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Desiertos de comida, o cuando comprar productos frescos es una odisea

Si tienes que recorrer más de un kilómetro y medio para encontrar pescado fresco, vives en lo que se conoce como un desierto alimentario. Vulnerabilidad social, gentrificación y crecimiento desmedido son distintas caras de una misma moneda

Desierto de comida que es
Una pescadería de Bilbao muestra sus productos con los precios.Luis Tejido (EFE)
Julia Díez

Imagina tener que caminar más de 20 minutos para poder comprar algo de fruta. Esta es la realidad de casi un 40% de la población estadounidense que vive en desiertos alimentarios. Según la definición actual del Departamento de Agricultura de Estados Unidos, un desierto alimentario es una zona urbana en la que hay que desplazarse más de una milla (1,6 kilómetros) para poder encontrar un comercio de alimentación que venda comida saludable. Y aunque el término remita a alguien vagando por un paisaje yermo, los desiertos de comida son barrios donde viven personas socialmente desfavorecidas con poco acceso a productos frescos y saludables.

En muchos de estos páramos no hay supermercados, ni tampoco otro tipo de tiendas donde comprar fruta, verduras o pescado. Lo que abundan son comercios de comida rápida o tiendas de conveniencia —como las de las gasolineras— donde la mayoría de los alimentos son ultraprocesados y con un alto contenido en grasas no saturadas, sal y azúcar. Esto influye en la capacidad de elección y en el acceso a una alimentación saludable, y se traduce en comunidades con una mayor prevalencia de obesidad, diabetes o enfermedades cardiovasculares.

¿Por qué desaparecen las tiendas?

El gobierno de EE UU mantiene actualizado un atlas interactivo donde se puede consultar si vives en uno de estos desiertos alimentarios. En este país, este es un fenómeno estrechamente relacionado con la desigualdad socioeconómica y con el desarrollo urbanístico de sus ciudades. En concreto, tiene mucho que ver con las políticas discriminatorias del redlining. Esta práctica, que nace en los años 30, consistía en rechazar las hipotecas a las personas residentes en barrios más desfavorecidos. A su vez, los mapas financieros delimitaban, en color rojo, aquellas zonas peligrosas donde no había que invertir. Como resultado, muchos comercios se trasladaron a barrios más ricos en busca de una mayor rentabilidad. Otros se negaron a abrir en estas áreas más pobres. Para no ignorar las raíces históricas de esta situación, muchos investigadores rechazan el término de desierto alimentario y prefieren hablar de un apartheid alimentario.

En consecuencia, la población de estos barrios —predominantemente afroamericana y latinoamericana— tiene que recorrer una distancia mayor para encontrar alimentos frescos y saludables. Una tarea que se complica ante la falta de un transporte público efectivo si no se dispone de un vehículo propio. Si deciden comprar en los comercios más cercanos, se tendrán que resignar a una menor variedad de productos y a precios más altos.

¿Existen los desiertos de comida en España?

El estudio de los desiertos alimentarios ha tenido un amplio recorrido en los países anglosajones. Sin embargo, en España aún nos faltan datos que permitan mostrar la proximidad, a pie y desde la vivienda, a los comercios de alimentación más cercanos. Es decir, que a nivel nacional no sabemos cuantas personas viven en desiertos de comida.

En la ciudad de Madrid, el epidemiólogo Usama Bilal analizó los cambios en los comercios de alimentación, entre 2013 y 2017, en el ámbito de los barrios. En su estudio puede observarse el descenso progresivo de las tiendas tradicionales en aquellos barrios socialmente más desfavorecidos o envejecidos. También muestra como, en los barrios de mayor nivel socioeconómico y en aquellos en proceso de gentrificación, disminuyó en mayor medida la cuota de mercado de las tiendas tradicionales, a la vez que aumentaba la de los supermercados.

El Instituto de Estudios Regionales y Metropolitanos de Barcelona también estudió los cambios en la oferta alimentaria, entre 2016 y 2019, en la ciudad condal. Los resultados mostraron que el 95% de la población no tiene que caminar más de un kilómetro para acceder a un comercio que venda comida saludable. Sin embargo, existen también desiertos alimentarios en barrios socialmente desfavorecidos como el de Torre Baró, donde la oferta de fruta y verdura fresca es casi inexistente.

A pie de calle también podemos observar estos cambios del entorno alimentario. En los últimos meses, la asociación vecinal del madrileño barrio de Begoña —de población muy envejecida— se ha manifestado contra el cierre del único supermercado de la zona. Los vecinos denuncian que este comercio acabó con las tiendas tradicionales que había antes. En consecuencia, cuando cierre este Mercadona serán los más vulnerables quienes que se queden sin ningún lugar donde poder hacer la compra.

Mientras, la misma cadena abrirá un nuevo supermercado en el céntrico barrio de Malasaña, paradigma de la gentrificación en Madrid, pero donde aún resisten algunas fruterías, charcuterías, pollerías y pescaderías. Por otro lado, el crecimiento urbanístico expansivo de las ciudades ha creado también nuevos barrios con muchas viviendas pero sin apenas servicios. Así pues, vulnerabilidad social, gentrificación y crecimiento desmedido son distintas caras de una misma moneda.

NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.

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Sobre la firma

Julia Díez
Es doctora en Epidemiología y Salud Pública y trabaja en la Universidad de Alcalá. Investiga sobre desigualdades, alimentación y salud.

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