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Las lágrimas de una mujer que las factura

Lo de Shakira siempre han sido las canciones de amor y esta, la que puede llegar a ser su mayor éxito, está dedicada, de principio a fin al amor de su vida: el mercado

Una mujer fotografía un mural de Gerard Piqué y Shakira realizado por el artista callejero italiano Salvatore Benintende 'TvBoy', en Barcelona este viernes.
Una mujer fotografía un mural de Gerard Piqué y Shakira realizado por el artista callejero italiano Salvatore Benintende 'TvBoy', en Barcelona este viernes.JOSEP LAGO (AFP)
Nuria Labari

Dicen que Shakira ha escrito un himno, pero también que ha firmado su mayor despropósito. Dicen que Shakira es feminista por la gracia con la que ataca públicamente a Gerard Piqué (que levante la mano quien pueda escuchar la canción sin sonreír), aunque también dicen que es machista por comparar a las mujeres con Ferraris y Rolex (o con Twingos y Casios, lo mismo da) y por denigrar a la nueva pareja de su ex por el hecho de ser mujer y joven al mismo tiempo. El ruido social dispara el conflicto (y las ventas) mientras una premisa se da por buena: la cantante Shakira ha dedicado una canción a su ex, Gerard Piqué. Pero no es verdad. Lo cierto es que Shakira ha escrito una canción de amor al amante que más le pone: el mercado. Esa es la razón por la que este último baile entre Shakira, Piqué y la industria que los unió habla exclusivamente de una cosa: dinero. “Me dejaste de vecina a la suegra con la prensa en la puerta y la deuda en Hacienda”, canta Shakira. Lo dice con todas sus letras y el orgullo que deja haber defraudado presuntamente 14 millones al fisco mientras nosotros, los verdaderos cornudos de este trío (españolas y españoles estafados), confundimos el desamor con la deuda bancaria y la traición amorosa con el fraude fiscal. Un error tan grave como confundir la avaricia con el deseo, el número de reproducciones de un vídeo con su valor musical, la calidad con la cantidad o la monotonía de una pareja con el narcisismo furioso de sus miembros.

Lo que no podemos confundir es el destinatario final de la canción BZRP Music Session #53. Y no: no es Gerard Piqué. Después de todo, lo de Shakira siempre han sido las canciones de amor y esta, la que puede llegar a ser su mayor éxito, está dedicada, de principio a fin al amor de su vida. Y a él le dice alto y claro: “Yo valgo por dos de 22”. No es despecho ni desprecio por la joven pareja de Piqué, es solo la constatación de que el precio de su nombre está disparado. Y al mercado le grita que se equivocó el día que empezó a preferir los pantalones de chándal a las plumas de su falda tribal y las plataformas de los 2000 a sus pies descalzos. “Cambiaste un Ferrari por un Twingo, cambiaste un Rolex por un Casio”, canta ahora. Pero no es una venganza sino una declaración de amor. Porque lo que Shakira grita al mundo es que está dispuesta a entregar al mercado todo cuanto le pida. A él lo nombró hace tiempo dueño de su música. Y la música siempre ha sido dueña de su corazón. El resto lo viene cantando desde los noventa: “Loca, ciega, sordomuda, torpe, plasta y testaruda. Es todo lo que he sido, por ti me he convertido en una cosa que no hace otra cosa más que amarte”.

Pero entonces Piqué, ¿qué pinta en esta historia? Él es un punto del triángulo, claro está, pero nunca la parte fundamental. Por eso tiene que estar realmente hecho polvo. Porque el amor de su vida, la ha elegido a ella. Recordarán que Shakira y Piqué se conocieron en aquel histórico Mundial de 2010, cuando el plato preferido de la industria musical era el mestizaje tribal y Shakira cantaba el “Waka Waka” disfrazada con trapos raciales, blanquísima y rubia rodeada de mujeres de todos los colores. En aquellos años el mundo entero seguía el ritmo alquímico de sus caderas. Eran tiempos de gloria para los dos, él acababa de ganar un Mundial de fútbol y era ya un tipo decidido a comprarse cualquier cosa que el dinero pudiera pagar, empezando por el amor. Un poco como el Gran Gatsby pero sin el cerebro de Scott Fitzgerald: la tristeza total para una vida. El destino parecía escrito. Él, hoy lo sabemos, es ese futbolista capaz de vender el deporte que más ama (con su equipo dentro) para blanquear una dictadura. Así las cosas, y como no podía ser de otra manera, Shakira y Piqué se enamoraron. Eran tal para cual. Aunque, evidentemente, nunca estuvieron solos. Ellos, igual que Lady Di, siempre fueron tres en su matrimonio. Shakira, Piqué y el amante de ambos: el éxito.

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Así pues a Piqué le toca ahora masticar los celos más amargos. Podrá tolerar (y hasta celebrar, quién sabe) que Shakira le acuse en la canción de tener más músculo que inteligencia: “mucho gimnasio pero trabaja el cerebro un poquito también”. Pero no podrá soportar lo de verla gozar de los favores de la industria, de las marcas, de los likes, del éxtasis de la facturación. Él que se creyó que por fin era el favorito del trío, no se dio cuenta de que nada excita más al mercado que la última lágrima de una mujer famosa, idealmente abandonada. Esa es la razón por la que Shakira ha entregado su última pluma tribal a un jovencísimo Bizarrap, el chaval de 24 años que convierte en dinero cada artista que toca. Ha cambiado las raíces por el Shein y se ha calzado plataformas más altas que las de sus rivales. “Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, canta Shakira, sin saber que llorar y facturar han sido a lo lago de su vida una sola cosa.

Hoy no quedan lágrimas pero tampoco queda Shakira. Solo hay, por lo visto, una montaña de dinero. Lo que Shakira no quiere reconocer es que ni siquiera es suyo, se lo debe a Hacienda. Eso y que las mujeres no nos ganamos nuestra libertad facturando. Al contrario, la pelea sigue siendo que ninguna mujer (tampoco ninguna artista) esté en venta. No tenías que haber vendido nunca nada, Shaki. Y mucho menos tu última lágrima. Ojalá conserves al menos una. Si así fuera, te felicito. Qué bien actúas.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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