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Biden, a un año de la matanza de Uvalde: “No podremos frenar esta epidemia hasta que el Congreso actúe”

El presidente aprovecha el aniversario del tiroteo con 21 víctimas para exigir al Legislativo la prohibición de los rifles de alto poder

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, durante su discurso a un año de la matanza.Foto: ANDREW HARNIK (AP) | Vídeo: EPV
Luis Pablo Beauregard

A un año de la matanza de 19 niños y dos maestras en la escuela primaria Robb, de Uvalde, Texas, el presidente de Estados Unidos ha llamado al Congreso a hacer un cambio que pueda evitar nuevas tragedias escolares. “Es tiempo de actuar”, ha dicho el mandatario demócrata, quien ha propuesto prohibir los rifles de asalto ante el rechazo de los republicanos. La violencia armada es la principal causa de muerte entre los menores en Estados Unidos, un país entre los más avanzados del mundo. “No podemos acabar con esta epidemia hasta que los legisladores aprueben reformas de sentido común y las armas de guerra queden fuera de nuestras calles y de las personas peligrosas”, dijo el mandatario en un mensaje que conmemora la penúltima tragedia dentro de las aulas.

Biden visitó Uvalde, una población de mayoría hispana, días después de que un joven que recién había cumplido la mayoría de edad entrara a una escuela pública a disparar a mansalva contra niños de nueve y diez años. La tragedia seguía a otra de motivaciones racistas en un supermercado de Buffalo, Nueva York, frecuentado por afroamericanos. Al incidente de Uvalde le siguió en Texas, una de las entidades con más laxa regulación de armas, un debate sobre infraestructura escolar, atención a la salud mental y, en especial, la fallida respuesta de las policías y fuerzas del orden. El presidente de EE UU cree que la discusión debe centrarse en las armas que empuñan los asesinos.

Cynthia Flores, madre de José Flores, limpia las cruces del memorial de su hijo en el centro de Uvalde.
Cynthia Flores, madre de José Flores, limpia las cruces del memorial de su hijo en el centro de Uvalde.ADAM DAVIS (EFE)

Los tiroteos de Texas y Buffalo llevaron a actuar al Congreso. Ambos partidos adoptaron las reformas de regulación más importantes en décadas. Las leyes robustecían la investigación de antecedentes a los compradores jóvenes y hacía más fácil a los estados pasar normativas con las que jueces y autoridades pueden quitar armas a personas que consideren un riesgo para la comunidad. Pero este nuevo marco legal apenas ha hecho mella en este tipo de incidentes. El país ha registrado desde 2018 más de 1.000 en escuelas. En 2022, Estados Unidos sufrió 650 tiroteos masivos, superando las 40.000 muertes por armas de fuego (la mayoría son suicidios).

“Debemos prohibir otra vez, en mi opinión, los rifles de asalto AR-15″, ha dicho Biden esta tarde. “Sabemos que han sido utilizados una y otra vez para matar niños inocentes y personas”, añadió. También propone un veto a los cargadores de alta capacidad que permiten hacer 60 disparos sin necesidad de recarga. El Ejecutivo desea que el país retome la prohibición que estuvo vigente en el país entre 1994 y 2004, la que se tradujo en una reducción de mortalidad.

Esa ha sido una de las luchas más duras que han dado las familias de las víctimas de Uvalde, quienes en medio de su duelo se han transformado en activistas en favor de mayores controles. En este año se han dado cuenta de lo complejo que es lograr un cambio en un estado que permite portar armas en público y sin necesidad de permiso. Comparado con el objetivo del presidente, las madres y los padres desean una modificación más plausible, la modificación mínima de la edad para comprar armas. De los 18 a los 21 años. Los republicanos han negado esta posibilidad al argumentar que el cambio sería declarado inconstitucional por el Supremo, pues la Constitución protege el derecho a tener armas.

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“¿Cuántos padres y madres deberán volver a vivir su peor pesadilla antes de que nos manifestemos en contra del lobby de las armas e impongamos controles universales a los compradores?”, cuestionó el presidente. Estas medidas, afirma Biden, están respaldadas por la mayoría de estadounidenses en encuestas recientes.

Kimberly García, madre de Ameri Jo Garza, una de las niñas asesinadas el último día de clase, contó esta semana lo difícil que fue entrar a la primaria un año después de los hechos. “Las balas cubrían las paredes y el piso. La palabra “despejado” estaba escrita en todas las puertas a excepción de las aulas 111 y 112. Pero no hubo nada peor que hallar un cartel felicitando a los alumnos por graduarse del cuarto grado”, escribió García.

Brett Cross, el padre de Uziyah Garcia, quien falleció con 10 años, también acudió a las redes sociales para recordar la última vez que vio a su hijo. “Sobre las diez de la noche le dije que se fuera a dormir y le alboroté el pelo. Le dije que lo amaba. No lo vi el 24 porque salí temprano a trabajar antes de que los niños despertaran (...) Eso me ha perseguido este último año. La policía me preguntó cómo estaba vestido y no supe qué decirles. Tuve que preguntar a mi esposa”, escribió en Twitter. En Uvalde, algunos habitantes rindieron tributo a los menores visitando los coloridos murales que decoran el centro. La iglesia local celebró una misa en donde se liberaron varias mariposas en memoria de los niños.

En Austin, la capital de Texas, el gobernador Greg Abbott ordenó que las banderas ondearan a media asta en memoria de los fallecidos. Los senadores y congresistas locales guardaron un minuto de silencio. Tracy King, la legisladora que representa a Uvalde en la cámara baja local, resumió el horror vivido hace un año en pocas palabras. “Ocho días después de su cumpleaños 18, el asesino entró a la escuela primaria Robb e hizo 150 disparos contra 38 personas, mató a 19 niños de cuarto grado y a dos maestras. Le tomó tres minutos”, dijo la legisladora antes de que el cuarto se hundiera en el silencio.

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Sobre la firma

Luis Pablo Beauregard
Es uno de los corresponsales de EL PAÍS en EE UU, donde cubre migración, cambio climático, cultura y política. Antes se desempeñó como redactor jefe del diario en la redacción de Ciudad de México, de donde es originario. Estudió Comunicación en la Universidad Iberoamericana y el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Los Ángeles, California.

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