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Exportar materias primas a los países ricos para pagar la deuda e importar alimentos: el círculo vicioso del hambre

La quinta Conferencia de la ONU sobre los Países Menos Desarrollados arranca en Qatar, mientras los expertos reclaman medidas para aliviar el endeudamiento en un contexto de inflación que ha disparado el precio de los alimentos y los fertilizantes

hambre sudán
Una mujer y su hija esperan sentadas en el centro de nutrición del campo de Kalma, en Darfur (Sudán), el pasado 20 de febrero.ABDELMONIM MADIBU (AFP)
Patricia R. Blanco

La crisis del elevado precio de los alimentos ha entrado en una nueva fase: los países de bajos ingresos se enfrentan a la decisión de elegir entre pagar deudas cada vez mayores o alimentar a su población con importaciones de alimentos cada vez más costosas. Ninguna opción es buena: ambas hundirán “a más millones de personas en el hambre”, alerta un informe del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios Sostenibles (IPES Food), en el que los especialistas en alimentación reclaman medidas para aliviar la deuda y la transformación de los sistemas alimentarios con el objetivo de acabar con el “círculo vicioso” que incrementa el hambre y la pobreza en los países con menos recursos. El documento ha sido hecho público este lunes, coincidiendo con la quinta Conferencia de la ONU sobre los Países Menos Adelantados, que se celebra entre el 5 y el 9 de marzo en Doha (Qatar) y donde el secretario general de la ONU, António Guterres, ha criticado que el sistema financiero mundial haya sido diseñado “por los países ricos, en gran medida para su beneficio”. “Privados de liquidez, muchos de vosotros [los países con menos recursos] os veis excluidos de los mercados de capitales por unos tipos de intereses depredadores”, señaló Guterres el pasado sábado durante la apertura.

La Cumbre de los Países Menos Adelantados, que se celebra cada 10 años —pero que tuvo que ser pospuesta en 2021 por la pandemia de covid-19—, intentará movilizar durante esta semana la acción internacional para apoyar a los 46 países del mundo menos desarrollados, en total, 33 africanos, 12 de Asia-Pacífico más Haití. Entre las medidas que estudiarán, según señaló el pasado sábado Guterres, figuran “controlar el elevado coste de la deuda mediante esfuerzos para reducir los tipos de interés, al tiempo que se mejoran las condiciones de préstamo establecidas por los bancos multilaterales de desarrollo”.

Alrededor de 349 millones de personas se enfrentaban en noviembre de 2022 a una inseguridad alimentaria aguda, 49 millones se encontraban al borde de la hambruna y 45 países necesitaban asistencia alimentaria externa, según los datos del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas. Pero estos datos tienen el riesgo de empeorar. Aunque en 2023 los precios mundiales de los alimentos han regresado a los niveles de noviembre de 2021, según los datos de la FAO, “la desnutrición sigue aumentando”, puesto que los precios de la comida, los fertilizantes y la energía siguen siendo altos en términos históricos tras la invasión rusa de Ucrania.

Alrededor de 349 millones de personas se enfrentaban en noviembre de 2022 a una inseguridad alimentaria
Programa Mundial de Alimentos

Esta situación, unida al cada vez mayor esfuerzo requerido para pagar las deudas, provoca que “el 60% de los países de bajos ingresos y el 30% de los países de ingresos medios corran un alto riesgo de sobreendeudamiento o ya se encuentren sobreendeudados y que 21 países se acerquen ya a niveles catastróficos de deuda y escasez de alimentos”, sostiene el informe. En total, en términos medios, han aumentado en un 35% durante 2022 los costes para afrontar las deudas estatales. Países como Zambia, Sri Lanka o Surinam se vieron obligados a dejar de pagar sus deudas, mientras que Ghana y Pakistán negocian cómo evitar incumplir con los pagos.

Los intereses del Norte Global

Esta deuda acumulada no puede explicarse únicamente en términos de “mala gestión económica, corrupción y conmociones externas como la pandemia de covid-19″, los argumentos tradicionales que se suelen esgrimir para explicar la situación económica de los países con menos recursos, defiende el informe. “Históricamente y aún hoy, la deuda persistentemente alta en los países más pobres del mundo es en gran parte el resultado de sistemas económicos globales diseñados para adaptarse a los intereses de poderosos gobiernos y acreedores en el Norte Global”, denuncian los expertos.

El informe del IPES Food alude a los “actuales sistemas alimentarios” como responsables de los “desequilibrios macroeconómicos y la deuda insostenible” de los países de bajos ingresos. La necesidad de importaciones de alimentos, según consideran los expertos, es solo “la punta del iceberg”. “A principios de los ochenta, una gran crisis de deuda reformuló los sistemas alimentarios en el Sur Global, desencadenando políticas cuyos legados aún se pueden sentir en la actualidad”, relata el documento. Según los autores del informe, bajo los programas de “ajuste estructural” introducidos por el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, los países en desarrollo estaban obligados a recortar los gastos estatales, liberalizar sus economías y priorizar el crecimiento impulsado por las exportaciones en sectores como la agricultura para obtener divisas que podrían usarse para pagar deudas e importaciones. El resultado son sistemas alimentarios y una deuda insostenible que provocan un aumento del hambre y de la pobreza en los países más pobres del mundo. En lugar de que los países del Sur Global prioricen el cultivo de alimentos que sirvan para cubrir las necesidades nutricionales de la población, el sistema económico los obliga a priorizar el pago de la deuda con la producción de las materias primas que reclama el Norte Global, lo que a su vez deja a los gobiernos sin capacidad para construir sistemas alimentarios sostenibles y resistentes al cambio climático.

Estamos vendiendo café y algodón a los ricos para pagar deudas, mientras importamos alimentos básicos cada vez más inasequibles del exterior
Million Belay, experto de IPES Food

“Las economías y los sistemas alimentarios de muchos países africanos están al borde del colapso. África está atrapada en un aprieto”, explica Million Belay, experto de IPES Food. “Estamos vendiendo café y algodón a los ricos para pagar deudas, mientras importamos alimentos básicos cada vez más inasequibles del exterior, el cambio climático golpea nuestras cosechas y los pagos de intereses se disparan fuera de control”, continúa.

Una lucha eficaz contra el hambre requiere, según el panel de expertos del IPES Food, “romper el ciclo de los sistemas alimentarios insostenibles, el hambre y la deuda”. Para ello, no solo es preciso “aliviar la deuda”, sino también “transformar los sistemas alimentarios” y fomentar “la resiliencia al cambio climático” para reducir las importaciones de alimentos.

“Las deudas de las naciones más pobres deberían cancelarse para permitirles alimentar a su gente, pero esto no es suficiente”, espeta Lim Li Ching, copresidenta del IPES Food. Por eso, Lim apuesta también por “invertir en la creación de alimentos y en una agricultura resilientes”, que permita reparar las injusticias históricas que han dejado a los países pobres en una situación cuya única salida era producir recursos para los países ricos. Pero también es preciso, según considera, que la toma de las decisiones sobre los sistemas alimentarios se reforme para poner en primera línea las necesidades “de los países más pobres y las poblaciones maginadas del mundo”.

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Sobre la firma

Patricia R. Blanco
Periodista de EL PAÍS desde 2007, trabaja en la sección de Internacional. Está especializada en desinformación y en mundo árabe y musulmán. Es licenciada en Periodismo con Premio Extraordinario de Licenciatura y máster en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid.

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