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Internet contra el cambio climático, el aislamiento y la brecha de género en el Gran Chaco Americano

En el segundo bosque más grande del continente, de 8,7 millones de habitantes, varias iniciativas tratan de mejorar el acceso a la Red de las mujeres

Gran Chaco Argentino
Amancia Silvestre saca fotos de plantas útiles para las artesanías, en un recorrido de campo en el Gran Chaco Argentino.Agostina Nicoletti

Norma Rodríguez es una artesana que vive en Lote 8, Formosa, en el norte de Argentina. Durante muchos años no conocía el precio de lo que vendía: compradores foráneos se llevaban las artesanías a cambio de ropa usada. Inés Romero es agricultora y vive en Puesto García, Bolivia. Por años, las heladas que no podía prever estropeaban su producción de tomates o pimientos.

Rodríguez y Romero habitan el Gran Chaco Americano, el segundo bosque más grande del continente, por detrás de la Amazonia: un millón de kilómetros cuadrados que abarcan Argentina, Bolivia, Paraguay y una pequeña porción de Brasil. Para estas mujeres, la falta de conexión a internet fue por mucho tiempo una barrera para desarrollar su actividad económica o acceder a servicios de salud o información. Y aunque ambas hoy están conectadas a la Red, esta barrera persiste para la mayoría de las habitantes de la región, donde viven más de 8,7 millones de personas.

En las últimas décadas, el Gran Chaco ha sufrido urbanización y deforestaciones. Esto ha causado erosión de suelos, desertificación y alteraciones del régimen hidrológico, con ciclos que incluyen inundaciones y sequías extremas durante largos meses, según datos de la organización sin ánimo de lucro Mongabay. Entre 2000 y 2019 se perdieron 8,7 millones de hectáreas de vegetación natural, según la Fundación Avina. Entre 2010 y 2018 la deforestación arrasó con 3,5 millones de hectáreas, de acuerdo con la asociación Guayra Paraguay. Todo esto la convierte en la zona más vulnerable a los efectos del cambio climático en América Latina.

El Gran Chaco Americano es el segundo bosque más grande del continente y la zona más vulnerable a los efectos del cambio climático en América Latina

“Hay una falta histórica de inversión pública y privada en esta región que, combinada con el aislamiento que enfrentan sus comunidades, dificulta su acceso a la información pública, los mercados, la innovación o a información climática en tiempo real”, explica Florencia Iacopetti, coordinadora general de Nanum Mujeres Conectadas. Esta iniciativa promueve el acceso a internet en comunidades rurales del Gran Chaco para acelerar el desarrollo económico, la innovación y la adaptación al cambio climático en la región. Fabiana Menna, gerente de la Fundación Gran Chaco, destaca que, sin conectividad, las más rezagadas son mujeres y niñas. “Mientras ellas realizan tareas domésticas, los varones viajan a localidades cercanas en busca de conectividad. Ellos son los dueños de la moto, la bicicleta o el auto, y también de los teléfonos”.

Según un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo sobre Género y Conectividad, el acceso a internet ayudaría a cerrar la brecha laboral de género. En paralelo, las mujeres, niñas y niños tienen 14 veces más posibilidades de morir durante una emergencia ambiental que los hombres, señala un informe de Oxfam.

Trabajo cooperativo y derechos

Rodríguez, la artesana formoseña, preside la Cooperativa de Mujeres Artesanas del Gran Chaco (COMAR), una red de mujeres indígenas que se unieron para escalar su producción y sus ventas. “Aprendimos a usar computadoras, a abrir una página en Facebook o armar una planilla de Excel con nuestros precios”, detalla. Gracias a la empresa social Matriarca, la cooperativa vende sus productos a toda la Argentina y en otros continentes. Desde que tiene internet, Rodríguez intercambia experiencias con mujeres que distan cientos de kilómetros de su comunidad, incluso en otros países.

“Sin conectividad, las más rezagadas son mujeres y niñas. Mientras ellas realizan tareas domésticas, los varones viajan a localidades cercanas en busca de conectividad, son los dueños de la moto, la bicicleta o el auto, y también de los teléfonos”
Fabiana Menna, gerente de la Fundación Gran Chaco

Jessica Sosa, también de COMAR, vive en Campo del Cielo, una comunidad de unos 500 habitantes de la provincia de Formosa donde la conectividad es reciente. “Antes, para revisar los mensajes y encargos teníamos que viajar en moto o con autoestop tres kilómetros por tierra y 32 kilómetros por ruta hasta las Lomitas, la localidad más cercana, y usar los datos del móvil”, dice. Internet cambió todo. Hasta la necesidad de ir hasta Las Lomitas, donde está el banco más cercano, para extraer dinero: Sosa usa hoy billeteras virtuales.

Naciones Unidas reconoce la conectividad a internet como un derecho humano, que a su vez es habilitante: permite acceder a otros derechos, recuerda Iacopetti, coordinadora de Nanum Mujeres Conectadas.

Internet también mejora el acceso a la educación. “Teníamos que gastar 10 bolivianos (alrededor de 1,5 euros) por día para comprar conexión por datos en el móvil y que los chicos pudieran acceder a los materiales de sus clases virtuales en la pandemia”, cuenta Romero, la agricultora boliviana. También explica que, gracias a videos de YouTube, ella y sus compañeras aprendieron a elaborar abonos orgánicos, más baratos que los químicos.

Información climática

Carecer de conexión a Internet también impide contar con información climática en tiempo real a artesanas, que salen al monte a juntar fibras para sus manualidades, y agricultoras. “Ahora, si hay pronóstico de helada, tapamos los tomates y pimientos para que no se echen a perder”, dice Romero.

Hay un antecedente en este sentido. Redes Chaco (una red de redes que promueve el desarrollo sostenible en la región), con el apoyo de Fundación Avina, el Laboratorio de inversiones del BID y el Fondo Nórdico de Desarrollo (FND) elaboraron un sistema de alerta temprana (SAT) que ayudó a 80.000 agricultores y habitantes de la cuenca del Río Pilcomayo durante grandes inundaciones de 2018. “El SAT evitó enormes pérdidas económicas, pero también salvó vidas humanas”, recuerda Iacopetti. El sistema emplea distintos canales, como WhatsApp y Telegram. Un informe de la Comisión Global de Adaptación señala que, solo con 24 horas de aviso en casos de tormentas cercanas, se puede reducir el daño en un 30%.

Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), menos de la mitad de las mujeres del mundo están conectadas a internet. A su vez, un estudio de la Universidad de Oxford alerta que las mujeres rurales son el grupo menos conectado en América Latina y el Caribe.

Menna, gerente de la Fundación Gran Chaco, explica que, en las zonas rurales del Gran Chaco, la poca densidad poblacional y la falta de red eléctrica desalientan a grandes empresas a brindar conexión. Aunque no hay datos sobre cuántas comunidades en la región tienen acceso a la Red, Menna apunta que en muchos lugares el servicio es tan malo que con suerte se manda un mensaje de WhatsApp. Por eso, subraya, hay que poner el foco no solo en la cobertura, sino en la calidad de la conectividad.

La iniciativa Nanum Mujeres conectadas comenzó hace nueve años para saldar esta deuda. Está cofinanciada por el Laboratorio de Innovación del BID, implementada por Avina, las fundaciones Gran Chaco y Nativa, Grupo Sunu y cuenta con el respaldo de Redes Chaco. Durante su primera fase, el proyecto facilitó conectividad comunitaria a 40.000 personas y brindó alfabetización digital a 2.300 personas mediante 20 centros en Argentina. Ahora apunta a escalar el modelo a Bolivia y Paraguay con otros 40 centros. Además, en Argentina busca proveer servicios domiciliarios de mano de Sol Rural, una empresa social que capacita a mujeres locales para que ellas presten el servicio en sus comunidades. Microsoft se sumó al proyecto: aportó 100.000 dólares para que las familias accedan a microcréditos que les permitan comprar el hardware necesario.

Marcela Zamora, gerente de Nanum Bolivia, señala que hay gente que nunca usó una computadora y que las mujeres trabajan mucho en el hogar y es complejo que se ausenten para una formación. Por eso, una vez instalada la infraestructura mínima y un conocimiento básico, ofrecen capacitaciones virtuales. “En los centros Nanum de Argentina, el 80 o 90% de las personas que accedieron a internet lo hicieron por primera vez. Gracias a esto, muchas mujeres pudieron estudiar o acceder a servicios de salud”, añade Iacopetti. Mariana Franco, a cargo de las acciones de Nanum en Paraguay, agrega: “Internet permite a comunidades rurales alejadas de grandes centros urbanos acceder a información pública y a procesos formativos. Y también narrarse hacia el mundo: compartir sus valores, su cultura”.

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