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La FAO prepara la llegada de El Niño: cómo actuar contra el hambre antes de que se desaten las crisis humanitarias

El Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias apunta que la comunidad internacional dispone de datos suficientes para prevenir que más personas caigan en inseguridad alimentaria

Somali woman
Una mujer amamanta a su hijo en un campo de desplazados a las afueras de Dollow, Somalia. La desnutrición aguda entre las embarazadas y las madres lactantes ha aumentado un 25% en los últimos dos años en 12 países, duramente golpeados por el aumento de los precios de los alimentos por la guerra en Ucrania.Jerome Delay (AP)
Alejandra Agudo

Si la previsión diaria del tiempo anuncia lluvias, cualquiera puede coger su paraguas para abrirlo en cuanto caigan las primeras gotas. Es la lógica de la previsión para evitar acabar empapado cuando caiga el chaparrón. Esa misma lógica es la que el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI, por sus siglas en inglés) pide aplicar en las crisis humanitarias que ponen en riesgo el pan de cada día de la población mundial. Lo hace en su informe anual, publicado recientemente. Con este enfoque, la Agencia de Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) ha anunciado este abril que ya está preparando una respuesta anticipada a la emergencia alimentaria que sus expertos prevén que causará la llegada de El Niño, prevista para junio. El fenómeno climático relacionado con el calentamiento del Pacífico oriental ecuatorial podría significar problemas para partes de África, América Central y el Extremo Oriente asiático, adelanta el organismo.

La FAO ya sabe que la anterior aparición de El Niño, en 2015 y 2016, afectó a más de 60 millones de personas en cerca de 23 países. Y las previsionen anuncian que este año va a volver. “Las alertas tempranas significan que tenemos que tomar medidas anticipadas, y apoyaremos a nuestros miembros en estos esfuerzos, en la medida en que lo permitan los recursos”, asegura Rein Paulsen, responsable de la Oficina de Emergencias y Resiliencia de la FAO, en un comunicado. Concretamente, la FAO impulsa la creación de almacenes comunitarios de semillas, la evaluación de las reservas estratégicas de alimentos y el refuerzo de las campañas de vigilancia zoosanitaria.

El Niño de 2015 y 2016, afectó a más de 60 millones de personas en cerca de 23 países. Este 2023, está previsto que este fenómeno meteorológico cíclico vuelva

A los expertos del organismo les preocupa especialmente África austral, América Central y el Caribe y partes de Asia, ya que varios países de estas regiones ya registran niveles altos de inseguridad alimentaria aguda. Además, algunas campañas agrícolas están en riesgo, debido a la sequía o a las inundaciones y tormentas que provoca El Niño. En un contexto global en el que el número de hambrientos ha alcanzado cifras récord —828 millones de personas en 2021, 46 millones más que en 2020, según los últimos datos de la FAO―, y en el que 205 millones en 19 territorios necesitarán ayuda urgente para comer en 2023, adelantarse a la probabilidad de catástrofe es salvar vidas. El incremento de subalimentados se debe, según los autores de IFPRI, “a los conflictos, la pandemia, los desastres naturales relacionados con el clima y la desaceleración de la economía en muchos países”. Pero se puede revertir esta tendencia, agregan, si la comunidad internacional anticipa su respuesta a las crisis gracias a datos y estimaciones ya disponibles. Así se podrían prevenir los peores efectos y actuar más rápido cuando se producen.

Es lo que está haciendo la FAO en el caso de El Niño: ha desarrollado protocolos de acción anticipada para la sequía en Burkina Faso, Chad, Níger, el sur de Madagascar, Malaui, Zimbabue, Filipinas, Pakistán y en América Central, y dice estar preparada para “actuar con prontitud, en coordinación con gobiernos y socios, si las previsiones se materializan”. Para las zonas que sufrirán sequía, especifica la necesidad de distribuir ya herramientas agrícolas y semillas de variedades de cultivos tolerantes a la falta de agua antes de las temporadas de siembra; también repartir piensos y vacunas para el ganado, rehabilitar tomas de riego, canales y otros puntos de agua, a la par que se forma a las comunidades sobre técnicas de recogida de agua.

Para las áreas que padecerán inundaciones, el organismo recomienda y apoya iniciativas para establecer lugares de almacenamiento de alimentos y provisión, por ejemplo, bolsas herméticas para reducir las pérdidas posteriores a la cosecha. También hace un seguimiento de los ciclones, para activar la ayuda humanitaria ―como transferencias de efectivo a los afectados y grupos vulnerables― antes de que toquen tierra y causen destrozos. O establecer previamente rutas de evacuación para el ganado, medios de vida para parte de la población. E, importante, recolectar las cosechas con antelación cuando se prevean inundaciones.

Las crisis, la nueva normalidad

“Las crisis, los choques y la volatilidad han dejado de ser excepciones y pueden convertirse en la nueva normalidad”, afirmó Johan Swinnen, director general del IFPRI, en la presentación del informe Repensar las respuestas a las crisis alimentarias. “De ahí que debamos predecir y prepararnos mejor, implantar una gobernanza y unas instituciones eficaces y responsables, e invertir para aumentar la resiliencia frente a futuras crisis. Aunque hace años que se debate un enfoque del nexo entre ayuda humanitaria, desarrollo y paz, este informe proporciona una sólida base política para seguir avanzando”, opina.

“Las adversidades son normales, pero no es justo que estos impactos causen un sufrimiento masivo y de largo plazo. Necesitamos más conocimientos sobre los factores que hacen vulnerables a las personas, como un termómetro de la comunidad igual que lo usamos para detectar enfermedades en el cuerpo humano”, señaló Ousmane Badiane, presidente ejecutivo y director general en funciones de Akademiya2063. Esta entidad sin ánimo de lucro, con sede en Kigali, provee de evidencia a los gobiernos africanos para la elaboración de políticas públicas encaminadas a cumplir los objetivos de la Agenda 2063 de la Unión Africana.

El informe de IFPRI subraya que, como resultado de la sucesión y superposición de las distintas emergencias, la población de los países más pobres no tienen recursos suficientes para amortiguar el golpe y garantizarse, al menos, una alimentación suficiente. El 30% de quienes viven en estos contextos de crisis prolongadas sufren pobreza extrema (con menos de 1,9 dólares al día). Tampoco sus gobernantes cuentan con presupuesto suficiente para activar medidas y subsidios que saquen de esta vulnerabilidad a sus ciudadanos. Como ejemplo, en un país como Egipto (que no es de los menos adelantados del planeta) el 48% de los hogares declara que come menos alimentos para reducir gastos, y el 75% asegura que consume menos pollo y huevos, fuentes esenciales de proteínas. Además de empeorar su dieta, o incluso carecer de ella, otros recortes que se aplican las familias empobrecidas cuando les vienen peor dadas son en educación y salud, anota el organismo.

“Las perspectivas para 2023 siguen siendo preocupantes. (...) Estos índices podrían alcanzar niveles críticos si la producción mundial de alimentos básicos disminuyera debido a la gran reducción de las cosechas en Ucrania, a las condiciones de sequía previstas en el hemisferio sur, y la caída de la producción de cereales por una menor aplicación de fertilizantes debido a los precios relativamente altos”, advierten desde IFPRI. El fenómeno El Niño se ha sumado a esta ecuación fatal.

Las recomendaciones del IFPRI pivotan en torno a tres pilares: predecir y prepararse antes de las crisis, creación de mecanismos más fuertes que hagan que la población pueda aguantar el impacto cuando una sucede, y poner en el centro de las medidas de anticipación y respuesta a las mujeres, los migrantes y otros grupos vulnerables.

Los shocks son normales, pero no es justo que estos impactos causen un sufrimiento masivo y de largo plazo
Ousmane Badiane, Akademiya2063

En cuanto a la primera pata, ya existen mecanismos internacionales que hacen seguimiento de la inseguridad alimentaria en el planeta, así como de las tendencias de los mercados agroalimentarios. Es lo que hace el Sistema mundial de información y alerta sobre la alimentación y la agricultura de la División de Mercados y Comercio de la FAO. “Esta información es muy útil, pero se tiene que mejorar para precisar más las respuestas”, pide el IFPRI. Friederike Greb, economista del Programa Mundial de Alimentos, subraya que, cuando se habla de anticiparse a los choques, lo fundamental es detectar potenciales riesgos. “Necesitamos un monitoreo en tiempo real de los precios de los alimentos, cómo estos afectan a cada contexto y cuáles son las vulnerabilidades locales que incrementan o mitigan el impacto”, explica. Solo así se pueden aplicar “modelos de predicción” robustos sobre cómo se van a comportar los mercados.

Con esta información, se puede preparar lo que Sikandra Kurdi, investigadora del IFPRI, llama “una respuesta anticipatoria”: destinar recursos a potenciales crisis cuando surgen los primeros signos de alerta y antes de que estallen. De este modo, asegura, la atención humanitaria cuando se desencadene la tormenta requerirá menos inversión y reducirá el sufrimiento humano. Con la respuesta tradicional, cada año se necesitan más fondos que el anterior porque no se previenen ni evitan las crisis. De hecho, aumentan. Así, las solicitudes de ayuda humanitaria en 2022 alcanzaron la cifra récord de 41.000 millones de dólares (más de 37.200 millones de euros) para atender a 183 millones de personas en extrema necesidad, según la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU. Una cantidad que la comunidad internacional no pudo cubrir.

La igualdad de las mujeres en los sistemas agroalimentarios podría aumentar el PIB mundial en un billón de dólares
Informe FAO

En cuanto a la segunda de las recomendaciones, Katrina Kosec, investigadora y una de las autoras del informe de IFPRI, especifica: “De cara al futuro, los gobiernos no solo deben aspirar a predecir, prevenir y mitigar mejor las crisis, sino también a gobernar para la resiliencia y la equidad”. Esto es, para que las comunidades estén mejor preparadas, sean más fuertes, menos pobres, menos vulnerables. El informe aconseja a los gobiernos que mantengan un entorno empresarial que fomente la flexibilidad y la innovación técnica y financiera, así como la implementación de “sistemas de protección social flexibles, sensibles a las crisis y cuidadosamente orientados”, como los que se desarrollaron durante la pandemia.

Finalmente, los autores destacan la especial atención que deben recibir dos grupos entre los vulnerables: las mujeres y los migrantes. Las primeras sufren las crisis “desproporcionadamente”, recuerdan. Las intervenciones en emergencias como las transferencias de efectivo, la creación de grupos organizados en la sociedad civil o la formación tienen que estar orientadas “explícitamente” a mejorar la igualdad de género. Esto generaría, además, un enorme beneficio a la humanidad, según otro informe publicado por la FAO. “La igualdad de las mujeres en los sistemas agroalimentarios podría aumentar el PIB mundial en un billón de dólares y acabar con la inseguridad alimentaria de 45 millones de personas”, asegura este documento.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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