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LA BRÚJULA EUROPEA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Europa: viejos abismos, y nuevos puentes que disgustan a Putin

El marco mental creado por la guerra en Ucrania propicia, pese a que persistan divergencias, la posibilidad real de significativos avances de integración en el continente

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, durante un discurso pronunciado en Bratislava esta semana.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, durante un discurso pronunciado en Bratislava esta semana.MARTIN DIVISEK (EFE)
Andrea Rizzi

En Europa se van construyendo nuevos puentes. Esta semana, en Moldavia, se ha celebrado una nueva cumbre de la Comunidad Política Europea (CPE), un foro que reúne a 47 países para fomentar espacios de cooperación entre Estados del continente, miembros de la UE, de la OTAN, de ambas organizaciones o ninguna. Se trata de una galaxia heterogénea, y está por ver qué resultados concretos podrá dar, pero la segunda cumbre da nuevo impulso a un formato con valor político ante el desafío ruso.

También esta semana, en Bratislava, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, ha pronunciado un discurso que deja entrever importantes desarrollos en tres áreas con una exhortación a “acelerar las decisiones estratégicas” de Europa.

En primer lugar, Macron abogó por ofrecer a Ucrania “garantías de seguridad tangibles y creíbles”. Dijo además que, si bien plantear ahora la adhesión de Kiev a la OTAN es problemático, “necesitamos un camino hacia la membresía”.

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En segundo lugar, afirmó que hay que avanzar “lo más rápido posible” en la ampliación de la UE, subrayando que sería un error jugar al viejo juego de dar esperanzas y ganar tiempo.

En tercer lugar, tendió la mano a los países del Este de la UE, admitiendo que Francia “a veces ha sido percibida como arrogante o lejana o desinteresada hacia esta parte de Europa”. “Podéis contar con nosotros”, añadió.

Estas tres declaraciones parecen apuntar a una evolución de la posición de París y suenan como la evidencia de que hay cosas que se mueven, puentes que se construyen, nuevos pasos posibles en el corto y medio plazo.

La relación con Ucrania es un apartado esencial y será el epicentro de la cumbre de la OTAN de Vilnius en julio. Macron dice que hay que ofrecer algo que esté a medio camino entre la asistencia de seguridad a Israel y la plena membresía.

En la ampliación de la UE, insiste en la necesidad de una reforma interna previa a nuevas adhesiones, pero hay ahora un gran acento en la urgencia. Tradicionalmente, Berlín y Bruselas impulsaban, París frenaba. No cabe ver un giro copernicano en esto, pero sí un posible viraje, y la UE se construye por lo general así. La ampliación, pues, no está cerca, pero hay motivos para pensar que desde una sustancial parálisis se transite a una modalidad más proactiva.

Y la mano tendida al Este, con giros del discurso que han sonado a disculpas implícitas, es todo un cambio. La tensión en materia de Estado de derecho sigue (esta misma semana Varsovia ha dado una marcha atrás tras recibir presión). Pero lo que antes era solo tensión y bronca, se ve ahora acompañado por un genuino esfuerzo de cooperación. Hay un reconocimiento moral de que el Este tuvo una razón de calado histórico en la cuestión rusa, mientras el flanco Oeste se equivocó. Esto no cambia los equilibrios de fuerza; pero sí la relación.

Por otra parte, el renovado puente transatlántico también se le ve consolidado. El G-7 ha cristalizado un acercamiento entre Europa y EE UU de cara a la nueva relación con China —en términos cercanos a las ideas de la UE—.

Todo es de una enorme complejidad; lo es la perspectiva de encaje de Ucrania en la UE y la OTAN o incluso solo cómo seguir en el apoyo militar; lo es la ampliación de la UE a los Balcanes; la relación entre los flancos oeste y este de la UE; incluso dentro del propio flanco occidental hay discrepancias. Los problemas abundan, como demuestran las tensiones en Kosovo, los persistentes tics iliberales en Hungría y Polonia, divisiones sobre cómo reformar la zona euro, frialdad en muchos apartados entre Berlín y París, o la tercera economía de la UE —Italia— en manos de la ultraderecha. El riesgo de parálisis o fracaso existe. Los abismos de siempre no han desaparecido.

Pero la brutal invasión rusa de Ucrania ha propiciado una nueva conciencia geopolítica, y esta ha abierto nuevos canales de comunicación, nuevos marcos mentales, nuevos proyectos. La conciencia de que la amigable y razonable Administración Biden no durará eternamente —y que lo que venga después puede ser tan malo como lo que vino antes— es compartida y es otro elemento que espolea a moverse. No descarten que Europa, en el marco UE, en el marco OTAN, en el marco CPE, logre en el corto y medio plazos significativos avances gracias a los nuevos puentes cuyos cimientos se van poniendo ahora.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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