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Anatomía de Twitter
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La mesa de los académicos de la RAE

Siempre podemos fantasear con que a la Academia le cayera una paridad como la que ahora legislan desde el Gobierno con las empresas del Ibex

RAE
El salón de plenos de la RAE.ANA NANCE

“Si no te hacen sitio en la mesa, lleva una silla plegable”. La cita más repetida cuando se recuerda a Shirley Chisholm, la primera mujer negra elegida para el Congreso de Estados Unidos y la primera que se presentó como candidata a la presidencia de su país, se podría aplicar para encender alguna que otra alarma ante la foto del pleno de la Academia de la Lengua del pasado 2 de marzo. Esa fue la polémica reunión que inició la batalla ideológica en la que se ha convertido la tilde del solo.

Más allá de los debates y los posicionamientos integristas derivados de lo que allí se decidió, esa foto de familia también secuestró la atención de Twitter. Hubo quien detectó ecos de esa mesa ovalada del Salón de Plenos con la sala de guerra de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú. También quien se acogió al recurrente “decepcionada, pero no sorprendida” que se teclea casi como un reflejo ante la evidente falta de mujeres en el imaginario de la esfera pública. Porque entre tanto señor ocupando espacio en la Academia, costaba distinguir, además de a la reina Letizia, a tres de las ocho académicas —Paloma Díaz-Mas, Carmen Iglesias, Soledad Puértolas, Inés Fernández-Ordóñez, Carme Riera, Aurora Egido, Clara Janés y Paz Battaner— que forman parte de los 41 miembros de la actual corporación.

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Más que una película de Kubrick, la primera imagen que vino a mi cabeza al ver la postal del pleno de la RAE fue la icónica foto de Katharine Graham, la editora que sacó de la ruina a The Washington Post, sentada en una sala de reuniones en Nueva York en 1975. Es una de sus instantáneas más impactantes. Allí, la heredera que no tembló al hacerse cargo de unos de los imperios mediáticos estadounidenses tras el suicidio de su marido, destaca simbólicamente con su vestido de ante azul rodeada de una veintena de idénticos hombres blancos, ricos y trajeados.

Esa instantánea forma parte de Una sola mujer, la investigación y fotolibro de la documentalista Immy Humes que editó en verano en castellano la editorial Phaidon. Un recopilatorio de cien retratos fotográficos de grupos masculinos que incluyen exactamente a eso: una sola mujer. No importa que el grupo esté integrado por médicos, agentes de policía, artistas, escritores, deportistas o ingenieros. Tampoco si están en Estados Unidos, Japón, México o Islandia. Ni siquiera si la foto en cuestión se tomó en 1920 o en 2020. Si algo ha podido detectar esta directora de documental que fue nominada al Oscar en 1991 es que lo largo de todos los tiempos, lugares y profesiones, siempre sucede lo mismo: allá donde se escenifique un juego de poder digno de ser retratado, también se evidenciará la desigualdad de género.

Se podría decir que la RAE cumple a rajatabla con dos de las cuatro acepciones que la escritora canadiense Martine Delvaux ha ideado para definir a los “boys club”, un ensayo con el mismo nombre que acaba de traducir Península: “Una organización que tradicionalmente ha excluido a las mujeres y se encuentra bajo el control de los hombres” y “un grupo de hombres ricos y de edad avanzada que ejercen un poder político”. ¿Acaso no es este un club en el que las mujeres no pudieron entrar hasta 1978, casi 300 años después de su fundación? ¿No son estos señores de edad avanzada quienes siguen dictando cómo debemos comportarnos escribiendo el resto? Siempre podemos fantasear con que a la RAE le cayera una paridad como la que ahora legislan desde el Gobierno con las empresas del Ibex. A falta de sillón designado, ocupar esa mesa con poderosas sillas plegables.

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