muchas oficinas. La nueva normativa del Ministerio de Sanidad da la potestad a la empresa de decidir si sus trabajadores deben seguir usándolas en espacios interiores. La resolución depende del servicio de prevención de riesgos laborales de cada centro de trabajo. David González, de 49 años, explica mientras espera el AVE a Sevilla que la empresa donde trabaja aún no ha comunicado si tendrá que seguir con los cubrebocas en la oficina: “No me importaría quitármela, puede ser que haya llegado el momento”. El hecho de que la letra pequeña de la norma no se haya conocido hasta este mismo miércoles ha retrasado la toma de decisiones tanto en las empresas privadas como en el sector público, dejando a muchos trabajadores en un mar de dudas: ¿prioriza el texto del BOE que decreta el fin de la obligatoriedad o el protocolo actual de cada compañía? La empresa puede decidir sobre sus trabajadores, pero no sobre sus clientes.

En el comercio, donde gran parte de la plantilla trabaja en contacto directo con el cliente, se está optando por diferentes vías, aunque con la cautela como punto en común. Mercadona ha decidido que el uso de las mascarillas sea voluntario para sus trabajadores, mientras que, por ahora, Carrefour mantiene la protección, en la misma línea que la cadena textil Mango. El Corte Inglés indica que será voluntario, salvo para empleados cuyo trabajo suponga estar muy cerca de un cliente, servicios de hostelería o cuando se atienda a un cliente que sí lleve mascarilla.

Pasajeros en la estación de Atocha de Madrid, este miércoles.Foto: JUAN BARBOSA (EL PAÍS) | Vídeo: EPV

Este miércoles, las seis plantas de la tienda de Primark en la Gran Vía de Madrid acogen compradores con la mascarilla en el bolsillo. La empresa, tal y como indica Leticia, empleada del establecimiento, ha establecido que cada trabajador decida: “Nos han dicho que es opcional. Yo prefiero seguir llevándola. Veo una tontería que nos obliguen a usarla en el autobús y aquí no, cuando estamos de cara al público igualmente”. Lola y Francisco aseguran sentirse “culpables” mientras buscan su ejemplar favorito en las estanterías de La Casa del Libro: “Te sientes raro al ver a gente a tu alrededor que lleva mascarilla y tú, no. Pero en algún momento nos la tenemos que quitar. También es verdad que si estuviera más lleno, nos la pondríamos”.

En el centro de A Coruña, las dependientas de las grandes cadenas de ropa comentan entre ellas el “vértigo” que parece darle a la clientela liberarse de la mascarilla, incluso sin aglomeraciones a la vista. “Yo estaba deseándolo”, dice Silvia Oviaño, de 52 años. Está de viaje de trabajo en A Coruña y en la reunión que ha tenido esta mañana tres de los cuatro asistentes se quitaron el cubrebocas con satisfacción. “Ha sido un gustazo”, confiesa luciendo una sonrisa. Ella, con todo, ha tenido que reprimir el hábito adquirido tras dos años de pandemia: “Al entrar en la librería he echado mano al bolsillo para buscar la mascarilla hasta que me he dado cuenta de que ya no hay que ponérsela”. La responsable de una tienda de ropa y complementos limpia el suelo a cara descubierta, pero en cuanto entra alguien se sube el cubrebocas.

En el Mercado Central de Valencia son mayoría los clientes que se desprenden de la mascarilla, aunque todavía pueden verse muchas entre los trabajadores y las personas mayores. Rocío es carnicera y no lleva tapabocas. “Creo que cada uno debe poder escoger libremente y hacerse cargo de los riesgos que toma. No le veo lógica a seguir llevando mascarillas, esa fase ya ha pasado”. Amparo atiende un pequeño puesto de productos latinoamericanos y, como Rocío, ha escogido venir a trabajar sin la mascarilla: “Pienso que no hay por qué tener miedo, estoy muy contenta de que hayan quitado esta vaina ya. Este país ha sido uno de los que más restricciones ha tenido y creo que eso ha sugestionado mucho a la gente”. Sin embargo, para muchos de los clientes que todavía llevan mascarilla, mantener su uso es una cuestión de respeto. A una de estas clientas, Ángeles Villegas, le diagnosticaron un cáncer de mama hace poco más de un año. Ella ve con preocupación las concentraciones de gente y no va a renunciar a ponérsela en los comercios: “A pesar de ello, entiendo que el problema es mío y es a mí a quien le toca protegerse más. Yo soy la primera que quiere volver a la normalidad”.

Interior de una frutería de Terrassa (Barcelona) donde se recomienda el uso de la mascarilla, este miércoles.
Interior de una frutería de Terrassa (Barcelona) donde se recomienda el uso de la mascarilla, este miércoles.Cristóbal Castro

Entre las empresas energéticas, Repsol aún no ha decidido, pero todo apunta a que exigirá mascarilla a sus empleados si no se puede asegurar la distancia de seguridad, como en las estaciones de servicio. Iberdrola y Endesa requerirán el cubrebocas en reuniones, pero no en el puesto individual de cada trabajador. Respecto a las entidades financieras, por ejemplo, CaixaBank ha decidido mantener el protocolo que ya tenía.

Los trabajadores públicos tendrán que esperar a la decisión del servicio de prevención de cada oficina para saber si deben seguir llevando mascarilla o no. No habrá una consigna única para todas las administraciones públicas, “como no lo ha habido en ningún momento de la pandemia, cada centro de trabajo tiene unas circunstancias diferentes y es el servicio de prevención el que debe evaluar el riesgo”, indica una portavoz del Ministerio de Sanidad. Estos servicios de prevención modulan su análisis en función de las recomendaciones del protocolo Procedimiento de actuación para los servicios de prevención de riesgos laborales frente a la exposición al SARS-CoV-2, coordinado por la Subdirección General de Sanidad Ambiental y Salud Laboral y la Dirección General de Salud Pública, y aprobado por la Ponencia de Salud Laboral y por la Comisión de Salud Pública. Sanidad anuncia que “en los próximos días” se actualizará teniendo en cuenta el escenario sin obligatoriedad de mascarillas. El informe de la Ponencia de Alertas que sustenta el fin de los cubrebocas en interiores aconseja una distancia interpersonal de más de 1,5 metros y ventilación adecuada.

El principal sindicato de funcionarios, CSIF, ha criticado este miércoles en una nota de prensa la “falta de previsión” del Gobierno: “Echamos en falta un plazo lógico para una mejor organización y evaluación de riesgos de cada puesto de trabajo a la hora de mantener o no el uso de las mascarillas”. CSIF ha reclamado la reunión urgente de los comités de seguridad y salud en el trabajo para regular el uso de los tapabocas y ha informado de que este miércoles el uso de las mascarillas ha sido general en el interior de las administraciones públicas, “especialmente en los ámbitos de atención al público”. Comisiones Obreras también se ha quejado por la falta de detalles aportados por el Gobierno. “Iremos a las oficinas BOE en mano para ver qué sacamos en claro”, criticaba un portavoz del área pública de CC OO el martes. En una oficina de Correos del centro de A Coruña esta mañana hay pleno total de mascarillas.

Un camarero sin mascarilla sirve consumiciones a unos clientes en un bar de Terrassa, este miércoles.
Un camarero sin mascarilla sirve consumiciones a unos clientes en un bar de Terrassa, este miércoles. Cristóbal Castro

También hay incertidumbre en los centros educativos. Dos autonomías, Andalucía y Canarias, confirmaron el martes a este periódico que, en principio, en sus centros escolares, profesores y alumnos tenían que seguir llevando la mascarilla este miércoles. A primera hora de la mañana, los 225 alumnos del CEIP Altos Colegios Macarena de Sevilla entran a clase con la mascarilla puesta. La directora, Azucena Sanz, había comunicado a los padres la tarde anterior, ante las dudas que le estaban transmitiendo, que se mantenía la protección. “No ha habido ningún problema y todos han venido con la mascarilla”, explica Sanz. Pero en cuanto ha salido el decreto en el BOE, la directora ha trasladado la información a los padres y ha pasado aula por aula contándoselo a sus alumnos. “El que ha querido se la ha quitado ya. Otros la mantienen”, explica. La Consejería de Educación tiene previsto enviar a los centros unas recomendaciones en las que promueve que se prescinda de la mascarilla paulatinamente. Sobre el profesorado, Sanz reconoce que no hay uniformidad de criterios: “Hay quienes se la han quitado porque para dar clases es mucho mejor, pero otros las mantenemos por precaución o por el síndrome de la cara tapada”. En el recreo sí van a hacer, al ritmo de We are the champions, una celebración del fin de las mascarillas. Se las van a quitar y las van a lanzar al aire todos juntos en el patio. “Han sido unos campeones, se han portado muy bien todo este tiempo y se merecen esa pequeña celebración”, cuenta.

A las puertas del instituto Velázquez de Sevilla, Macarena, de 14 años, rebusca en su mochila. “Pues no sé si tengo una mascarilla por algún bolsillo. Como pensaba que ya no era obligatoria, no me la he cogido de casa. ¿En serio que tenemos que llevarla puesta?”, se pregunta nerviosa. A su lado, el padre de otro alumno que ha preferido no dar su nombre muestra su asombro: “No sé si es bueno o malo que la lleven en el interior, pero si se sabía desde hace semanas que este miércoles dejaban de ser obligatorias, no sé cómo la Junta no tenía preparadas unas instrucciones para que los centros pudieran aplicarlas en cuanto entrara en vigor”.

92% de vacunados

Son las ocho de la mañana y a las puertas del centro de salud San José de A Coruña, una veintena de personas enmascaradas espera turno para un análisis de sangre. No es preciso recordarle a nadie que en el ambulatorio las mascarillas siguen siendo obligatorias. Pero una mujer mayor se la ha olvidado. Con un pañuelo de papel arrugado se cubre la boca y burla la mirada del vigilante para entrar. En la fila, Julia Aldecoa, de 22 años, asegura que en los bares piensa dejársela cuando se dirija a los camareros. “Es algo personal. Hay que pensar también en los trabajadores que están todo el día con mucha gente porque la pandemia no ha pasado. Lo haré por ellos”, aduce. Irene Santiago, camarera en un céntrico restaurante de Valencia, asegura que en los últimos meses en su trabajo “los únicos que cumplíamos con la mascarilla éramos los empleados. Yo me la quitaré porque me agobia mucho y me provoca rojeces”.

Mascarillas interiores empresas
Clientes con y sin mascarilla en el interior del mercado de Triana de Sevilla. Paco Puentes

El fin de la obligatoriedad casi total de las mascarillas se toma en un contexto sanitario favorable, con más del 92% de la población mayor de 12 años vacunada contra la covid-19. “Así, conforme a los datos recibidos a través de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica, la tasa de hospitalización entre los casos ha pasado de un promedio de alrededor del 7% en la onda epidémica de diciembre 2020 a febrero 2021 a 1,19% en la onda epidémica de diciembre 2021 a marzo 2022, mientras que la de ingreso en UCI ha variado de un 0,67% a un 0,06% y la de letalidad ha pasado de un 1,46% a un 0,19% para la población total. Este efecto se observa, con cierta variabilidad, en todos los grupos de edad. El contexto descrito permite adaptar algunas de las medidas de control de la transmisión que se vienen implementando”, justifica el Gobierno en el BOE.

La norma plantea una excepción en la obligatoriedad del uso de la mascarilla en los centros sanitarios: para las personas ingresadas mientras estén en sus habitaciones. Además, especifica que en las residencias se tienen que usar mientras trabajadores y residentes estén en zonas compartidas, pero no en dependencias privadas.

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Emilio Sánchez Hidalgo
Redactor de Economía. Empezó su trayectoria en EL PAÍS en 2016 en Verne y se incorporó a Sociedad con el estallido del coronavirus, en 2020. Ha cubierto la erupción en La Palma y ha participado en la investigación de la pederastia en la Iglesia. Antes trabajó en la Cadena SER, en el diario AS y en medios locales de su ciudad, Alcalá de Henares.

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