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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Podemos y los empresarios

El objetivo legítimo y difícil de controlar el precio de los alimentos estará más cerca sin demonizar al empresariado

Ione Belarra
La secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, participa en un acto en el Centro Cívico Río Ebro, el 21 de enero en Zaragoza.Fabian Simon (Europa Press)
El País

La secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra, acusó en un acto de su partido a los grandes supermercados en España de aprovecharse de la tensión inflacionaria para subir de manera injusta los precios y así hacerse “de oro”. Belarra señaló personalmente al dueño de Mercadona, la mayor cadena de España, de “capitalista despiadado”, para extender después el calificativo al empresariado en general y defender que el Estado intervenga los precios de la cesta de la compra.

El capitalismo como madre (o padre) de todos los males tiene algo de consigna levemente simplista, en particular en un contexto de crisis aguda de precios y bajo un Gobierno de coalición de izquierdas. Mitigar el efecto de la inflación en la cesta de la compra difícilmente podrá hacerse demonizando a las empresas del sector y obviando la función estructural que desempeñan, vía impuestos, en un Estado de bienestar como generadores de empleo y riqueza. El extemporáneo discurso anticapitalista puede tener réditos electorales o partidistas ante un sector de la sociedad, pero carece de sentido cuando lo pronuncia un miembro en activo del Gobierno, como es el caso de la ministra Belarra, que se reafirmó en sus palabras en un acto oficial. Ese discurso debilita los esfuerzos de su mismo Gobierno por buscar fórmulas pactadas para aliviar la presión de los precios, como las contenidas en el decreto anticrisis aprobado el martes en el Congreso, con solo siete votos en contra, y entre ellas una rebaja del IVA para alimentos básicos. Y fomenta de paso el discurso apocalíptico de una derecha que vende a su electorado el espantajo de una España asfixiada bajo un comunismo de caricatura.

El objetivo legítimo y difícil —Francia vive hoy un debate parecido— de controlar el precio de los alimentos básicos estará más cerca sin demonizar por principio a los empresarios sino buscando una negociación capaz de repartir equitativamente los costes de la medida.

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La voluntad de buscar enemigos para estimular el voto bajo la lógica de nosotros contra ellos puede dejar por el camino más víctimas de las necesarias. La profesionalidad del sector en general fue fundamental para superar los primeros meses de la pandemia y asegura hoy que opera con unos márgenes de beneficio de entre el 1% y el 3%. Si Belarra duda sobre los precios, el Gobierno del que forma parte dispone de las herramientas para vigilar la competencia y la transparencia del mercado. Tampoco como síntoma parece que la reafirmación en el brote demagógico sea la mejor idea para urdir complicidades en este año electoral. Es un aviso de las dificultades que va a encontrar el espacio a la izquierda del PSOE para hablar de forma coherente bajo una sola voz, que además aspira a ser la de Yolanda Díaz, cuyo principal éxito político fue lograr precisamente un acuerdo con la patronal.


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