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La erradicación de la violencia obstétrica comienza por admitir que existe

El concepto hace referencia a prácticas inconvenientes e improcedentes, abusivas o irrespetuosas que interfieren con el proceso de parto y afectan a nivel psicológico y físico a la madre o al bebé

Violencia obstetrica
Una mujer de parto.Petri Oeschger (Getty Images)

La certeza de la violencia obstétrica queda patente en el Informe de la Relatora de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y en posicionamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Este concepto se adjudica a prácticas inconvenientes e improcedentes, abusivas o irrespetuosas que interfieren con el proceso de parto y afectan a nivel psicológico y físico a la madre y al bebé. Además, la OMS ha condenado todo este tipo de acciones y actitudes y las define como una forma de “violencia ejercida por profesionales de la salud hacia mujeres embarazadas en el parto y puerperio”. Del mismo modo, este organismo ha reconocido que la violencia obstétrica viola el derecho de atención respetuosa a la mujer y pone en riesgo su derecho a la vida, integridad física, salud y a no ser discriminada.

Estas praxis constituyen un problema de Estado y salud pública en diversos países del mundo, entre ellos, España. En el libro El concepto violencia obstétrica y el debate actual sobre la atención al nacimiento (Tecnos), de Josefina Goberna-Tricas y Margarita Boladeras, se abordan conductas de un modo claro que permiten crear el escenario que trae consigo este crudo término. Desde el Observatorio de la Violencia Obstétrica se rescata la idea de la VO como “un trato jerárquico deshumanizador, en un abuso de medicalización y patologización de los procesos naturales, trayendo consigo pérdida de autonomía y capacidad de decidir libremente”.

Con la llegada de la nueva ley del aborto

En la semana mundial del parto respetado, el proyecto de reforma de la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de Salud Sexual y Reproductiva y de Interrupción Voluntaria del Embarazo, aprobado el pasado 17 de mayo, expone cambios en lo que respecta al embarazo, aborto o educación sexual. Este proyecto de ley, impulsado por el Ministerio de Igualdad, recoge violencias contra la mujer como el aborto o la anticoncepción forzosa. La ministra de Igualdad, Irene Montero, ha señalado recientemente que, en cuanto al aprendizaje en sexualidad, es necesario un “acompañamiento especializado” e “impulsarse buenas prácticas en consultas ginecológicas y atención al parto”, evitando prácticas no necesarias, invasivas y que no hayan obtenido consentimiento de la mujer.

Aunque en el texto no se refleja el término “violencia obstétrica” como tal, sí se disponen políticas que tengan como objeto prevenir la mala praxis, como pueden ser cesáreas o episiotomías innecesarias. También se promociona la formación de profesionales en centros médicos, profesores en educación sexual y un protocolo común a los centros públicos para cumplir con convenientes actuaciones.

“En España todavía existe recelo a la hora de admitir la existencia de la violencia obstétrica. No obstante, esto no quiere decir que sea un fenómeno inexistente. Como señala la Ley de Autonomía del Paciente, las mujeres deben ser informadas sobre los procedimientos médicos y deben ser ellas las que decidan sobre los mismos”, explica Alicia M. Dahlander Acosta, psicóloga y máster en Sexología. “Los profesionales han de actualizar sus conocimientos y prácticas médicas en pro de un aumento de la calidad de las intervenciones”, prosigue la experta, “y las mujeres debemos tener la certeza de que el sistema de salud va a responder de la mejor manera frente a nuestras necesidades y, para ello, es fundamental que esto sea recogido en el marco legal español. Y la violencia obstétrica existe y perjudica a centenares de mujeres a diario en nuestro país”.

Por su parte, Marta Ábalos Calvo, psicóloga sanitaria y sexóloga, deja patente que las cifras sobre violencia obstétrica, según el Observatorio de la Violencia Obstétrica en su informe de noviembre de 2016, son alarmantes. Un 50,7% de las mujeres no fue informada del tipo de intervención en su parto y con un 50,1% se actuó sin su consentimiento. Incluso un 32,5% de profesionales criticó las expresiones de dolor y gritos de las pacientes. “Cabe destacar las posibles secuelas derivadas de la violencia obstétrica, donde un tercio de las mujeres (30,5%) comunicó la necesidad de ayuda psicológica”, valora la cofundadora del proyecto Sexualidad ConSentimiento.

Según Laura Rosón Matilla, matrona especialista en preparación integral al nacimiento, esta práctica sigue siendo tan poco abordada y visibilizada a nivel social e institucional “fundamentalmente porque las víctimas son mujeres”. Para la profesional todavía existen especialistas que se sienten amenazados o juzgados (en lo que respecta a su profesión y sus conocimientos) cuando una mujer les comunica por escrito a través de un plan de parto su declaración de intenciones o cómo les gustaría que se desarrollara todo su proceso. “La violencia obstétrica no es tanto una técnica en sí, sino el no informar, vejar o menospreciar (incluso infantilizar) a una mujer en uno de los momentos más vulnerables de su vida”, termina Rosón.

La opinión de los ginecólogos y obstetras

La Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), en un comunicado en 2021, desvelaba su postura: “Nos parece inapropiado, tendencioso e injusto el término violencia obstétrica por su significado jurídico doloso, como intención de causar daño, ánimo de lesionar, empleo de fuerza o amenazas, tipificable penalmente, que debemos rechazar por completo. No debe confundirse en modo alguno la praxis inadecuada con las expectativas de parto no cumplidas. Sin embargo, es un término que ha permitido poner de manifiesto las experiencias desagradables de muchas mujeres y posicionarlo en el debate público”.

Pero, por otro lado, se comprometía a mejorar. “La SEGO considera que la buena praxis debe basarse en la formación de los profesionales en competencias técnicas y de comunicación, en la información a las pacientes y en la documentación de la historia clínica. La evolución de la asistencia obstétrica ha sufrido importantes cambios que reflejan su adaptación a las evidencias científicas y a los cambios sociales y culturales de nuestra sociedad. Existe un margen de mejora para continuar la adaptación a un nuevo escenario asistencial, desde el punto de vista conceptual y científico, ya iniciada en los últimos años, para determinadas prácticas obstétricas”, informaban. Y añadían: “La SEGO [...] considera relevante escuchar a las mujeres y a sus parejas, e incorporar su participación en las políticas de salud, establecer puntos de reflexión y de intercambio, reclamar medios suficientes a la administración sanitaria y a las entidades aseguradoras, y denunciar sus carencias, para proporcionar una atención respetuosa con la maternidad...”.

Una opinión que concuerda con la de Sofía Fournier Fisas, ginecóloga y autora del libro Voy a ser mamá ¿Y ahora qué? (Planeta). Esta experta admite que pueden existir casos puntuales donde algo falle, pero que, en general, a los obstetras de su generación se les ha formado en una filosofía de respeto bidireccional médico-paciente, donde el facultativo no se ensalza como una figura superior. “Las complicaciones existen. Sin embargo, en la actualidad, lo que se pretende es remitir la medicalización excesiva de años pasados”, refiere la médica.

La experta añade que no hay que eludir el perfil del paciente, que, en ocasiones por su edad avanzada o patología médica base, puede no alcanzar ese tan ansiado parto idealizado. Además, subraya que su pretensión es que el día del parto para la mujer se convierta en un día especial, emotivo y feliz y que recuerde con alegría: “Me parece bien que el término violencia obstétrica no se incluya en la nueva ley del aborto porque lo que no queremos ningún profesional que nos dedicamos a tratar con mujeres embarazadas y que van a dar a luz es que no escape la confianza entre ambas partes y que exista un ambiente sereno donde impere el diálogo constante”.

Los profesionales en ginecología y obstetricia estamos en desacuerdo con que la mujer llegue al centro médico con prejuicios y se demonicen las salas de parto. El hecho de que llegue con miedos e inseguridades, poniendo de primeras en cuestionamiento lo que va a suceder, evita que el profesional trabaje cómodo y bien”, concluye la doctora Fournier.

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