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Florence Oloo, científica keniana: “Cuando las niñas me ven, quiero que piensen en lo que son capaces de conseguir”

La galardonada con el Premio Harambee 2023 impulsa un proyecto en un área rural de Kenia para formar a mujeres y pide que se aumenten las investigaciones científicas en África y que los africanos puedan beneficiarse de los resultados

Patricia R. Blanco
Florence Oloo premio Harambee 2023
Florence Oloo, premio Harambee 2023, este miércoles en Madrid.HARAMBEE (HARAMBEE)

“Soluciones africanas para problemas africanos”. La científica Florence Oloo (Elderet, Kenia, 63 años), galardonada este miércoles con el Premio Harambee 2023 a la Promoción e Igualdad de la Mujer Africana, ilustra con estas cinco palabras la fórmula que cree más eficaz para fomentar el desarrollo del continente. “El caso más obvio fue el de la pandemia de covid-19, que no afectó igual a la población africana que a la del resto del mundo”. “Es cierto”, reconoce, “que murió gente, pero la mayoría lo pasó como un simple resfriado”—hasta el 10 de marzo de 2023 perdieron la vida por coronavirus 6,8 millones de personas en todo el mundo, algo más de 250.000 en África, según la Universidad John Hopkins—. La pregunta que, según Oloo, debería plantearse es “si hay algo genéticamente diferente en los africanos” que les haga más resistentes al coronavirus y la única forma de responderla es “estudiarlo científicamente” en la propia África, afirma durante una entrevista con EL PAÍS esta investigadora que se declara católica y que evidencia la diversidad de perfiles que trabajan en el desarrollo del continente.

La promoción de la investigación científica es una de las labores a las que Oloo ha dedicado gran parte de su carrera profesional. Catedrática de Ciencias Químicas de la Universidad Técnica de Kenia y directora de la plataforma de nanomedicina en el Centro de Investigación en Ciencias Terapéuticas (CREATES), una institución asociada al Consejo de Investigación Científica e Industrial de Sudáfrica, la ciencia fue su “pasión” desde que era una niña. “Éramos tres hermanos y tres hermanas y mi padre, que creía en la educación, nos animó a todos a ir a la escuela, sin distinciones, y yo estudié en una de las mejores escuelas de ciencias de Kenia”, cuenta.

Oloo sabe que el privilegio que disfrutó de niña “no era muy común” entonces, pero siempre ha querido aprovecharlo para servir de inspiración a otras mujeres, especialmente a las más jóvenes. “Cuando las niñas me ven, quiero que piensen en lo que ellas también son capaces de conseguir”, cuenta la científica, convencida de que la clave para el cambio se encuentra en la “educación”. “Estoy muy orgullosa de ser mujer africana y de tener la oportunidad de ayudar a mi país desde mi trabajo”, afirma de forma contundente.

Toman muestras de personas africanas, las usan para la investigación y luego esas personas no se benefician de los resultados obtenidos, quizás pudiendo comprar las medicinas desarrolladas con precios más económicos o gratis

Sin embargo, la ciencia, cree Oloo, debe ir siempre acompañada del “respeto hacia el ser humano”. De profundas convicciones católicas —fue vicerrectora de la Universidad Strathmore, impulsada por el fundador del Opus Dei, José María Escrivá de Balaguer—, dirige el Comité Ético de Strathmore, compuesto por 11 científicos africanos, cuya función es analizar los protocolos de investigación del continente. “Buscamos especialmente salvaguardar los derechos de las personas de acuerdo con los estándares internacionales”, explica la catedrática, que cuenta con cierto orgullo que han logrado frenar investigaciones que “agredían” a los seres humanos. “Luchamos contra la corrupción científica, porque es importante que los datos no sean falsificados, que se respeten los derechos y la privacidad de los participantes y que los resultados de la investigación científica sean genuinos”, destaca. E insiste en la necesidad de aumentar las investigaciones en África, ahora muy centradas en “la covid-19 y en la malaria” para determinar, por ejemplo, qué dosis necesitan específicamente los africanos, que pueden ser diferentes de las que requieren otras poblaciones.

Su fe, según explica Oloo, que en 2009 participó en el Sínodo para África convocado por Benedicto XVI, influye en su “manera de trabajar”. “Soy una única persona”, dice, para explicar que no puede separar su dimensión religiosa de la profesional —“me volvería esquizofrénica”, bromea—. Pero esa creencia en un dios, según asegura, no es la que le da las soluciones a los problemas científicos, aunque sí considera que refuerza la dimensión ética de su labor. Por ejemplo, entre las violaciones de principios éticos que ha detectado el comité que la propia Oloo creó con financiación internacional (del European and Developing Countries Clinical Trials Partnership), la científica destaca los proyectos en los que se “toman muestras de personas africanas, las usan para la investigación y luego esas personas no se benefician de los resultados obtenidos, quizás pudiendo comprar las medicinas desarrolladas con precios más económicos o gratis”.

Oportunidades para las mujeres del mundo rural

Si la ciencia es su primera pasión, la otra es “trabajar para la mujer que vive en las zonas rurales de Kenia”. Y lo hace a través del Centro de Estudios Jakana, un proyecto que ha impulsado en Kanyawegi, una pequeña localidad a 18 kilómetros de Kisumu (oeste de Kenia), donde ofrece formación a mujeres de entre 18 y 30 años para que establezcan sus propios negocios.

“Yo soy del pueblo luo, y los luo venimos de Kisumu, así que he querido trabajar para estas mujeres que no tienen oportunidades”, cuenta Oloo, que ahora está centrada en la recaudación de fondos para seguir fortaleciendo el programa, al que destinará íntegramente su premio, patrocinado por la marca para el cuidado del cabello Rene Furterer. “Con muy poco dinero, se consiguen muchas cosas y se ven muy pronto los cambios”, afirma.

La científica está especialmente preocupada por los desafíos que, desde su punto de vista, afrontan estas mujeres: “La deserción escolar también conduce a la ociosidad de las niñas y esta situación las expone a relaciones sexuales, lo que conduce a embarazos adolescentes, infección de VIH o matrimonios precoces”.

—¿Qué le diría a una mujer que le pidiera consejo sobre el uso de métodos anticonceptivos?

—Estas chicas me ven como un modelo, ven lo que yo he conseguido, no porque sea cristiana, sino como ser humano.

—Pero, si le preguntan por métodos anticonceptivos. ¿Qué les diría?

—Estamos hablando de salud reproductiva y es necesario escuchar al cuerpo. Yo las escucho y respeto. Creo que las mujeres tienen que entender lo que los químicos le hacen a su cuerpo, ahora, dentro de 10 años y dentro de 50 años. Y luego, ellas deciden.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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