Por Italia, por Europa, defendamos la libertad de pensamiento
La Fiscalía italiana lleva a juicio al historiador y filósofo Luciano Canfora por llamar a la primera ministra “neonazi de corazón”
En un momento en que la libertad de cátedra está amenazada en todo el mundo, nosotros, historiadores, filólogos, filósofos, editores y periodistas, queremos alertar a la opinión pública sobre un asunto de extrema gravedad del que todavía no se ha hecho eco la prensa francesa.
El 16 de abril tendrá lugar en Bari un juicio sin precedentes en Europa desde 1945. El historiador Luciano Canfora, uno de los más grandes intelectuales italianos, está siendo demandado por difamación, a sus 81 años, nada menos que por la presidenta del Gobierno, Giorgia Meloni.
Los cargos que se le imputan son los siguientes: hace dos años, durante una conferencia en un instituto de enseñanza secundaria, Canfora calificó a Giorgia Meloni de “neonazi de corazón”. Se refería al hecho de que el partido que ella dirige, Fratelli d’Italia, tiene sus orígenes históricos en la República de Salò (1943-1945), una especie de protectorado nazi gobernado por un Mussolini Gauleiter del Tercer Reich, que llevó al norte de Italia un régimen de terror al que los italianos se refieren comúnmente como nazi fascismo.
No se puede negar esta conexión. De hecho, Fratelli d’Italia sigue enarbolando la tricolor del Movimiento Social Italiano (MSI), cuyo nombre fue tomado del título de Salò: República Social Italiana (RSI). Su fundador, Giorgio Almirante (1914-1988), aún afirmaba en 1987 que el fascismo era el “objetivo final” (il traguardo) de su partido.
Estos orígenes nunca han sido negados por Meloni, que recientemente celebró a Giorgio Almirante —director de la revista racista y antisemita Difesa della razza de 1938 a 1943, y luego jefe de gabinete de un ministro de Salò— como “un político y un patriota, […] un gran hombre que nunca olvidaremos”, ni por ninguno de los miembros de su partido, empezando por el presidente del Senado, Ignazio La Russa, que presume de tener bustos de Mussolini en su casa.
Todos ellos se niegan sistemáticamente a definirse como antifascistas: es como si, en Francia, un gobierno se negara a reivindicar la herencia de la Resistencia. Esto ha provocado escenas dolorosas, como cuando La Russa, en una visita al Memorial de la Shoah en compañía de una superviviente de los campos, la senadora Liliana Segre, respondió a los periodistas que le preguntaron si se sentía “antifascista” ese día: “No degrademos estas ocasiones”. Meloni nunca ha condenado las recientes manifestaciones neofascistas, incluida la que tuvo lugar recientemente en Roma en Via Acca Larentia, ni la violencia neofascista, como la paliza que recibieron estudiantes de instituto en Florencia el año pasado, y se ha tomado la libertad —por primera vez en Italia— de criticar al presidente de la República, el muy moderado Sergio Mattarella, porque, de acuerdo con sus obligaciones como guardián de la Constitución, había protestado contra la violencia sin precedentes con la que la policía había reprimido las manifestaciones pacifistas de estudiantes en Pisa y Florencia.
Lejos de la imagen moderada que proyecta en la escena internacional, Meloni está de hecho está de hecho tratando de imponer su ideología a marchas forzadas. No oculta su intención de llevar a Italia hacia el modelo antiliberal de Polonia y Hungría. “Creemos que es inconcebible, pero podría suceder”, declaró Giuliano Amato, ex primer ministro y presidente emérito del Tribunal Constitucional, a principios de este año. Poco después, y como por casualidad, el Ministerio de Justicia canceló en el último minuto una presentación de su último libro ante los reclusos en una prisión…
Y es que esta política incluye un componente cultural fundamental, que no perdona ni a un dibujo animado como Peppa Pig (un episodio mostraba a una joven osa polar criada por una pareja de lesbianas). En palabras de Gianmarco Mazzi, secretario de Estado de Cultura, el objetivo es “cambiar el relato del país”. Todos los contrapoderes posibles están en el punto de mira: medios de comunicación públicos, instituciones culturales, presentadores estrella, periodistas de investigación y, por supuesto, intelectuales. Un programa reciente enumeraba un número impresionante de denuncias (y la lista no es exhaustiva): el ministro de Desarrollo Económico, Adolfo Urso, ataca a Repubblica e Report; el ministro de Defensa, Guido Crosetto, ataca a Domani e Il Giornale; el secretario de Estado Giovanbattista Fazzolari ataca a Domani, La Stampa y Dagospia.
Arianna Meloni, hermana de la presidenta del Gobierno, también se ha unido a la fiesta, emprendiendo acciones legales contra un caricaturista del Fatto Quotidiano. Giorgia Meloni demanda también a Brian Molko, cantante del grupo británico Placebo… Ahora nos enteramos de que el ministro de Agricultura Francesco Lollobrigida, cuñado de Giorgia Meloni, ha demandado a una profesora de filosofía de La Sapienza, Donatella Di Cesare, así como al rector de la Universidad para Extranjeros de Siena, Tomaso Montanari.
“Tienen la piel delicada“, ironiza Pier Luigi Bersani (PD).
En este contexto, Meloni condenó en primera instancia al gran escritor Roberto Saviano a pagar 1.000 euros por daños y perjuicios (ella pedía 75.000) por atreverse a llamar “bastardos” a la primera ministra y a su viceprimer ministro Matteo Salvini tras la muerte de un bebé en un barco de migrantes: “Giorgia Meloni me considera un enemigo”, explicó el escritor. “Su objetivo y el de sus socios en el Gobierno es destruirme. […] Han llevado el discurso y la crítica política a los tribunales. Han obligado a los jueces a definir el perímetro dentro del cual es posible criticar a los gobernantes”, explicó a Libération.
Canfora, que goza de una gran reputación en su país, es el próximo objetivo. “Uno de los éxitos de Giorgia Meloni”, observa Federico Fubini, de Il Corriere della Sera, “es que ha conseguido que sea casi de mala educación preguntarle qué piensa del fascismo”.
Fue precisamente esta descortesía la que se atrevió a cometer el erudito helenista.
Estamos lejos de compartir todas las posiciones políticas de Canfora. Somos por ello tanto más libres de afirmar su derecho absoluto a expresarlas. Es más, es nuestro deber hacerlo. Como uno de los más grandes juristas del siglo pasado, Oliver Wendell Holmes, expresó con insuperable energía: “si hay un principio […] que exige respeto más imperiosamente que ningún otro, es el principio de la libertad de pensamiento: no libertad de pensamiento para los que están de acuerdo con uno, sino libertad para el pensamiento que uno odia”. Freedom for the Thought That We Hate: este era el título de un gran libro de Anthony Lewis. Necesitamos traducirlo urgentemente.
La audiencia preliminar tuvo lugar el martes 16 de abril de 2024 a las 9.00 horas en el Tribunal de Bari. El abogado del profesor Luciano Canfora pidió el sobreseimiento del caso, el Ministerio Fiscal pidió que el caso fuera a juicio, y la juez dio su decisión a las 14.20 horas: habrá juicio. Se abrirá en Bari el 7 de octubre.
El lunes 7 de octubre de 2024, todos estaremos presentes en espíritu en el tribunal de Bari, junto al profesor Luciano Canfora.
Este texto lo firman 1200 personalidades del mundo de la cultura y la academia de todo el mundo. La lista completa puede consultarse aquí. Quien desee añadir su nombre a nuestra lista puede escribir a canforaliberation@gmail.com
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