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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crisis financiera en EE UU

La rápida respuesta de la Administración de Biden ante la quiebra de dos bancos busca frenar el efecto contagio

A pedestrian passes a Silicon Valley Bank branch in San Francisco
Un hombre pasa junto a una sucursal del SVB en San Francisco.Jeff Chiu (AP)
El País

La intranquilidad social y el nerviosismo que suscitan las crisis financieras son parte de las mismas crisis y a menudo aceleran los procesos convulsos en lugar de contenerlos. Podríamos estar en una situación parecida ante los movimientos que han agitado a las Bolsas de todo el mundo tras la quiebra del Silicon Valley Bank y del Signature Bank, dos entidades afectadas por la oleada de despidos del sector tecnológico y la crisis de las criptomonedas, en un escenario con ecos tanto del estallido de la burbuja puntocom de 2001 como de la crisis financiera de 2008. Las autoridades estadounidenses han reaccionado con rapidez garantizando la totalidad de los depósitos para evitar el contagio a la banca regional del país y han establecido un nuevo mecanismo de liquidez para intentar frenar la pérdida de confianza en el sector.

Pese al riesgo moral que implica cubrir todos los depósitos (y no solo los de menos de 250.000 dólares, como marca la ley), la Administración de Joe Biden ha establecido una línea roja al diferenciar entre los depositantes y los accionistas de la entidad, que deberán asumir las pérdidas correspondientes. Los reguladores europeos y asiáticos han descartado un contagio financiero de este episodio por la especial naturaleza de los bancos quebrados. Pero tampoco vieron riesgo de contagio en 2008, cuando colapsó el banco Bear Sterns hasta que seis meses después quebró Lehman Brothers y acabó provocando una crisis financiera global. La prudencia y la vigilancia deben exigirse también a este lado del Atlántico. Aunque hay mejores sistemas que en 2008 para evitar el contagio financiero en unos mercados de capitales totalmente interconectados, el riesgo cero no existe.

Una consecuencia concreta que puede tener esta crisis bancaria en Estados Unidos se refiere al ritmo de la subida de tipos de la Reserva Federal. Hace apenas una semana, su presidente, Jerome Powell, insistía en que la institución estaba dispuesta a acelerar la subida (ahora en el 4,5%) si los datos de la economía lo justificaban. En el mundo financiero se dice que los tipos de interés suben hasta que algo se rompe, normalmente en forma de frenazo de la actividad económica. Ahora que algo se ha roto, aunque haya sido en el sector financiero, es posible que el ritmo de normalización afloje. No parece fácil que pueda dar un giro de 180 grados, porque la inflación sigue lejos de estar controlada (se situó en el 6% en febrero). La decisión que adopte el Banco Central Europeo (BCE) en su reunión de este jueves dará cuenta de si las autoridades europeas temen que la fuerte subida de los tipos de interés decidida desde el pasado julio pueda provocar impactos similares sobre los balances de los bancos del continente.

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Pese a todas las rondas regulatorias que siguieron a la crisis de 2008, Estados Unidos sigue siendo el país donde se producen los mayores excesos en el sector. El presidente Barack Obama promovió la ley Dodd-Frank, que establecía los requisitos de pruebas de estrés, comités de riesgo y coeficientes de capital y apalancamiento que debían tener los bancos. Con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, esas exigencias se suavizaron y eso parece haber contribuido a la crisis actual. Las autoridades estadounidenses tienen una doble tarea: deben analizar qué ha fallado en la supervisión y, segundo, dar una nueva vuelta de tuerca a la regulación para prevenir episodios como este.


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