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Columna
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Clandestinidad

Comprendí, de súbito, que no era un ser humano, sino un robot de una perfección extraordinaria, pues poseía identidad y memoria y sentimientos, todo ello, supuse, como parte de un programa informático que alguien había logrado implantarme. ¿Pero quién?

Un hombre en el cuarto de baño de su casa.
Un hombre en el cuarto de baño de su casa.getty
Juan José Millás

Que no salga de aquí, pero resulta que estaba lavándome el pelo cuando la pared craneal cedió bajo la presión de mis dedos al aplicar el champú. Salí asustado de la ducha, me llevé la mano a la herida y confirmé frente al espejo que me había abierto un boquete en la base del cráneo. No sentía nada, excepto la angustia de sentirme roto. Enseguida saqué de la cabeza un pedazo de hueso de forma aproximadamente circular con su correspondiente porción de pelo. Me asombró no sangrar ni sentir dolor.

Con el trozo de cráneo en la mano, me senté en la taza del retrete y efectué un rápido ejercicio de relajación para atajar el pánico. Luego, con mucho cuidado, introduje el dedo índice por el agujero resultante. Esperaba tocar la primera de las membranas que protegen el cerebro, pero tropecé con algo duro de lo que tiré suavemente para ver en el espejo de qué rayos se trataba. Parecía un chip sujeto a un cable finísimo que se hundía en las profundidades de la cabeza. Comprendí, de súbito, que no era un ser humano, sino un robot de una perfección extraordinaria, pues poseía identidad y memoria y sentimientos, todo ello, supuse, como parte de un programa informático que alguien había logrado implantarme. ¿Pero quién?

Me puse la bata, abandoné el cuarto de baño y fui a la cocina en busca de un pegamento que utilicé para devolver a su sitio el trozo de cráneo que se me había desprendido. Luego me comporté normalmente con mi familia, de la que ignoro si son robots también, aunque no lo sepan, o seres humanos de verdad. Vivo desde entonces en la clandestinidad, procurando no levantar sospechas. Todo va tan bien que a veces me pregunto si no sería un sueño. Pero cuando me lavo el pelo noto en la zona de la reparación una ligera irregularidad, pues quizá no encajé bien del todo la pieza. ¿Hay alguien más en esta situación?

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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