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Columna
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También contarán las urnas

Tal como pintan ahora las cosas, con un improbable desenlace esta primavera y su prolongación al menos hasta el próximo año, el rumbo de la contienda tropezará con el intenso calendario electoral de 2024

Voluntarios ucranios realizan ejercicios de contraataque para unirse al Ejército en el frente de Bajmut (Ucrania).
Voluntarios ucranios realizan ejercicios de contraataque para unirse al Ejército en el frente de Bajmut (Ucrania).STRINGER (REUTERS)
Lluís Bassets

Se libra en las trincheras, pero al final también cuentan las urnas. La continuación de la política por otros medios, tal como Clausewitz definió a la guerra, no significa que los políticos abandonen las decisiones en manos de los generales, sino que los generales obedecen a quienes gobiernan, de forma que la renovación de los mandatos de quienes deciden las estrategias puede convertirse en un momento decisivo. Esto es lo que sucederá al menos en cuatro países directa o indirectamente vinculados con la guerra. Tal como pintan ahora las cosas, con un improbable desenlace esta primavera y su prolongación al menos hasta el próximo año, el rumbo de la contienda tropezará con el intenso calendario electoral de 2024.

La cita más determinante será la elección presidencial de noviembre 2024 en Estados Unidos, donde un republicano hostil a la OTAN como Donald Trump u otro desfavorable a mantener la ayuda militar a Ucrania como Ron DeSantis pueden aspirar a sustituir a un presidente tan comprometido como Joe Biden. Si disminuye sustancialmente el flujo de armas, la ayuda financiera y la inteligencia militar desde Washington, es extremadamente dudoso que los europeos cuenten para entonces con la soñada autonomía estratégica que les permita cargar por sí solos con las exigencias de ayuda a Ucrania, de forma que se hará insostenible la presión sobre Zelenski para que acceda a negociar con Putin, aunque no sea en las mejores condiciones.

Si no media un accidente, natural o provocado, en marzo será el propio Vladímir Putin quien renovará su mandato. Nunca han sido decisivas las urnas en la historia de Rusia y menos lo van a ser ahora. Aunque todo ya está atado y bien atado, algún papel tendrá la guerra en la ficción electoral a mayor gloria de Putin, al menos para exhibir una victoria que parezca indiscutible, en vez de las pírricas obtenidas hasta ahora.

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Ya llevará entonces 25 años en el poder, dispuesto a superar en longevidad como vozhd o caudillo supremo a Stalin, que lo retuvo durante 30 años, y a renovarlo seis años más en 2030, tal como establece la enmienda constitucional redactada a su medida. Solo como mera hipótesis es una pesadilla que el responsable de un crimen de agresión como es la invasión de Ucrania pueda seguir al mando hasta 2036, tal como permite la peculiar legalidad de la Federación Rusa, y llegue a cumplir 84 años con todos sus crímenes impunes sobre sus espaldas.

En Ucrania, en cambio, son dos las citas electorales, la elección presidencial y las parlamentarias, para marzo y octubre respectivamente. El empeño de Zelenski por mantener el máximo nivel de normalidad debe conducir a evitar cualquier aplazamiento, pero este mismo hecho marcará las fechas como sendas oportunidades para Putin, que querrá evitar su celebración y las convertirá en objetivo militar, a menos que se celebren íntegramente online como bien pudiera suceder en un país muy adaptado a las tecnologías digitales.

Evgeny Prigozhin, el jefe del ejército mercenario del Kremlin, ya ha declarado provocativamente que piensa presentarse a la presidencia de Ucrania. Después del protagonismo, debidamente pertrechado, que ha exhibido en Bajmut y de sus críticas desafiantes al ministro de defensa, Serguéi Shoigu, es probable su participación en las elecciones locales y provinciales rusas de otoño con su Grupo Wagner, convertido en partido político.

Queda todavía una cuarta convocatoria en 2024, la presidencial en Taiwán, sin conexión directa con la guerra, pero con incidencia en el escenario de tensión internacional. Para Pequín, será otra oportunidad para la interferencia e incluso la guerra psicológica, con el objetivo de polarizarlas entre partidarios y enemigos de la independencia. Para Rusia, si la guerra sigue todavía, también será una oportunidad para activar las sinergias entre ambas dictaduras enemigas del Occidente colectivo.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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