Una postal sensorial en 11 experiencias del Camino de Invierno

Por la senda más indómita y terrenal

Esta es una ruta telúrica: un recorrido que adhiere al peregrino, como ningún otro, a la tierra. Lo hace a través de la épica de sus viñedos, que se aferran al terreno colgados de los profundos cañones del Sil y del Miño. Conforman el territorio vinícola de la Ribeira Sacra y entregan caldos exclusivos. El billete incluye un paseo por la protohistoria, un recorrido por uno de los geoparques más sugerentes donde contemplar cómo era la superficie hace 500 millones de años. O pasar a ras de agua entre majestuosas paredes fluviales. Un Camino salpicado de museos, de alojamientos de todo tipo —con auténticos homenajes a la psicodelia yeyé— y de pioneros que devuelven a la vida el aceite de oliva gallego, que parecía olvidado. Aquí crecen algunos de los castaños más grandes de Europa y es el lugar que inspiró a Lorca los poemas que, inmenso en su talento como era, escribió en gallego. Un viaje de 239 kilómetros, abierto por los primeros peregrinos para evitar las cumbres heladas del Camino Francés, que atraviesa la Galicia más atávica donde la tierra está tan viva que siente.

Un vino heroico colgado de una roca

En este Camino, el peregrino puede saborear un vino diferente desde el momento en el que se recoge la uva. Porque la cosecha solo puede hacerse de manera manual, sin apenas mecanización, y supone un auténtico esfuerzo dadas las condiciones del terreno donde se cultivan: las vertiginosas paredes de los cañones de los ríos Sil y Miño. Una particularidad que le ha valido el nombre de viticultura heroica. Por eso, Juan Luis Méndez, productor de bodegas Vía Romana, en el municipio lucense de Chantada, a pie del Camino, califica su sabor como profundo, igual que los valles a los que se aferran las viñas, pero también ligero, como lo define Marcos Prada, de Adegas Melillas, en A Rúa, Ourense, por los suelos de granito y pizarra que impiden que se acumule la humedad que malogra la vid.

Así es la vendimia heroica de la Ribeira Sacra

Tintos todoterreno

El clima, una combinación del continental y del atlántico, los vuelve más frescos, “elegantes y agradables”, puntualiza José Ramón Rodríguez, de las bodegas Joaquín Rebolledo (también en A Rúa). Y más exclusivos. El cultivo en minifundios hace que se anteponga la calidad a la cantidad. Características todas estas que han dado como resultado dos denominaciones de origen protegidas (DOP) en la zona por la que transcurre el Camino de Invierno: Valdeorras y Ribeira Sacra.

DOP Valdeorras

Lagar do Cigur Mencía Barrica (Adegas Melillas).Uvas mencía, garnacha tintorera, tempranillo y merenzao.

  • Color rojo picota con orla cardenalicia
  • Mermelada de frutas rojas y negras
    Talco
    Pétalos de rosa
  • Notas de jalea real de frutas

DOP Ribeira Sacra

Vía Romana Añada Mencía (Bodega Vía Romana).Uva mencía

  • Color rojo picota con ribetes de púrpura
  • Elegante e intenso
    Aromas a fruta cereza y fresa madura, mora y ciruela
    Fondo balsámico
  • Equilibrado y largo
    Untuoso
    Recuerdos balsámicos y de fruta madura

De los romanos a Lorca: el Sil como inspiración

El río Sil acompaña al peregrino durante los primeros 60 kilómetros del Camino de Invierno en Galicia, le marca el recorrido a través de aldeas, campos y bosques y le cuenta la historia de la Ribeira Sacra no solo desde el agua, sino desde sus orígenes romanos, sus personajes ilustres y la lírica (trágica) que ha inspirado.

Cuando Lorca escribió en gallego

Un acontecimiento trágico conecta el Sil con la poesía del granadino Federico García Lorca. En 1935, durante un viaje con su compañía de teatro popular La Barraca, uno de los tramoyistas se ahogó en el río tras la actuación en Puente de Domingo Flórez, población leonesa fronteriza. Tres años más tarde, el escritor inmortalizó el suceso en Noiturnio do adoescente morto, uno de los seis poemas que escribió en gallego. Versos que revive ahora Olga Novo, poeta de Pobra do Brollón, en plena Ribeira Sacra, y ganadora del Premio Nacional de Poesía en 2020 por Feliz Idade (Kalandraka, 2019).

Escucha a Olga Novo, Premio Nacional de Poesía, recitar a Lorca en gallego
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Un postre tan delgado como un encaje

Tan fina y ligera como un encaje de Camariñas. Así describió Álvaro Cunqueiro, el mayor autor gallego del siglo XX, ese afamado postre galaico que es la filloa. Pero a esa cualidad de la finura, Matilde Barros, filloeria de 75 años, añade suavidad y versatilidad, pues esta masa de harina, leche, huevos y sal adopta el gusto, dulce o salado, de los aderezos que la acompañen. La filloa casa con el azúcar y la canela, con la miel, con el anís y con la naranja. En la parroquia de Lestedo (A Coruña) la degustan con chorizo y panceta. Allí, cada primer domingo después de Carnaval, se celebra la Festa da Filloa, en la que Barros, ganadera jubilada, las prepara en la calle desde hace 55 años. La clave, asegura, es comérsela recién hecha. Y en Chantada (Lugo), la preparan con sangre de cerdo durante la matanza, un insólito ingrediente en la repostería, que le proporciona un color más oscuro que, como describía Cunqueiro, debe inclinarse hacia un leve tono ocre: “Un tostado de Venecia, una piel de muchacha en las playas del verano, y nada más”.

Filloa

Seis formas de pasar de la tierra al cielo

El peregrino puede convertir el Camino de Invierno en un recorrido sensitivo por el arte, la astronomía o la ingeniería si se decide a visitar algunos de los museos que lo salpican.

La Galicia de hace 500 millones de años, a simple vista

Cuando el peregrino se adentra en Quiroga (Lugo), se está internando en uno de los lugares más antiguos de Galicia. Un territorio privilegiado de casi 600 kilómetros que conforma el Geoparque de las Montañas do Courel y que pertenece, desde 2019, a la Red Mundial de Geoparques de la Unesco por su singular geología y biodiversidad. Atesora un impresionante patrimonio geológico que incluye minerales, fósiles, glaciares arcaicos y estructuras rocosas únicas en un paisaje actual de valles fluviales y antiguas minas, que el ser humano ha aprovechado desde hace más de 4.000 años.

De todo ello destaca el plegamiento de Campodola-Leixazós, a nueve kilómetros de Quiroga, también conocido como sinclinal, un punto de gran interés geológico, en el que la superficie terrestre se pliega como resultado de movimientos tectónicos y muestra cómo era la corteza hace 500 millones de años. Algo poco habitual, ya que este tipo de formaciones suelen estar bajo tierra. Pero también son interesantes sus abundantes fósiles que remiten a las formas de vida que habitaron la región en el pasado —como los osos cavernarios—, mientras que los yacimientos desvelan el centenar de explotaciones auríferas que los romanos aprovecharon hace 20 siglos y los castros rememoran la vida de las primeras civilizaciones del entorno. Se puede, además, practicar senderismo y barranquismo y descubrir una flora excepcional, que guarda orquídeas silvestres sobre sus suelos calcáreos.

Un paseo por el Geoparque de las Montañas do Courel (Lugo).

Entre sueños medievales y psicodélicos

El Camino de Invierno ofrece al peregrino hospedajes económicos pero dotados de comodidades, como el primer albergue público de esta ruta, y alojamientos con un extra en los que disfrutar de la mejor gastronomía de fusión o de una experiencia psicodélica.

Dormir junto los sepulcros medievales

El primer albergue público del Camino de Invierno, en Diomondi, dentro del municipio de Chantada, se emplaza en un lugar con mucha historia que hará volar la imaginación del peregrino. Este hospedaje, a 100 kilómetros de Santiago, inaugurado en primavera y bautizado con el nombre de una de las precursoras del Camino recientemente fallecida, Aida Menéndez, ocupa la casa rectoral aneja a la iglesia de San Paio del siglo XIII. El edificio sirvió como vivienda para clérigos además de cárcel y se alza sobre una auténtica necrópolis medieval. Los trabajos de rehabilitación han dejado a la vista del huésped los detalles arquitectónicos románicos. También se han conservado las tumbas medievales, junto a las que se sitúan los dormitorios, lo que añade un extra de emoción al descanso del peregrino.

Un viaje gastronómico en una casona rústica

Ecohotel Nós, en Silleda (Pontevedra), a 37 kilómetros de Santiago en la parte del Camino de Invierno compartido con la Vía de la Plata, mantiene el sabor rústico de sus orígenes a la vez que ofrece al visitante las comodidades de un hospedaje moderno y la exclusividad de una cocina tripulada por un chef de prestigio. Esta antigua casona de campo irradia un ambiente hogareño por dentro, y, en el exterior, un aire de resort, con una sofisticada piscina. También una atractiva terraza acristalada que muestra al visitante su mayor tesoro: el restaurante comandado por Alberto Lareo, pontevedrés de 36 años curtido en fogones españoles y franceses con estrella Michelin, que ha elaborado una carta donde la cocina gallega viaja por el mundo con platos como el ravioli de rabo de vaca de Bandeira estofado en pasta china wanton.

La noche yeyé del peregrino

El rosa chillón que recubre las paredes de la Casa Beatnik, en Vedra (A Coruña), a 16 kilómetros de Santiago, anuncia que no se trata de un hospedaje convencional. Bajo ese vibrante tono rosado late un hotel al ritmo de los principios del movimiento beatnik, nacido en EE UU en los años cincuenta del siglo XX que exaltaba la vida bohemia y rechazaba las convenciones sociales y que en España tuvo su réplica en lo yeyé. Se percibe en su estética, que combina texturas imposibles y una vistosa paleta de colores, tanto en sus 13 habitaciones, como en sus seis yurtas, elegantes carpas para vivir el glamping, esa modalidad de acampada a todo lujo. Y en sus propuestas, con actividades creativas, yoga y meditación. Un hospedaje en el que, si no te diviertes, es que ¡no te quieres enterar!

Descubrir el Miño desde otras perspectivas

El albergue de Diomondi es el punto de partida del tramo del Camino que guarda con más celo las esencias de la Ribeira Sacra. Se trata de los Codos de Belesar, una serpenteante senda de 2,5 kilómetros cuesta abajo, sobre la antigua calzada romana, que culmina en la aldea que le da nombre. Un recorrido en cuyo final regala al peregrino una bella panorámica del cañón del Miño, el otro gran río que taja esta región, y de los viñedos que se derraman por sus laderas. A finales del invierno, el color del paisaje se vuelve rosado con la floración de los cerezos y en tiempo de vendimia se transmuta en verde ácido, ámbar y púrpura. Una vez en Belesar, el peregrino puede desviarse un par de horas de su trayectoria y recorrer en catamarán el meandro que dibuja el río hacia el sur en el cabo do Mundo. El plan, en pareja, en solitario o familiar, permite admirar el Miño y su colosal orografía desde una perspectiva completamente nueva: a ras de agua.

Travesía en bote para descubrir el Miño a ras de agua.

El aceite de oliva también es gallego

El color oliva empieza a abrirse paso entre la infinidad de verdes que componen los paisajes de Galicia. Se extiende por el entorno del río Sil, en plena Ribeira Sacra, en los cultivos de pequeños productores que elaboran un aceite gallego de manera artesanal a partir de variedades autóctonas de aceituna. Recientemente, un estudio del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en colaboración con la Asociación de Productores de Aceite y Aceituna de Galicia (APAAG), ha identificado dos genuinamente gallegas, la brava y la mansa, y anda tras la pista de otras 17 variedades.

La mitad de la producción de Manuel Mondelo, agricultor de Bendollo, en Quiroga (Lugo), por donde pasa el Camino de Invierno, proviene de estas dos clases locales que mezcla con otras más extendidas como la redondeta y la picual y obtiene un producto más verdoso que ambarino. Julio Quiroga y su socio Suso Piñeira elaboran uno solamente con la brava y la mansa. Mondelo, junto al padre de Piñeira, fue uno de los pioneros cuando comenzó en 1993 a elaborarlo con métodos “propios de los romanos”, asegura, ya que fueron ellos los que lo introdujeron en la zona, donde se cultivó ampliamente hasta hace 500 años. Para mantener las tradiciones, cada mayo, Mondelo y otros productores organizan la Mostra do Aceite en la población vecina de Bendilló, donde lo fabrican con la ayuda de un antiguo molino restaurado.

Así es el aceite de oliva gallego, por Julio Quiroga, productor
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El bosque de castaños colosales y alta literatura

Tres kilómetros al sur de Lalín, el peregrino tiene la oportunidad de perderse en el souto de Quiroga, en Catasós (Pontevedra), entre algunos de los castaños más altos de Europa, con más de 30 metros de altura y cinco de perímetro. Allí fueron plantados en el siglo XIX junto a robles y alcornoques para abastecer de madera a los pazos que se construían en la zona. Cuanto más crecieran, más grandes serían las vigas que sustentarían los palacios. El marido de la escritora Emilia Pardo Bazán, José Quiroga Pérez, heredó una casa solariega en el lugar, donde la autora naturalista pasó largas temporadas, y cuyos parajes, tintados de líquenes, hongos y quitameriendas (una flor púrpura que crece en el suelo), seguramente inspiraron, a finales de aquel siglo, los paisajes de Los pazos de Ulloa.

Algunos de los antiguos castaños del 'souto' de Quiroga (Pontevedra).

El último reflejo del Camino

La catedral es la visión más anhelada del peregrino al llegar Santiago de Compostela. Y desde el parque del monte Gaiás, junto a la Cidade da Cultura, a la derecha del Camino de Invierno según entra en la capital gallega, anticipa esa perspectiva de un modo muy particular. Allí, el artista pontevedrés Manolo Paz ha levantado los Espellos do Camiño (Espejos del Camino), tres esculturas de piedra con forma de rosco que conmemoran el doble año jacobeo 2021-2022 y que simbolizan el Camino y Galicia. A través de su abertura central se ve la esplendorosa catedral y, según Paz, el marco de piedra evoca las cercas de los senderos, mientras que su forma circular recuerda el arco de medio punto románico, estilo omnipresente en los Caminos y a los cimientos de las viviendas de los castros que salpican la región.

En el mismo parque, el artista pontevedrés Francisco Leiro homenajea a la bota, otro símbolo de las rutas jacobeas, con tres esculturas, en granito, hormigón y hierro fundido. Están desperdigadas, como olvidadas por sus dueños, ya que, como cuenta su creador, es habitual que los peregrinos abandonen el calzado al término de su aventura. Una auténtica invitación para ilusionarse con la visión deseada y para pisar con fuerza en esos últimos metros que cerrarán un viaje inolvidable

Cueva do Rei Cintolo
Mira a través del 'espello'.
Cueva do Rei Cintolo
'Espellos do Camiño' en el monte Gaiás.

Así suena la ‘playlist’ que Xoel López ha creado para la ruta ‘xacobea’

En los oídos de Xoel López, el Camino suena a indie chileno, a postpunk electrónico gallego y a bossa nova brasileña. Estilos, entre unos cuantos más, que el músico coruñés de 45 años mezcla en la ecléctica lista de reproducción que ha creado en exclusiva para que el peregrino la disfrute en su ruta. En ella, parece describir las sensaciones de esas rutas jacobeas que articulan una Galicia de paisajes únicos y ciudades llenas de vida: misterio, sorpresa, ilusión y calma. Se cierra con Lodo, canción que compuso en 2017 y que en 2021 formó parte de la campaña del Año Xacobeo de la Xunta de Galicia para incentivar el regreso de los caminantes. Como en paralelo al Camino, López propone un recorrido sensorial con el que el peregrino experimentará lo que es recorrer cualquiera de estas sendas. Un viaje con muchos principios y un gran final.

La playlist de Xoel López

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