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No es ‘zero’ todo lo que reluce

La OCU alerta de la proliferación de productos con este término que pueden confundir al consumidor

Laura Delle Femmine
Una camarera sirve un refresco en la barra de un bar.
Una camarera sirve un refresco en la barra de un bar. Luis Sevillano

No es oro todo lo que reluce. Así como no todos los productos zero son sin azúcar. Esta denominación, que de ser exclusiva de los refrescos ha pasado a estar presente en las etiquetas de innumerables productos, también puede referirse a grasas, sal u otros elementos. Y confundir al consumidor, alerta la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). La asociación advierte de que el uso de este término está proliferando pese a no estar regulado, y señala que vincularlo a sustancias distintas al azúcar o a las calorías puede inducir a error. “Pero las marcas lo usan porque funciona como la palabra gratis: tiene un enorme poder de atracción”, asegura Pedro Rey, profesor del departamento de Economía y Finanzas de ESADE y editor en el blog Nada es Gratis.

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Desde botes de mermelada a productos lácteos o cajas de palomitas, el término zero se ha hecho un hueco en las etiquetas de decenas de alimentos aludiendo a distintas características nutricionales. Por lo menos en la mayoría de los casos. En el marco de su campaña #NoCuela, dirigida a desmentir falsos rumores en materia de consumo, la OCU hasta ha detectado una bebida a base de café que emplea esta palabra para referirse a la temperatura a la que se sirve el producto: cero grados centígrados.

“Es un truco publicitario muy bueno porque todos ganan: la marca vende y el consumidor se siente menos culpable”, abunda Rey, quien subraya que este término, que triunfa ante un consumidor cada vez más preocupado por encontrar alternativas saludables, siempre aparece escrito con la z en lugar que con la c en una clarísima alusión al producto que lo hizo famoso: la Coca-Cola zero.

La multinacional estadounidense lanzó esta variante hace más de una década para atrapar al público masculino que no se sentía identificado con la versión light de la bebida, que tenía a las mujeres como objetivo de su campaña. “Los demás han copiado tanto el nombre como la tipografía”, asegura Rey, quien explica que no es casual que el tamaño de la palabra zero suela ser mucho mayor que la letra de la sustancia a la que se refiere, algo que la OCU pide prohibir.

La UE empezó a regular hace más de dos lustros varias de las declaraciones nutricionales que aparecen en las etiquetas de los alimentos que encontramos en los lineales de los supermercados, como light o sin grasa. Es así que, por ejemplo, solo los productos con menos de 0,5 gramos de azúcar cada 100 gramos o 100 mililitros pueden definirse sin azúcar.

“Se usa porque porque funciona como la palabra gratis”, dice un economista

“Si hay un reglamento que establece lo que se puede usar, en lugar que cero azúcares tendríamos que decir sin azúcar o ausencia de azúcares, que es lo que está regulado”, reflexiona Amparo Alegría, catedrática del área de Nutrición de la Universidad de Valencia. Alegría coincide con la OCU en que el empleo de la palabra zero responde más a una estrategia publicitaria que a un afán de ampliar la información nutricional para el consumidor, y alerta de que este término suele ir asociado a productos que no deberían de ser de consumo habitual. “Tendríamos que privilegiar como base de nuestra alimentación productos como frutas, hortalizas, cereales integrales y legumbres”, detalla.

Pero zero no es el único término que no está regulado y que las marcas usan como gancho publicitario. Casero o artesano son otras de las denominaciones que podemos encontrar en las etiquetas y que no están recogidas en ninguna norma. “No tenemos que dejarnos cegar por el brillo de una expresión muy llamativa”, alerta José María Ferrer, responsable del departamento de derecho alimentario del centro tecnológico Ainia, “pero tampoco tenemos que sorprendernos si encontramos determinadas expresiones comerciales, porque sería suponer que toda la capacidad creativa de quienes se dedican a innovar en alimentación estuviera ya convenientemente regulada”. Ferrer recuerda que las marcas están de todas formas obligadas a cumplir con las reglas dictadas por Bruselas, que también exige incluir la información nutricional en el etiquetado de los alimentos. 

“Es importante leer la letra pequeña aunque se trate de una marca en la que confiamos”, recomienda Juan Luis González, profesor del Máster en Dirección de Marketing y Gestión Comercial en ESIC. “Cualquier concepto ya afianzado en la mente del consumidor es muy potente, pero no hay que olvidar que los reclamos comerciales pueden llevar a engaño”, concluye.

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Sobre la firma

Laura Delle Femmine
Es redactora en la sección de Economía de EL PAÍS y está especializada en Hacienda. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Trieste (Italia), Máster de Periodismo de EL PAÍS y Especialista en Información Económica por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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