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La infancia de Sudán está en peligro de muerte

En los últimos dos años, el número de niños que necesita ayuda humanitaria ha aumentado hasta alcanzar los ocho millones, un 35% más que en 2020

Jartum Sudan
Un manifestante socorre a un adolescente durante una manifestación en Jartum, capital de Sudán, el 29 de septiembre de 2022.- (AFP)
Irene Vega Medina

Uno de cada tres niños de Sudán necesita ayuda humanitaria, alrededor de ocho millones, según las más recientes estimaciones de Unicef. Esto supone un aumento de 2,7 millones en los últimos dos años, un 35% más. Este incremento se debe, en gran medida, a la creciente inseguridad alimentaria, un problema que ha intensificado las ya existentes crisis de desnutrición, falta de acceso a agua potable, salud y educación. Varios órganos de Naciones Unidas –Unicef y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR) entre ellas– lanzaron una advertencia a finales de septiembre del peligro que corren los menores de edad del país debido a las inundaciones, la crisis política y la guerra en Ucrania.

Tres millones de menores de cinco años en Sudán padecen desnutrición, de los cuales 650.000 sufren la versión más grave. Aproximadamente la mitad morirá si no recibe tratamiento, asegura Unicef. Sanjida Tawhid, directora de Acción contra el Hambre en el país, trabaja para evitar que el pronóstico se haga realidad con proyectos centrados en nutrición, acceso a agua, saneamiento e higiene. Para ello, la ONG cuenta con las organizaciones locales, pues así “todo es más fácil”. Por su experiencia, opina que esta forma de operar es una manera de atajar “a largo plazo” los problemas que enfrenta la sociedad. Ella es de Bangladés, al este de la India, y sabe lo que es recibir dinero sin el apoyo técnico para implementar las soluciones. “La gente no quiere una tirita, quiere curar la herida de raíz”, explica.

La sudanesa Galya Salah es responsable de salud y nutrición en la misma ONG que Tawhid. En una conversación telefónica explica que ella trabaja en una zona rural al sureste, en el estado de Nilo Blanco, donde la situación a nivel político “está más tranquila”, a diferencia de lo que ocurre en Jartum, la capital del país, donde la gente está “buscando la revolución”. Salah cuenta que la educación se interrumpió cuando se produjo el golpe de Estado en octubre 2021. Según datos de Unicef, aún hoy aproximadamente 6,9 millones de niños, uno de cada tres en edad escolar, no van al colegio, y otros 12 millones están afectados por la falta de maestros e infraestructuras.

En la zona en la que trabaja Salah, la gente no está contenta porque “hay demasiados problemas a los que el Gobierno no llega”, como los desastres naturales y las enfermedades. Dos de los mayores problemas que vive Sudán, cuenta, son la falta de seguridad y el transporte, que no conecta las zonas menos pobladas con la capital. Ni siquiera la conexión a internet es estable. De hecho, Salah reconoce que “la cobertura no es muy buena” y termina por mandar sus apreciaciones por notas de voz.

La pobreza va en aumento y esto implica mayor desnutrición, explica Ashraf Mustafa, que trabaja con Unicef y el Ministerio de Salud del Estado del Mar Rojo en cuestiones de alimentación en menores de cinco años. En Hiya, donde opera, la población es rural y vive en pueblos lejanos que no tienen acceso a agua potable. “El 50% de los casos que nos llegan ni siquiera pueden permitirse comprar los alimentos básicos que necesitan los niños”, añade.

La directora de Acción contra el Hambre de Sudán, Sanjida Tawhid, ha constatado los efectos de la desnutrición en la población en sus más de 15 años de experiencia en países como Afganistán. “Las capacidades cognitivas se ven afectadas, los niños se debilitan y atrofian. No es algo que se aprecie de inmediato, sino que se ve unos meses después de que comience la crisis”, puntualiza en una conversación telefónica.

La situación en Hiya, explica Mustafa, está empeorando, especialmente con la situación económica y la temporada de lluvias, en la que, debido a la falta de agua potable, ven más casos de diarrea y consecuentemente un aumento de la desnutrición.

El aumento de los precios de los alimentos y la insuficiencia de fondos para el suministro de raciones alimentarias ha supuesto un recorte del 50% de las mismas
Assadullah Nasrullah, responsable de comunicación de ACNUR en Sudán

A la falta crónica de alimentos, se suman las fuertes subidas de los precios causados por la guerra en Ucrania. En el caso de la población local, el aumento implica que muchas familias no puedan acceder a una dieta mínima saludable y carecen de carbohidratos, proteínas o grasas en sus dietas, explica Ashraf Mustafa.

Sin embargo, estos problemas afectan de manera desproporcionada a los niños, sobre todo, a los que viven en campamentos de refugiados y de desplazados internos. Este es el caso de Sudán. “Muchos carecen de apoyo financiero”, advierte Assadullah Nasrullah, responsable de comunicación de ACNUR en el país. “El aumento de los costes de los alimentos y la insuficiencia de fondos para el suministro de comida ha supuesto un recorte del 50% de las raciones que se reparten entre esta población en el mundo desde julio”, aclara el experto.

Sudan acoge a 1,1 millones de refugiados, de los cuales el 43% son niños

El 2021 acabó con 89,3 millones de personas fuera de sus hogares debido a la persecución, situaciones de conflicto o violaciones de derechos humanos, según datos de ACNUR. De ellas, 53,2 millones eran desplazados internos, 27,1 millones refugiados y 4,6 millones solicitantes de asilo. Sudán es uno de los países de África que más personas acoge. Actualmente, cuenta con 1,1 millones de refugiados, de los cuales el 43% son niños (0-17 años). El 77% del total procede Sudán del Sur debido a la guerra civil que asola aquel país. Le siguen Eritrea, Chad, Etiopía, República Centroafricana, Siria y Yemen.

La situación económica supone una presión añadida para las organizaciones. El problema está en que “el coste de la prestación de ayuda humanitaria está aumentando debido a la inflación y, sin un incremento de la financiación, los fondos que han recibido no dan para satisfacer todas las necesidades”, lamenta el representante de ACNUR. En el llamamiento que hizo la agencia el 23 de septiembre advertía de que solo habían recibido un tercio de los 348,9 millones de dólares (352,41 millones de euros) necesarios.

El clima en contra

Las lluvias torrenciales e inundaciones que afectan anualmente al país también suponen un motivo de presión para las agencias humanitarias. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) informó el pasado 25 de septiembre de que al menos 349.000 personas se han visto afectadas por ellas; unas 146 han muerto y otras 122 han resultado heridas. Nosiba Kamal Ali Ahmad, directora de proyectos en la Organización de Desarrollo CAFA, es de Kosti, una ciudad al sur de Jartum, y se pregunta: “Si todos los años es lo mismo, ¿cuándo van a poner fin a este círculo vicioso el Gobierno y las ONG?”

Las intensas tormentas, que comenzaron el pasado mayo, han destruido al menos 24.800 casas y han dañado otras 48.200 en 16 de los 18 Estados, lo que ha dejado a miles de familias sin hogar. Tanto Nasrullah (ACNUR) como Tawhid (Acción contra el Hambre) concuerdan en la dificultad de acceso a diversas zonas debido al pésimo estado en el que se encuentran las carreteras, lo que retrasa la respuesta de las organizaciones. La única solución, añade Ali Ahmad (CAFA), es que se invierta en infraestructuras: “Hacen mucha falta”.

Cerca del 40% de la población no tiene acceso al suministro de agua potable y un 70% no tiene saneamiento básico, situaciones que se ven intensificadas debido a las inundaciones. Estos servicios, además de la higiene y la atención médica son vitales para salvar vidas infantiles, recuerda Unicef.

Este año, las clases se pospusieron durante un mes debido a las inundaciones, cuenta Mahmoud Eisa Arbab, maestro en Mayo, una de las localidades más pobres del estado de Jartum. Finalmente abrieron el 2 de octubre. “En mi escuela, no todos estaban preparados para volver. De más de 200 alumnos, solo 17 vinieron el primer día. Cuando preguntamos, nos dijeron que o no habían podido comprar el uniforme y el material escolar o que estaban confundidos con la fecha de reapertura”, cuenta.

En Sudán, el 70% de menores de 10 años no puede leer ni comprender una oración simple

Más educación

La educación también preocupa a las agencias de ayuda humanitaria, ya que casi siete millones de niños no van a la escuela en Sudán. El 70% de menores de 10 años no puede leer ni comprender una oración simple, apunta Unicef. En el caso de las infancias refugiadas, el acceso a la educación es un gran reto, explica Nasrullah. “Los que viven fuera de los campamentos carecen de recursos para enviar a sus hijos a la escuela”. Los centros, además, no tienen capacidad para absorber a los nuevos alumnos debido a la falta de aulas y material educativo, expone el experto de ACNUR.

Algunas escuelas no tienen suficientes aseos o suministros, admite el masestro Arbab. Los alumnos de muchos colegios provienen de zonas en conflicto y de familias muy pobres. Él tiene una clase de 40 alumnos (la media en España es de 25 en primaria), pero reconoce que en los últimos tiempos ha visto menos niños en sus aulas. “Esto se debe a la situación económica de Sudán. Los niños no pueden ni siquiera pagarse el desayuno y en el colegio no hay comia”, explica.

Arbab cuenta que los constantes cierres de escuelas están provocando que un alto número de alumnos abandonen la escuela y casi nunca regresan. “También estamos viendo más trabajo infantil. Una vez que ganan dinero, se quedan allí”.

El año pasado, las escuelas se cerraron cuatro veces, explica el maestro. Primero se pospuso la vuelta a las aulas, sin embargo, para él es como si hubiese sido el primer cierre. Luego, el 25 de octubre y otra vez cuando los profesores se pusieron en huelga debido a los bajos salarios. “Ganamos entre 120 y 200 dólares [misma cantidad en euros al cambio actual] según el grado y es muy poco”, lamenta. Las escuelas volvieron a cerrarse a finales de año por la inestabilidad del país.

Faltan vacunas

La tasa de inmunización rutinaria, que está en declive, es otro frente abierto. Entre 2019 y 2021 se duplicó el número de niños que no han recibido ni una sola dosis de las vacunas que salvan vidas, como la de la meningitis A, que está incluida en el calendario de vacunación rutinaria desde 2016. La directora de Acción contra el Hambre en Sudán achaca la falta de atención a los asuntos de salud a un problema más arraigado en la sociedad: la escasa formación de las mujeres. “La mayoría no tiene acceso a información y a servicios de salud sexual y reproductiva y, por consiguiente, existe un vacío en las prácticas de cuidados. Las madres tienen que estar en condiciones para cuidar a sus hijos, tanto durante la gestación como después. Si a la falta de información le añadimos problemas de salud mental y las violencias a las que están sujetas, el declive en la educación y los cuidados es palpable”, aclara.

Unicef, ACNUR y Acción contra el Hambre son conscientes de las dificultades a las que se enfrentan tanto la sociedad como las propias organizaciones humanitarias. Actualmente, la agencia de refugiados trabaja con el Gobierno y sus socios para ampliar la respuesta, pero las necesidades son inmensas y no llegan a cubrirlas, alerta Nasrullah. La directora local de Acción contra el Hambre es algo más optimista y cree que la “resiliencia” de la sociedad sudanesa será un punto que juegue a su favor. “Fueron los jóvenes los que salieron a la calle a luchar por sus derechos y serán ellos quienes saquen el país adelante”, sentencia.

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Sobre la firma

Irene Vega Medina
Redactora en prácticas en la sección de Local desde febrero 2023, anteriormente en Planeta Futuro. Graduada en Lenguas Modernas Cultura y Comunicación, con un máster en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos, ambos en la Universidad Autónoma de Madrid. Cursó el máster de periodismo UAM-EL PAÍS con la promoción 2021-2023.

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