Putin, ideólogo de la extrema derecha europea
La dignidad humana no es un mero valor cultural ni un arma geopolítica: nos pertenece a todos y es inaceptable que se vulnere
“Europa está en peligro”. Ese es el espíritu del documento de la “Brújula Estratégica”, el plan de seguridad del responsable de la diplomacia comunitaria, Josep Borrell. La idea de Occidente se desliza por una incómoda pendiente que oscila entre el declive y la resistencia titubeante. Y ahí está Europa. La era del mundo hobbesiano es también la era de la guerra híbrida, concepto que por lo visto sirve para denominar a los inmigrantes hacinados en la frontera entre Bielorrusia y Polonia, transportados allí por Lukashenko mientras Rusia lo jalea para generar divisiones en Europa. Es la tormenta geopolítica perfecta: gas, fronteras, migrantes… un gran cóctel para las próximas elecciones francesas.
Pero “guerra híbrida” es también el discurso pronunciado por Putin en Sochi en octubre, identificando Occidente y liberalismo político para explicar nuestra decadencia. Describió un mundo donde “a los niños se les enseña desde una edad temprana que pueden fácilmente convertirse en niñas, y viceversa”; un universo carcomido por “la cultura de la cancelación”, “zombificado” por la idea de los derechos humanos. “Cobardes”, “egoístas”, “incapaces de sacrificarse por su patria”, hemos olvidado nuestros orígenes. Palabra de Putin, aunque ya nos lo advirtió Macron: es el viejo juego ruso de promover el relativismo de valores y principios para volver a situarnos en el “diálogo de civilizaciones”. Redefinir valores universales como la dignidad o la vida humanas es la pólvora de esta guerra híbrida, de este juego siniestro al que se suma la extrema derecha con Mateusz Morawiecki, primer ministro polaco, a la cabeza. Mientras sufre en su propia frontera la instrumentalización de las vidas de quien nada tiene, quizás entienda ahora cuánto necesita a esa Europa que desdeña, en qué lugar deja esta crisis su anhelo de soberanía. Tal vez entienda que la OTAN no sirve para estas guerras del siglo XXI y por qué la UE necesita desarrollar con urgencia su autonomía estratégica. Por ejemplo, para cortar los vuelos de migrantes lanzados desde terceros países, o para llevar allí una fuerza policial de emergencia. Eso lo puede hacer la UE, no la OTAN.
Morawiecki no quiere al alto tribunal europeo, pero tampoco estar a merced de Rusia y necesita esa autonomía estratégica para proteger sus fronteras. La era de las amenazas híbridas es la de las alianzas transnacionales y, aunque “la protección territorial de Europa es exclusiva de la OTAN”, como dijo Borrell, necesitamos esa brújula estratégica para hacer frente a quienes buscan desestabilizarnos. Pero, ¡ojo! Esta guerra se da también en el campo de las ideas: a Rusia le incomoda el marco liberal y lo ataca buscando émulos internos. Y Hungría y Polonia escuchan. Y aunque el mundo sea más hobbesiano que kantiano, debemos conjugarlo con los intangibles que definen nuestra fortaleza. Porque la dignidad humana no es un mero valor cultural ni un arma geopolítica: nos pertenece a todos y es inaceptable que se vulnere.
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