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Revolución mexicana: historia de traiciones, poder y mitos

Personajes como Francisco Villa, Francisco I. Madero, Victoriano Huerta o Emiliano Zapata marcaron el inicio del siglo XX con la lucha revolucionaria en México

Julieta Sanguino
Revolución mexicana
El general Álvaro Obregón, el revolucionario Francisco Villa) y el general estadounidense John Pershing, alrededor de 1915 durante la Revolución Mexicana.Hulton Archive (Getty Images)

La Revolución mexicana fue un conflicto armado que duró más de 10 años. Una lucha violenta en la que se debatían diversos intereses como la batalla por un Gobierno democrático y una estructura agraria más justa. Existen interpretaciones, anécdotas e historias que se repiten una y otra vez. Una lucha llena de matices que durante años se han exaltado o disminuido. El antropólogo Roger Bartra asegura que “la Revolución fue un estallido de mitos, entre los cuales destaca el de la propia Revolución”.

En 1910 se preparaban las elecciones mexicanas. Poco antes de ir a las urnas, los mexicanos lidiaron con la crisis económica de 1907 y un conflicto diplomático con las grandes potencias por el petróleo mexicano, mismo que había sido recién descubierto. En febrero de 1908, Porfirio Díaz otorgó una famosa entrevista al periodista estadounidense James Creelman en la que aseguró que no volvería a reelegirse ni gobernar México; además, dijo, veía con simpatía la creación de nuevos partidos políticos; sin embargo, Díaz se reeligió.

Desde San Luis Missouri, los hermanos Ricardo y Enrique Flores Magón escribían en 1906: “la Dictadura de Porfirio Díaz, que pone el poder al servcio de todos los explotadores del pueblo, el trabajador mexicano ha sido reducido a la condición más miserable; en dondequiera que presta sus servicios, es obligado a desempeñar una dura labor de muchas horas por un jornal de unos cuantos centavos”.

En la contienda electoral hubo nombres como Bernardo Reyes, Benito Juárez Maza (hijo de Benito Juárez), Francisco I. Madero e incluso, desde Estados Unidos, el magonismo anarquista. Díaz dificultó la campaña y la vida de los otros candidatos; incluso encarceló a Francisco I. Madero, quien durante el proceso electoral seguía preso y después de declarar el fraude electoral, y escapar a San Luis, tuvo que huir a Texas donde permaneció hasta el 5 de octubre, fecha en la que promulgó el Plan de San Luis Potosí para convocar a las armas el 20 de noviembre de 1910.

A pesar de que sus colegas del partido antirreleccionista no lo secundaron; sí lo hicieron grupos rurales y populares donde surgieron líderes preparados para la lucha armada; entre ellos, Pascual Orozco, Francisco Villa y Emiliano Zapata.

El mito de Díaz como el villano revolucionario

A diferencia de lo que se cree, la Revolución mexicana no finalizó con el derrocamiento de Porfirio Díaz, en realidad, Díaz desapareció del mapa tan solo seis meses después de que el conflicto comenzara.

Gracias a los acuerdos de Ciudad Juárez, el 21 de mayo de 1911 se pactó la renuncia de Porfirio Díaz y su vicepresidente Ramón Corral. Durante la noche del 25 de mayo, trasladaron a Díaz, su familia y ocho baúles de archivos a la estación del ferrocarril de San Lázaro y un día después llegó al Puerto de Veracruz, escoltado por el general Victoriano Huerta y el coronel Joaquín Chícharo. El 20 de junio, Díaz ya estaba en Francia, país en el que permaneció hasta su muerte.

Con los acuerdos de Ciudad Juárez se desmovilizaron más de 60.000 rebeldes; sin embargo, las fuerzas de Pascual Orozco decidieron seguir en la lucha después de quedar insatisfechas con el pacto. Lo mismo ocurrió con los zapatistas, quienes buscaban la recuperación de sus tierras.

Madero: espiritista e inexperto

Francisco I. Madero fue electo como presidente en octubre y comenzó su mandato en noviembre. José María Pino Suárez fue su mancuerna. De acuerdo con la historiadora Yolia Tortolero Cervantes, el espiritismo de Madero influyó en sus ideales y manera de gobernar. Las coincidencias entre sus creencias espiritistas y sus propuestas políticas quedan más claras en una carta que envía a su hermano Raúl, Madero asegura que “con educación, energía inquebrantable y un deseo ardiente por el progreso, tanto de la patria como de la sociedad en general, era como los grandes hombres y los libertadores podían salvar a la humanidad y convertirse en sus guías espirituales”.

De este modo, de acuerdo con el doctor en historia Luis Barrón, el gobierno de Madero se caracterizó por sus ideales espiritistas y su inexperiencia política. En su ensayo sobre la Revolución mexicana, Javier Garciadiego y Sandra Kuntz aseguran que durante la breve presidencia de Madero fueron más los problemas políticos que los cambios.

Su origen de hacendado algodonero hacía que su balanza se inclinara hacia la propiedad privada de la tierra y propuso el fraccionamiento y venta de terrenos nacionales a través de créditos agrícolas. Campesinos y obreros no estaban de acuerdo con esto ya que lo consideraban poco equitativo. Consideraban su ofrecimiento un pago insuficiente y en ese mismo año, los zapatistas promulgaron el Plan de Ayala para continuar con la lucha armada.

Por otro lado, la milicia de Pascual Orozco también se levantó en armas en marzo de 1912. Impulsados por la inconformidad de las retribuciones obtenidas con la lucha contra Porfirio Díaz y las reformas sociales maderistas tibias y lentas, los orozquistas tuvieron una lucha intensa.

Madero, para defender su gobierno, puso al frente del ejército a Victoriano Huerta, quien derrotó a los orozquistas y más tarde al propio presidente durante el evento conocido como “la decena trágica”. Bernardo Reyes, quien había sido un contundente líder de la oposición desde tiempos de Porfirio Díaz, murió al intentar tomar el Palacio Nacional. Victoriano Huerta junto con Félix Díaz (sobrino del expresidente) y el embajador estadounidense Henry Lane Wilson se unieron y de este modo, Madero y Pino Suárez fueron asesinados el 22 de febrero de 1913.

Todos contra Victoriano Huerta

Huerta tomó el poder en medio de la transición presidencial de Estados Unidos. El nuevo presidente norteamericano, Woodrow Wilson, promovía los gobiernos democráticos y no estaba de acuerdo con el golpe de Estado que Huerta había dado.

No solo Wilson se interpuso al gobierno de Huerta, al norte del país se gestaba un movimiento de inconformidad generalizada. Los líderes, Francisco Villa en Chihuahua y Venustiano Carranza en el resto de los Estados norteños, estaban preparados para confrontar a Huerta.

En Coahuila se hizo un decreto en el que negaban el gobierno huertista y en 1913, con el Plan de Guadalupe, puso foco en el derrocamiento del entonces presidente y la restauración de la legalidad. Para llevarlo a cabo, Carranza se convirtió en el líder del movimiento constitucionalista y jefe regional.

La culminación de la Revolución mexicana

El gobierno de Huerta estaba desmoralizado, sin solvencia económica y deudas con Estados Unidos. La marina norteamericana impidió el desembarco de armas que Huerta esperaba de Europa. Huerta aumentó los impuestos, endeudó al país y obligó a los hacendados a cooperar con los gastos del ejército.

Con la toma de la Ciudad de México por los ejércitos de Villa y Carranza, en 1914 derrocaron al gobierno y ejército, y se firmaron los Acuerdos de Teoloyucan. Carranza comenzó su gobierno y por fin, en 1917 pudieron redactar la nueva constitución que buscaba una reorganización nacional completa.

La lucha armada continuó hasta 1920; sin embargo, el fin de la Revolución mexicana se basa en la promulgación de la Constitución y la presidencia de Carranza.

La leyenda del Caudillo del sur

Al centro del país las tropas zapatistas seguían en la lucha agraria por la restitución de las tierras comunales bajo el mando de Emiliano Zapata. Aunque sufrían por la escasez de armas y recursos, el ejército zapatista seguía al pie de la lucha y convirtió a su líder en un héroe de la zona.

Carranza retomó la lucha contra los disidentes y sobre todo, contra las tropas zapatistas. La situación se agravó cuando Emiliano Zapata, también conocido como el Caudillo del sur, dirigió una carta a Carranza en la que criticaba el saqueo de los bancos y la industria; las contribuciones injustas y exorbitantes, y la miseria en la que vivía la gente humilde.

Carranza respondió con el asesinato de Zapata en una emboscada en la hacienda de Chinameca el 10 de abril de 1919. De acuerdo con el secretario zapatista Salvador Reyes, los militares descargaron dos veces sus fusiles y su cuerpo presentaba entre siete y ocho orificios. Al cuerpo lo identificaron el general zapatista Eusebio Jáuregui, jefe de su escolta y un vecino que fue testigo. La noticia corrió y su cadáver se exhibió en Cuautla, pero los pobladores de Morelos aseguraban que no era Zapata quien yacía en el féretro.

Decían, Zapata tenía un lunar y le faltaba un dedo, mientras que el cadáver no tenía la marca de nacimiento y tenía todos los dedos completos, justificaban la historia al decir que el Caudillo del sur había mandado un doble muy parecido a él al encuentro en el que fue asesinado. La desaparición de Zapata se debía a que el revolucionario había huido a Arabia con un primo suyo.

Se escribieron reportajes, ensayos y estudios de campo. El investigador y documentalista Francesco Taboada asegura, “Zapata cumple una función semejante a la de hombre-dios. La incuestionable trascendencia que el caudillo morelense [...] representa un concepto que se ha fundido en la cosmovisión indígena-campesina de finales del siglo xx y principios del siglo XXI”.

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Sobre la firma

Julieta Sanguino
Es la encargada del desarrollo de audiencias en América y periodista de EL PAÍS América. Antes trabajó en la editorial Condé Nast para publicaciones como Vogue, GQ, Architectural Digest y Glamour, y fue editora en jefe en Cultura Colectiva. Es licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional Autónoma de México.

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