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Tres adolescentes alertan al mundo desde el campo de refugiados climáticos más grande de Somalia

Estos jóvenes, expulsados de sus tierras debido a las peores sequías del país en cuatro décadas, han decidido convertirse en activistas por el clima

Campo refugiados climaticos Baidoa
Shukri Muktar Mohamed y Mohamed Bare Maalin, ambos de 14 años, en el campo de refugiados climáticos de Baidoa.Joost Bastmeijer

La vida en el campo de refugiados climáticos más grande de Somalia, situado al sur del país, es dura. En él, casi 360.000 personas desplazadas viven en 500 localidades alrededor de la pequeña ciudad de Baidoa. Y la cifra no deja de aumentar: cada día, nuevos desplazados internos llegan allí en busca de refugio, medicación, comida y agua.

Sin embargo, para Shukri Muktar Mohamed y Mohamed Bare Maalin, de 14 años, y Fadumo Ibrahim Noor, de 17, hace años que este es su hogar. Todos llegaron aquí durante anteriores sequías, y nunca han vuelto a sus lugares de origen. Para dar a conocer las consecuencias del cambio climático para los niños en Somalia, que atraviesa su peor sequía en los últimos 40 años, han decidido unirse y convertirse en activistas por el clima.

EL PAÍS habló en Baidoa con los tres adolescentes sobre el pasado y el presente, sus esperanzas y sus sueños. Quieren que sus voces sean escuchadas, porque aseguran que los niños son los que más sufren los cambios en el clima. “El cambio puede llegar si alzamos nuestra voz y defendemos nuestros derechos. Por eso quiero compartir mis historias sobre cómo el cambio climático me ha afectado a mí y a otros niños como yo. Creo que, a través de mi activismo, las cosas pueden cambiar para los niños de Somalia”.

Fadumo Ibrahim Noor, 17 años

Fadumo Ibrahim Noor, de 17 años, en el campo de refugiados de Baidoa (Somalia).
Fadumo Ibrahim Noor, de 17 años, en el campo de refugiados de Baidoa (Somalia).Joost Bastmeijer

“Recuerdo perfectamente el momento en que tuvimos que dejar nuestra casa, fueron tiempos muy traumáticos. Nuestra tierra era estéril, no crecía ningún cultivo. Mis padres tenían la esperanza de que llegara la lluvia y pudieran cosechar algo, pero a medida que pasaban los días, se dieron cuenta de que no iban a recoger nada en todo el año. Al mismo tiempo, nuestros animales morían uno tras otro. Nosotros todavía teníamos qué comer gracias a las cosechas anteriores, pero ya no teníamos agua. En el resto del pueblo era un problema. Después de varios días sin agua, mis padres tomaron la decisión de dejar nuestra casa.

Mi madre me cogió la mano y me dijo que ese mismo día nos iríamos caminando a la ciudad de Baidoa. Pensé que tal vez caminaríamos unas cuantas horas. Teníamos que llevar a mis hermanos pequeños a la espalda, era muy cansado. Cuando le dije a mi madre que necesitaba descansar, ella me contestó que descansaría cuando llegáramos a un árbol que había más allá. Pero cuando llegamos al árbol me dijo que podríamos descansar cuando llegáramos a una casa que se veía. Y así durante tres días, hasta que por fin llegamos a Baidoa.

“Los cambios en el clima han acabado con la infancia de muchos de nosotros. Muchos niños no pueden ir al colegio y tienen que trabajar como adultos. Se trasladan de un sitio a otro en busca de comida y agua, lo cual los desarraiga de su red social”
Fadumo Ibrahim Noor, activista climática de 17 años

No hay que subestimar las consecuencias del cambio climático para los niños. Aquí, en Somalia, los cambios en el clima han acabado con la infancia de muchos de nosotros. Muchos niños no pueden ir al colegio, son obligados a casarse y tienen que trabajar como adultos. Se trasladan de un sitio a otro en busca de comida y agua, lo cual los desarraiga de su red social y no pueden hacer amigos con los que jugar. A menudo tienen que abandonar sus juguetes, su ropa y demás pertenencias para que, en su lugar, la familia pueda cargar agua y comida.

Los niños somalíes no tenemos una plataforma para compartir nuestro punto de vista. Nunca podemos expresar nuestras preocupaciones, es como si nuestra voz no importara. Creo que el cambio puede llegar si alzamos nuestra voz y defendemos nuestros derechos. Por eso quiero compartir mis historias sobre cómo el cambio climático me ha afectado a mí y a otros niños como yo. Creo que, a través de mi activismo, las cosas pueden cambiar para los niños de Somalia”.

Mohamed Bare Maalin, 14 años

Mohamed Bare Maalin, de 14 años.
Mohamed Bare Maalin, de 14 años.Joost Bastmeijer

“Me llamo Mohamed Bare Maalin y tengo 14 años. Llegamos a Baidoa en 2017. Ya llevo cinco años viviendo aquí, y esto se ha convertido en mi hogar. Antes no iba al colegio porque en el pueblecito donde vivía no había, pero gracias a las organizaciones humanitarias que trabajan en el campamento ahora puedo ir al colegio y aprender, así que la situación es relativamente buena.

Oí hablar del cambio climático por primera vez en el colegio. He aprendido muchas cosas sobre nuestro medio ambiente aquí, en Somalia. Nuestro profesor nos ha enseñado que el cambio climático es algo que se puede provocar a nivel local. Los árboles son muy importantes por sus raíces y su sombra. Pero antes de que empezaran a morir por falta de lluvia, la gente los cortaba para construir casas. Otros vendían la madera para ganar dinero. Pero también las emisiones de las empresas industriales están causando el cambio climático.

“La sequía nos afecta a todos. Tuvimos que dejar nuestros hogares y venir a este campamento. Incluso aquí, a veces, hace demasiado calor”
Mohamed Bare Maalin, 14 años

La sequía nos afecta a todos. Tuvimos que dejar nuestros hogares y venir a este campamento. Incluso aquí, a veces, hace demasiado calor. Hay días en que no podemos estar en la clase y tenemos que salir afuera. Cuando llega el viento, ni siquiera nuestras casas hechas con telas nos dan suficiente protección. Hay arena por todas partes, está caliente y te puede hacer daño en la cara y en los ojos. Muchos niños tienen que trabajar para que sus padres tengan algo de dinero. Hacen trabajos ocasionales como recoger leña o lavar la ropa de otros. Esto también es consecuencia del cambio climático, porque la gente se ha quedado sin sus medios de vida.

Para que se produzca un cambio en la comunidad, lo primero tenemos que unirnos. No hay orden. Si la comunidad, el Gobierno y las ONG internacionales trabajan juntos, quizá puedan establecer reglas sobre el cambio climático. Por ejemplo, podrían poner una norma según la cual, si alguien corta un árbol, tiene que plantar otro. Y si todo el mundo se preocupa por el árbol, las cosas pueden cambiar. Tenemos que empezar poco a poco, pero estoy seguro de que los demás nos escucharán porque somos niños”.

Shukri Muktar Mohamed, 14 años

Shukri Muktar Mohamed, de 14 años.
Shukri Muktar Mohamed, de 14 años.Joost Bastmeijer

“Me llamo Shukri Muktar Mohamed y tengo 14 años. Tengo seis hermanas y dos hermanos. Nací en Kasadere. Antes criábamos animales, porque, como tanta gente en Somalia, mis padres son pastores. Cerca de nuestra casa teníamos un poco de tierra en la que cultivábamos algunas plantas, pero cuando las lluvias dejaron de llegar, cada vez nos costaba más encontrar pasto para nuestras cabras y vacas. La tierra se secó, y los campos verdes empezaron a escasear. En nuestras tierras no crecía nada. Los animales se morían porque no encontraban nada para comer.

A mi entender, el cambio climático lo causan los propios seres humanos. En Somalia, mucha gente ha talado árboles para hacer cosas, venderla o utilizar la leña para el fuego. Todavía siguieron cortándolos, pero nunca los sustituyeron por otros nuevos. Entonces la tierra se vuelve un campo abierto, y el viento trae mucha arena. Poco a poco se convierte en un desierto. Hace mucho calor.

“Me parece muy injusto que estemos sufriendo las consecuencias del cambio climático. Estamos pagando el precio de algo que no hemos provocado”
Shukri Muktar Mohamed, 14 años

Quería entender lo que está pasando en Somalia para saber por qué nuestro país sufre este calor. Entonces descubrí que el clima está cambiando, no solo porque se cortan árboles, sino también por la contaminación de los coches y las fábricas. También he aprendido que en nuestro país ni siquiera tenemos tantos coches y fábricas que ensucian como en el resto del mundo. Esto me entristece. Me parece muy injusto que estemos sufriendo las consecuencias del cambio climático. Estamos pagando el precio de algo que no hemos provocado.

Quiero ser una activista por el clima porque, como niños, somos los primeros en sufrir los efectos negativos del cambio climático. Creo que puedo lograr un cambio positivo para mejorar las cosas.

La mayoría de los niños que conozco no tienen la oportunidad de contar sus historias. Veo lo que pasa a mi alrededor: conozco a muchas niñas que tienen que trabajar porque su familia no tiene ingresos, a algunas de ellas incluso las han dado en matrimonio a un hombre o a un chico para que la familia pueda recibir una dote. Tienen tan solo 14 años, como yo.

Me gustaría convertirme en portavoz y activista contra el cambio climático y compartir mis conocimientos de primera mano sobre el tema. Me he unido a una conversación mundial gracias a un proyecto de Save the Children. A través de ella, he hablado con muchos otros niños que también comparten sus historias. Son de distintas partes del mundo, pero tienen las mismas necesidades y el mismo interés en lo que pasa en el planeta. Me gustaría centrarme en estos tiempos difíciles y en los efectos que tienen para los niños. El cambio climático nos afecta directamente cuando no podemos ir al colegio. Ya es hora de que nos unamos y lo combatamos juntos”.

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