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“Pórtate bien”: el efecto real de esta expresión tan común que parecen desoír todos los niños

Un menor no tiene por qué entender qué se le pide con esa frase. Las expertas argumentan que es necesario una comunicación más clara, plantear unos límites y comprender sus necesidades para que se produzca un cambio real de su conducta

Un padre regaña a su hijo.
Un padre regaña a su hijo.ljubaphoto (Getty Images)

La expresión “pórtate bien” no significa lo mismo para todos los padres, pero tampoco para todos los niños. Aglaía García Rodríguez, pedagoga especialista de Atención Temprana, explica que cuando un adulto refiere esta expresión tan común lo relaciona con no protestar o quejarse: “Sin embargo, los menores pueden no obedecer a la primera, mostrar disconformidad o enfado frente a esta petición paternal”, matiza.

“De esta manera, podríamos creer que casi ningún niño se salva de actuar mal a diario. Es más, la mayoría de veces que les prohibimos algo (tipo no corras; no pegues a tu hermano...) parece que lo obvian y continúan con ese comportamiento”, añade la experta. Según sostiene García, es entonces cuando los progenitores se preguntan por qué ocurre esto: “Tienen que comprender que el cerebro de los niños y el de los adultos es completamente distinto y este campo es relativamente nuevo para las familias”.

“Con la expresión ‘pórtate bien’, los adultos llegan a sobreentender que el niño lo comprenderá y actuará en consecuencia. Pero no lo hace. Tal vez, los progenitores y el resto de familiares tendrían que ser más claros y concisos con su petición”, explica. “Decir, por ejemplo: ‘Vas a ir a casa de tu amigo. Disfruta y haz caso a lo que te diga su madre’. O sea, dar toda la información. De esta manera, se le aclara lo esperado de él”. La pedagoga también recomienda que los padres se informen para conocer más a fondo y comprender el funcionamiento del cerebro infantil, “algo que será positivo para su autoestima y se criarán como seres humanos felices”.

Según Paula Suárez Gullón, también pedagoga, la expresión “pórtate bien” no es apropiada, pese a ser de las más utilizadas y recurrentes para intentar cambiar la mala conducta de los hijos. La profesional asegura que no es un lenguaje que puede aplicarse a todos los momentos que forman parte del proceso educativo: “Cuando un niño escucha esto por parte de un padre o un profesional educativo, paradójicamente no da lo mejor de sí. Y, además, hay que preguntarse por qué ocurre esto y por qué el menor actúa de un modo que el adulto rechaza, pudiendo ser por cansancio, angustia, estrés, desmotivación o frustración”.

Hablar a un niño de conductas les ayuda a resolver

Suárez añade que cuando se dice a los niños que se porten bien, sin concretar, su respuesta no suele ser ni afirmativa ni colaborativa: “Sin embargo, en el momento en que se habla de conducta, que se explica la conducta, aprenden cómo deben hacerlo. Se tienen que establecer pautas y límites y secuenciar los tiempos de forma consensuada y permitiendo que se sientan protagonistas de sus acciones y de sus logros. La comunicación con los hijos ha de ser afectiva y efectiva”.

Esta experta recalca que los niños necesitan un modelo para saber qué hacer, cómo hacerlo y que, además, se les ofrezcan recursos personales que les permitan identificar su conducta, su emoción y saber cómo resolverla. Y añade que hay que anteponerse a las situaciones y trabajar la comunicación afectiva desde la reflexión, la empatía y la práctica educativa. “Un niño no sabrá qué hacer en un momento puntual y como adultos hay que reaccionar, poniendo el foco en una comunicación positiva que resuelva y que permita a los padres trabajar las fortalezas, permitiendo al menor enfrentarse a situaciones que le generan malestar”, explica. Suárez asevera que resultará beneficioso embellecer el momento con palabras de aliento como: “¡Qué bien!”; “¡Lo has conseguido!”; “¡Enhorabuena!” o “¡Buen trabajo!”.

“Culturalmente, se asocia el portarse bien o ser bueno al hecho de que los menores se comporten como el adulto espera que lo hagan”, declara por su parte la psicóloga infantil y psicopedagoga Sandra Puertas Vélez. Esta experta indica que los niños todavía necesitan aprender normas sociales: “Por lo que es un error esperar de ellos que sepan tener un comportamiento positivo en algunas situaciones y simplemente se les recalque que se porten bien. Esto supone para ellos que fallan en algo o que son malos. De esta forma, los chavales reciben esta etiqueta por parte de referentes principales en su crianza y, finalmente, acaban actuando en consecuencia”.

“Lo mejor sería educarles con evidentes delimitaciones, explicadas y respetuosas, para que aprendan a autorregularse y de adultos sepan relacionarse con otros y consigo mismos de forma adecuada, esto es, con consideración y empatía”, refiere Puertas. “A medida que los niños van creciendo, adquieren la capacidad de razonar y se desarrollan verbalmente y es importante involucrarles en dichos límites”, prosigue la psicóloga, “para conseguirlo es necesario considerar su opinión a la hora de establecerlos (algunos límites serán flexibles y otros innegociables) para facilitar su aceptación y colaboración”.

“Asimismo, hay que propiciar la propia reflexión sobre sus comportamientos y las consecuencias correspondientes para que sean responsables de sus actos y establezcan sus propios límites”, añade. Puertas argumenta que al transgredir un límite se les puede enseñar a buscar soluciones para repararlo y en ese proceso el adulto debe acompañar al niño y enseñarle a relacionarse convenientemente con su entorno: “Compartiendo, turnándose en un juego o pidiendo perdón, convirtiéndose así en menores reflexivos y capaces de tomar decisiones responsables”.

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