Consejos para olvidar
A esa jovenzuela incauta le diría que la celulitis no desaparece con cosmética y que cuanto antes lo sepa, mejor
Si tuvieras que dar algún consejo de belleza a tu yo adolescente, ¿cuál sería?”, preguntaron en Who What Where a Kerry Washington, portada de este número. Ella respondió: “No te preocupes, un día alguien descubrirá el ácido hialurónico y estarás bien”. Esto demuestra una cabeza despierta, porque la contestación oficial a esta pregunta suele ser: “Usa protección solar a diario” o “No te vayas a dormir sin desmaquillar”. No seré yo quien desprecie estos dos consejos, que son medulares en el cuidado nuestro de cada día, pero me quedo con la respuesta de la actriz.
A mi yo adolescente le diría que no pasa nada por no limpiar la piel un día, aunque seguramente automatice el gesto y haya mañanas en las que despertará con el rostro inmaculado sin recordar cómo ha ocurrido. Le insistiría en que debe protegerse del sol cada día, pero que, si una mañana lluviosa de enero ha olvidado aplicar la crema con SPF, no tiene que mortificarse; es más, le pediría que no se mortifique por casi nada: apaga la piel.
A esa joven le explicaría que en su vida adulta iba a pasar tanto tiempo hablando de cabello como del trabajo y que eso estaría muy bien, que siguiera haciéndolo. Le contaría que, en algún momento de su vida, un masaje sería un refugio y una manicura, un alivio; que no les llamara gasto, sino inversión, que nunca pensara que una hora en contacto con su piel sería tiempo perdido. También le recomendaría que tuviera una peluquería de confianza repleta de revistas del corazón cerca de casa. A esa niña, aunque no entendiera entonces, le contaría que la ducha sería su territorio sagrado y que las mejores ideas se le ocurrirían allí, no delante de una pantalla, y que se comprara buenos jabones que huelan a campiña inglesa. Le diría que oliera mucho, que saliera a la calle a oler perfumes, que hablara de ellos. Le animaría, por favor, a que cambiara mucho de fragancia y que también cambiara mucho de ideas, aunque siempre debería tener un par de ellas a las que volver: fragancias e ideas; le aconsejaría que eligiera un aroma para cada viaje y para cada historia de amor. Que no crea en perfumes de invierno y de verano, de noche y de día, y que, si le apetece salir un lunes a las nueve de la mañana con sombra de ojos azul, que lo haga, porque la cosmética no es un corsé ni un mandamiento. Le explicaría que es un juego y un bálsamo y que mejora la piel y el ánimo, pero que los momentos más emocionantes de su vida probablemente, y a menos que gane un Oscar, irá sin maquillar.
A esa jovenzuela incauta le diría que la celulitis no desaparece con cosmética y que cuanto antes lo sepa, mejor: pero que hay gente con batas blancas inventando productos para que la textura de la piel mejore. Que llegará un momento en que se moverá gracias al pilates. A esa persona le diría que se apunte a todo y que si lo considera, que cancele todo, que se llene tanto por dentro que siempre tenga plan consigo misma. Que no tema ante un plan que no apetece, imitar a Thoreau, que escribió la mejor razón para excusarse: “Tan grandes son los compromisos conmigo mismo que no creo que pueda asistir”. A esa niña miope le advertiría de que, algún día, las canas serían su pesadilla capilar y que no querer verlas en su melena no la convertirían en menos feminista. Que busque un buen corrector porque tendrá ojeras. Y que su tripilla es preciosa. Le daría muchos consejos de belleza, pero el más importante sería uno: “No me hagas caso y vive tu vida”.
* Anabel Vázquez es periodista. ¿Sus obsesiones confesas? Piscinas, masajes y juegos de poder.