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Estar sin estar
Columna
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Corazón de Niño

He sido honrado con el reconocimiento Corazón de Niño. Inesperado, mas no inmerecido, porque en el fondo yo nunca he dejado de ser niño y me dedico a leer, escribir y dibujar desde mi infancia

Jorge F. Hernández recibe el reconocimiento 'Corazón de Niño'
Jorge F. Hernández

La Fundación Ildefonso Vázquez Santos me ha honrado con el inesperado Reconocimiento Corazón de Niño en un cartel de lujo que comparto orgullosamente al lado de la periodista y cronista ejemplar Cristina Pacheco y el exitosísimo empresario regiomontano Gustavo M. de la Garza Ortega. En mi caso, repito que es inesperado mas no inmerecido: porque en el fondo yo nunca he dejado de ser niño y me dedico a leer, escribir y dibujar desde mi infancia en dos idiomas. Además, parece que desde siempre he de vivir 24 horas entre libros; incluso, a pesar de paréntesis burocráticos que solo provocaron tropiezos y dolores de cabeza. Superado el trance de mi desempleo o desahucio diplomático (en gran medida debido al delirium de un demente que lo único que tuvo de diplomático fue ser dipsómano) trabajo desde hace un año con un coro de arcángeles que rescataron de la amnesia a la librería más antigua de Madrid llamada Pérgamo… suficientes méritos para recibir sin vergüenza este reconocimiento entrañable, encarnado en una pesadísima figura soplada en cristal de Murano nada menos que por el último discípulo vivo de Joan Miró. La pieza policromada representa a un muñeco maravilloso de dos caras —la feliz y la inevitable tristeza—con un sano corazón que sostiene en la mano.

Hace exactamente un mes consta que cumplí ya un año más que 60 de edad, la víspera de un concierto maravilloso del grupo Zuaraz y a la vuelta de otra intervención en las cavidades de mi corazón casi de vidrio. Una vez más se me ha concedido resucitar con una ilusión inverosímil, con una renovada esperanza, con la misma música de mis hijos y otra vuelta a México no solo para presentar una novela nueva, sino abrazar a mi madre y mi hermana infalibles, mi tía Lola y toda la familia que llevo en el corazón del corazón que nunca me han tenido que operar: allí donde siguen los amigos de veras y las sombras de escritores ya impalpables.

Hace un mes se disolvió un coágulo expulsado por la aorta y se restañó una pequeña herida que parecía ventana (quizá huella de quiénsabequé amor contrariado) y ya de paso, los cardiólogos a quienes ahora debo parte de la nueva vida tuvieron a bien soltar una descarga eléctrica y milimétrica aunque potente entre dos ventrículos que provocaban una provocadora arritmia cardíaca.

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Corazón de Niño es por y para Santiago y Sebastián que ya son hombres y, por ende, para sus musas. Corazón de Niño y Niña por mis sobrinos y la sobrina que ya lleva una nueva vida en el vientre, pero también por los niños y niñas que fueron mis abuelos y mis propios padres y por el niño que se volvió hombre bueno y honesto, muriendo con el corazón como un libro abierto que le da nombre a la Fundación que hoy me eleva el alma.

Este premio también es para abono del íntimo deseo de florecer amando nuevamente el silencio de una mirada, el misterio de palabras ignotas y la promesa de un abrazo que ahora sí sea interminable, pero sobre todo Corazón de Niño lo dedico a una y todas las niñas Ucrania asediadas por la invasión oprobiosa de bombardeos irracionales; lo entrego humildemente a los mártires niños de la franja de Gaza y a las niñas que soñaban en o cerca de un kibutz en Israel; es decir que lo deposito como quien quisiera adoptar aquí mismo --en este párrafo—a todos los infantes ajenos a las infanterías de guerra, a todos los críos y criaturas, las caritas empolvadas por la pólvora y ensangrentadas con la desatada estulticia de la ira de los adultos, el encono tras fervor fanatizado de religiones enrevesadas.

Este premio es para los niños de Acapulco que hasta hace unas horas movían la pancita para propina de los turistas chilangos o gringos y para las niñas guerreras guerrerenses que ayudaban a sus padres a partir cocos con machete, vender empanaditas de su estatura y en fin, para a todos los niños y niñas –absolutamente todos los niños y niñas del mundo—que merecen heredar de una vez por todas (en vida o como almas invisibles) un mundo mucho mejor que éste… este pinche mundo que se limpia un poco y parece mejor cuando cierro los párpados y percibo la música de millones de risitas, el rumor de travesuras, el brillo en la pupila de quienes empiezan a deletrear al viejo mundo con sus primeras lecturas.

Por eso, Corazón de Niño llegará pronto a la vitrina de la librería Pérgamo donde pretendo seguir leyendo cuentos para la creciente cofradía de niños y niñas que me leen al escucharme, así como para sonrisa de los abuelos entrañables, mis amigos infalibles, los mejores escritores vivos y dizque muertos que pueblan los estantes de ese santuario donde no pienso dejar de seguir en el intento de escribir novelas y cuentos, por supuesto aquilatando y contagiando la inapelable bondad y riqueza de Leer por Placer, contra la necia estulticia de doctrinarios trasnochados que insisten en pervertir a niños o adultos incautos desde sus mañaneras primeras letras con adoctrinamientos obligatorios o insinuados, cuadriculando ideológicamente como quien intenta restringir el infinito páramo de las nubes o podar las flores blancas que campanillean en silencio tan lejos del horror o terror del mundo. Que lo entienda Marx (Carlos), Marx (Groucho) y el otro Marx miliciano moreno y despistado o bien prófugo melancólico de las mazmorras de Corea del Norte.

Corazón de Niño para todas las niñas heridas por metralla inconcebible y para el niño desenterrado de un edificio en ruinas cuyo llanto y palabras nadie es capaz de diferenciar entre idiomas supuestamente incompatibles, sobre geografías compartidas entre ajenos impostados, imantados ambos y cada bando a la Santa Tierra ecuménica que debería ser perfectamente plural, sea cruz, estrella o media luna el sagrado pergamino donde escriban su Fe.

Este premio espera la resurrección de una de las bahías más hermosas del mundo para renacimiento de todos los niños y niñas –adultos y ancianos—como ejemplo y aliento tropical para todo México y el mundo, para cada región nevada y los páramos de calor intenso, para todos los colores y todas las palabras en varios o todos los idiomas y para que la infinita niñez que jamás deben olvidar incluso los ancianos y para que nunca dejemos sin vuelo las páginas que nos salvan, los párrafos que nos ilusionan, el verso que te sabe a chocolate, la miel de cada sílaba lenta… todo eso que me regala –sístole y diástole—el imbatible músculo fortalecido de mi Corazón de Niño.

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