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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Crueldad con los animales

Una sociedad civilizada no puede servirse del maltrato como elemento de diversión

Toro de la Vega Tordesillas
Celebración del festejo del Toro de la Vega el martes en Tordesillas.Manu Fernandez (AP)
El País

La polémica ha vuelto al torneo del Toro de la Vega y muestra lo que cuesta erradicar la crueldad con los animales en los festejos públicos. La controversia se produjo después de que el Ayuntamiento de Tordesillas (Valladolid) acordara aplicar este año un nuevo reglamento que permitía saetear al animal con arpones, lo que motivó que el Ministerio de Derechos Sociales se dirigiera a la Fiscalía para instar la suspensión cautelar del festejo por maltrato animal. El Toro de la Vega, cuya tradición se remonta al siglo XVI, es un torneo que hasta 2016 consistía en perseguir a caballo y lancear a un toro hasta matarlo. Conseguía el premio quien le infligiera la herida mortal. Tras años de agria disputa, el formato se modificó en 2016 en cumplimiento de la nueva normativa aprobada por las Cortes de Castilla y León, con mayoría absoluta del PP, que prohíbe la muerte o la violencia en este tipo de festejos taurinos.

En los años siguientes, el torneo se celebró sin herir ni matar al animal, pero este año el Ayuntamiento de Tordesillas, gobernado también por el PP, autorizó un nuevo reglamento que permitía usar arpones de ocho centímetros de largo, lo que no deja de ser un instrumento de tortura. El reglamento fue finalmente suspendido por el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León a instancias del partido animalista PACMA, cuando la Fiscalía ya había desestimado suspender el festejo al no ver indicios de delito. Esta discrepancia en la valoración revela que el marco jurídico no es todo lo claro que debiera.

En una sociedad civilizada no resulta tolerable que se utilice el maltrato o el sufrimiento animal como elemento de diversión. Pero estas vejaciones están inscritas en la sociedad, y no solo en las fiestas populares, como lo demuestra la profusión de imágenes de extrema crueldad que se difunden por las redes sociales en cuentas relacionadas con la caza. Es una incongruencia exigir a los ciudadanos que traten bien a sus mascotas, como plantea la nueva ley de bienestar animal que se tramita en el Congreso, y alentar o tolerar un tipo de actividades y espectáculo donde se practica un maltrato evidente, aunque se invoque una tradición. Esto es aplicable a festejos como el bou embolat, en el que se colocan bolas de fuego en los cuernos del animal, el bou al carrer o ciertos encierros taurinos en los que los animales acaban en un estado lamentable por los golpes que reciben y el estrés al que son sometidos. En Cataluña se da la paradoja de que se prohibieron las corridas de toros, pero se mantuvieron los encierros del bou embolat. Los ocho fallecidos y más de 20 heridos, algunos de ellos menores, que se cuentan hasta este jueves entre los participantes han abierto otro debate en Valencia sobre la seguridad de este tipo de encierros. Cada vez es más necesario un marco normativo más preciso que erradique el maltrato animal en los festejos populares.

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