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Columna
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Ampliación del frente de guerra

La toma de Bajmut puede significar una victoria, aunque luego sirva para poco. Apenas para lucirla como símbolo

Bajmut
Soldados ucranios disparan un cañón cerca de Bajmut, en abril.LIBKOS (AP)
Lluís Bassets

En la guerra, pocas cosas son lo que parecen. Todo queda emborronado a ojos de los lejanos observadores, los escasos testigos y los extenuados combatientes. Por la clásica niebla de la guerra, las operaciones de distracción y desinformación y la dimensión de las batallas, inaprensibles incluso a los protagonistas.

La toma de Bajmut puede significar una victoria, aunque luego sirva para poco. Apenas para lucirla como símbolo, puesto que el territorio conquistado de nada servirá a las fuerzas exhaustas que lo han ocupado e incluso será difícil defenderlo. En cambio, un minúsculo ataque, como la entrada de fuerzas irregulares ucranias en Rusia, resuelto en 48 horas, según sus autoridades, tiene todos los visos de un revés para el Kremlin, tal como Yevgueni Prigozhin, el jefe de los mercenarios de Wagner, se ha encargado de señalar para descalificar al ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, por su ineptitud en la defensa de las fronteras.

Una vez más, no hay propósito de Vladímir Putin que no quede desautorizado. Invadió Ucrania para garantizar la seguridad rusa y 15 meses después, una columna entra en su territorio, siembra el pánico y obliga a desalojar a centenares de ciudadanos. Quiso desmilitarizar Ucrania y ha conseguido que su ejército sea uno de los mejores, más experimentados y entrenados e incluso armados de Europa. Su desnazificación deviene incluso verosímil gracias a los grupos ultraderechistas que han protagonizado la incursión. Y lo mismo con la OTAN, que quiso alejar y ahora tiene más cerca.

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Son frecuentes los ataques y sabotajes en territorio ruso, aunque ninguno reconocido abiertamente por Kiev, ni siquiera esta breve invasión, que ya ha suscitado la preocupación en Washington, especialmente por la aparente utilización de armamento y camiones suministrados por Estados Unidos. Según el Institut for the Study of War, la columna invasora superó el frente fortificado a dos kilómetros Rusia adentro, provocó la histeria de las redes sociales rusas y obligó a desalojar las armas nucleares en uno de los silos de la región. Hasta tal punto es un anuncio de la ofensiva de primavera, que muchos creyeron que ya era su comienzo.

Difícil creer que no hubiera coordinación con el Gobierno de Kiev. No tan solo por su carácter de distracción táctica, que ha obligado a desplazar tropas rusas hacia el territorio atacado, sino por el mensaje estratégico que manda al Kremlin y que solo puede crear inquietud entre los aliados, preocupados por evitar la escalada. Ucrania no tiene por qué limitarse a recuperar el territorio ocupado de soberanía ucrania, sino que sus tropas irregulares también podrían atacar el territorio ruso, e incluso el bielorruso si se terciara, a través de unas fronteras hasta ahora mal guarnecidas. Basta recordar las invasiones de Francia por Alemania, siempre a través de Bélgica, en 1914 y 1940. Al principio de las dos guerras europeas, por cierto.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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