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‘Telefonofobia’ o por qué algunos jóvenes tienen terror a recibir o hacer llamadas

Las redes sociales, el WhatsApp o los videojuegos hacen que muchos chicos estén acostumbrados a una comunicación en la que pueden pensar qué dicen y cómo lo dicen, lo que puede generar falta de espontaneidad, autoestima y resolución en tiempo real

Tras la pantalla, y sin comunicación verbal, uno puede disimular los sentimientos o engañar.
Tras la pantalla, y sin comunicación verbal, uno puede disimular los sentimientos o engañar.Philippe TURPIN (Getty Images/Photononstop RF)

WhatsApp lo ha cambiado todo. La mensajería instantánea ha hecho que a muchos adolescentes no les guste hacer llamadas ni tampoco recibirlas. “Efectivamente, un amplio porcentaje de jóvenes rechazan realizarlas o atenderlas y prefieren usar aplicaciones y las redes sociales”, afirma Rebeca Cáceres Alfonso, doctora en Psicología, psicoterapeuta y directora ejecutiva del centro Tribeca Psicólogos. No obstante, sostiene que no se puede hacer extensible el término telefonofobia —miedo a hablar por teléfono y mantener una conversación― a todas las personas que deciden no descolgar el móvil. “Algunos optan por no hacerlo porque consideran que responder la llamada les distrae y les resta demasiado tiempo. No podemos obviar que muchos de estos niños y adolescentes han crecido con otros tipos de canales de comunicación, como los mensajes de voz. Por lo tanto, en estos casos, hablamos de una elección y no de un problema”, explica.

Cáceres indica que muchos de los jóvenes de la generación posmilenial se comunican con fotos que desaparecen en el momento de abrirlas, algo que para ella supone una revolución en el mundo de la comunicación y del avance social. Sostiene también que las personas que presentan este miedo irracional a mantener una conversación telefónica padecen un conjunto de síntomas de tipo físico y psicológico: “Los de tipo físico tienen que ver con dolor de estómago, boca seca, náuseas, hiperventilación o ataques de pánico, entre otros; y a nivel psicológico suelen aparecer pensamientos rumiativos —pensamientos recurrentes sobre una misma cuestión—, o comportamiento evitativo a responder al receptor, por ejemplo”.

Para la experta, estos chicos y chicas están muy acostumbrados a manejar un tipo de comunicación en la que se puede pensar qué se dice y cómo se dice, un cierto control, algo que explica como una falta de espontaneidad y resolución en tiempo real. “Dejar ir ese control puede suponerles miedo y ansiedad. También interfiere el hecho de la implantación de límites, el no saber, por ejemplo, expresar que no quieren hablar de cierto tema o que no les apetece seguir charlando”, añade. Cáceres incide en que este problema también puede asociarse a sujetos muy autoexigentes y con una autoestima baja: “Son jóvenes que no se sienten a gusto con quiénes son y que temen decir algo inadecuado que se les repruebe”.

Teresa Terreros Roncal, psicóloga especialista en terapia cognitivo-conductual con niños y adolescentes en el Instituto Psicológico Cláritas, aclara que la telefonofobia puede afectar a la calidad de vida de ciertas personas por el nerviosismo y la ansiedad que les genera. Identifica, además, que puede hablarse de jóvenes que lo pasaron mal en la pandemia y que durante el confinamiento se relacionaban a través de mensajes y audios, por lo que ahora puede suponerles un gran reto responder a una llamada por temor a que se les cuestione o a fallar. Terreros subraya que es importante descubrir el foco de ese miedo que les paraliza y ayudarles a enfrentarse a él. Para reducir su ansiedad y aumentar su confianza, recomienda practicar ensayos de llamadas de teléfono para que puedan anticipar diferentes escenarios, así como exponer a niños y adolescentes de manera gradual a las mismas, comenzando con llamadas breves y sencillas y aumentando su duración y complejidad, acompañándolos en un primer momento. Además, Terreros aconseja a padres y madres acudir a profesionales cuando perciban malestar y sufrimiento en sus hijos.

Intercambios más interpersonales

“El 81% de los mileniales tiene telefonofobia”. Así lo señala el estudio de 2022 Generation mute, millenials phone call statistics (silencio generacional, estadísticas de llamadas telefónicas de los mileniales, en su traducción en español), que indica que esta fobia viene del aislamiento juvenil derivado del auge de las redes sociales y los videojuegos.

Lara López, de 17 años y estudiante de 1º de Bachillerato en el IES Universidade Laboral de Ourense, considera que muchas de las personas que la rodean sufren telefonofobia: “Cuando alguna de mis amigas tiene que hacer una llamada a algún tipo de servicio, me piden que la haga yo. Desconozco los motivos exactos, pero cada día lo veo más”. López, que asegura no sentirse identificada con este temor, sí prefiere en muchas ocasiones mandar un mensaje porque le resulta más sencillo, práctico y eficaz, sin necesidad de esperar una respuesta inmediata. “El problema es que mucha gente no deja de hacer esto por comodidad, sino que no llama por miedo al contacto social”, opina la estudiante. “No es el único ambiente donde la gente se angustia para socializar. Siento que, en general, nos estamos haciendo más individualistas y tendemos a relacionarnos menos físicamente. También hay muchos adultos que optan por contactar por móvil y no en persona”.

Una conclusión con la que está de acuerdo Izarbe Lafuerza, experta en inteligencia emocional, quien entiende que no llamar provoca en los jóvenes una disminución de sus habilidades socioemocionales. “En el mundo digital sienten que pueden elegir las conversaciones que quieren abordar y no contestar, es decir, finalizar una comunicación con cualquier contacto sin justificación alguna, fenómeno conocido como ghosting”, afirma la también creadora del proyecto Alt.O, un movimiento global para formar a líderes ecoemocionales.

Tras la pantalla y sin comunicación verbal se pueden disimular los sentimientos, así como engañar o mandar mensajes dañinos a otros que pueden ser la antesala del ciberacoso, según prosigue Lafuerza: “En conversaciones rápidas en el mundo digital se favorecen los intercambios más interpersonales, sentirse uno menos desprotegido y eso nos desconecta de los demás”. Para Lafuerza, las familias han de implicarse en la educación digital de sus hijos: “Es primordial aprender y enseñar empatía digital a los niños y adolescentes para evitar problemas”.

Además, puntualiza que en la escuela, hay que brindar a los alumnos oportunidades de exponer en público, esto es esencial: “La oratoria y la capacidad de improvisación les permitiría desenvolverse mejor en todo tipo de conversaciones digitales y en persona”. Lafuerza sostiene que el buen uso de la tecnología es determinante y comparte algunos puntos que los padres y madres deben tener en cuenta en la educación digital de sus hijos:

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