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Tribuna
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¿Pero España quién es?

A mucha gente le importa la reputación más que el racismo, lo mismo que hablan más de Vinicius que de los que insultan a Vinicius

LaLiga Valencia Real Madrid
Vinicius señala a los autores de los ataques racistas que sufrió en el estadio del Valencia.PABLO MORANO (REUTERS)
José Luis Sastre

A mucha gente le ha empezado a importar si España es racista por lo que puedan decir. Es la gente a la que no le preocupaba que en los estadios gritasen y que aún griten mono o maricón, pero que han caído en que no se puede consentir que se diga de España que es racista. Menos aún que lo diga Lula da Silva. Cómo va a ser racista el fútbol español si tiene un protocolo, ha venido a alegar LaLiga en un razonamiento asombroso: ¿cómo va a estar usted enfermo si yo tengo una tirita? La pregunta no es lo que sea un país, como si un país pudiera ser cualquier cosa; la pregunta es si hay racismo en España. La respuesta es tan obvia que algunos se entretienen con la pregunta y la enrevesan.

A mucha gente le importa la reputación más que el racismo, lo mismo que hablan más de Vinicius que de los que insultan a Vinicius. Lo interesante sería saber si esos que insultan en el campo no lo han hecho otras veces sin nadie que les viera y oyera, si tenían su localidad fija en las gradas. Si tenían, por ejemplo, carné o militancia en algún grupo de aficionados. Sucede a menudo, que quieran poner el foco en lo que se diga antes de ponerlo en lo que pasa de verdad, porque lo más vergonzoso de cada sociedad se ha sostenido siempre gracias a esa secuencia: a los hombros encogidos y a los soncosasquepasan y quéselevaahacer y el lavidaesasí, hermanos del soncosasdeniños y tienelapielmuysensible.

Faltaba que la indignación prendiera durante la campaña electoral para que los candidatos corrieran a contarnos que tenemos un problema con el racismo en una coincidencia que les delata: aquello que denuncien a toda prisa será lo que no hayan dicho —y mucho menos hecho— en su momento, cuando tocaba. Aquello que denuncien señalará a los políticos y por supuesto a los clubes y, ya de paso, también a los demás, dueños de lo que nos indignaba y lo que no. Señalará a quienes en algún instante asumieron que hay cánticos o insultos inevitables o se escondieron en el anonimato de la multitud. Eso es lo que cambió con el dedo índice de Vinicius que, en efecto, señalaba y, en vez de hacerlo a la masa, lo hacía a un seguidor concreto. Ese individuo concreto es un racista. ¿Ese individuo es España, entonces? No, claro. Y, sin embargo, ¿quién podrá negar que es parte de España? Más aún: ¿importa eso algo? No vaya a ser que la pregunta sea una distracción para acabar sin hacer nada con el problema real. La distracción de siempre, al cabo: que cuando urge escapar de un incendio en este país se escapa por la gatera de las identidades. El tema es el racismo, pero la polémica acaba dando vueltas al carácter nacional.

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Si reducen el problema a la reputación y a lo que quieran que sea el país, habrán de aclararnos quién es España para saber lo que España es. A menos que tengan claro y den por hecho que España son ellos, que racistas no son. Quizá por eso pierden el tiempo con las preguntas, en vista de que las respuestas están claras.

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Sobre la firma

José Luis Sastre
José Luis Sastre (Alberic, 1983) es licenciado en Periodismo por la UAB con premio Extraordinario. Ha sido redactor, editor, corresponsal político y presentador en la Cadena SER tanto en Madrid como en Barcelona. Autor de varios podcasts, ha colaborado en El Periódico y eldiario.es. Es subdirector de Hoy por Hoy en la SER y columnista en EL PAÍS.

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