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Putin blinda su seguridad en un Día de la Victoria de perfil bajo

Moscú cancela la recepción a los veteranos de la II Guerra Mundial y la marcha ciudadana en la segunda celebración de la derrota de la Alemania nazi desde el inicio de la guerra en Ucrania

Soldados rusos desfilan por la plaza Roja de Moscú en el Día de la Victoria.Foto: Alexander Zemlianichenko (AP) | Vídeo: reuters
Javier G. Cuesta

El putinismo convirtió el Día de la Victoria en su gran pilar ideológico, pero su simbología se ha convertido ahora en una incomodidad para el Kremlin debido al vuelco sufrido en su invasión de Ucrania. La Unión Soviética, la potencia que perdió cerca de 27 millones de vidas durante la embestida nazi y que al final acorraló a Adolf Hitler hasta su suicidio, solo realizó cuatro desfiles en la Plaza Roja por el armisticio del Tercer Reich en toda su historia —1945, 1965, 1985 y 1990, fechas redondas—. En 1995, Borís Yelstin impuso por ley los desfiles militares anuales, pero a partir de 2008 empezaron a hacerse con armamento pesado. Vladímir Putin, nacido siete años después de la toma de Berlín, preside este martes la decimoséptima marcha militar de su presidencia entre baterías antiaéreas. La amenaza sobre los actos está tan presente que el mandatario ni siquiera celebrará la tradicional recepción de los veteranos de la II Guerra Mundial, en teoría los protagonistas de la efeméride. El presidente ruso tampoco liderará la marcha ciudadana que sí encabezó el año pasado, cuando la guerra llevaba más de dos meses de recorrido. La mayoría de los actos han sido sustituidos en Moscú por motivos de seguridad, mientras Ucrania sufre una oleada tras otra de bombardeos.

La víspera del desfile fue el lunes otra jornada de terror en 439 días de guerra. Una oleada de misiles y descargas de artillería rusas voló contra varias ciudades y regiones ucranias. Al menos un civil murió y 16 más resultaron heridos, según el Gobierno de Volodímir Zelenski. Cruz Roja Ucrania denunció que un almacén de ayuda humanitaria situado en Odesa quedó arrasado, mientras que uno de sus hospitales móviles en Mikolaiv resultó dañado. Por su parte, el gobernador de la región rusa de Bélgorod afirmó que cuatro civiles resultaron heridos por un ataque ucranio en la aldea fronteriza de Shebékino, una de las localidades rusas más golpeadas por la guerra contra el país vecino.

Al caer la noche, Járkov fue objetivo de al menos seis misiles, comprobaron los enviados especiales de EL PAÍS a la segunda ciudad de Ucrania. Faltaban pocos minutos para las 22.00 (una hora menos en horario peninsular español) cuando empezaron a sonar las alarmas. Poco después, y a lo largo de varios minutos, se oyeron explosiones en diferentes puntos de la ciudad. El gobernador militar regional, Oleg Sinegubov, confirmó en su perfil de la red social Telegram que al menos seis misiles S-300 habían sido lanzados sobre Járkov, a una treintena de kilómetros de territorio ruso. Algunos ciudadanos difundieron vídeos hechos con sus móviles de alguno de esos misiles surcando el cielo y de llamas en el horizonte. Los servicios de emergencia se desplazaron hasta algunos de esos puntos, pero, en un primer momento, las autoridades no ofrecieron datos ni de víctimas ni de daños. En Dnipro y Zaporiyia —ambas también en el este del país—, se sintieron también algunas explosiones, informa Luis de Vega desde Járkov.

“Que no se repita”. Este es el lema que transmitieron durante años a las nuevas generaciones aquellos que vivieron en su piel la Gran Guerra Patria, el término con el que la Unión Soviética llamó a la guerra contra la Alemania nazi. Cada vez quedan menos supervivientes, y las reuniones con padres y abuelos han sido sustituidas gradualmente por el espectáculo de la parafernalia bélica en las calles, tanto en el desfile militar, que antaño se reducía al paso de soldados y no de las armas pesadas; como en las calles y las escuelas, donde niños y mayores visten la pilotka, el gorro del soldado del Ejército Rojo, y algunos emblemas que utilizan las fuerzas rusas actuales en su ofensiva.

La exaltación militarista del Día de la Victoria comienza unos días antes y algunos la denominan despectivamente pobedobesie. Junto a la catedral del Ministerio de Defensa se recreó el lunes una batalla poniendo el acento en la parte más espectacular de la guerra, y en algunos colegios —donde se imparten nuevas lecciones sobre las bondades de morir por la patria— han hecho desfilar a los niños con uniformes militares estos días y les han puesto canciones patrióticas donde los soldados caídos se convierten en cisnes.

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El portavoz de Vladímir Putin, Dmitri Peskov, zanjó estos días con un brusco “no” si el mandatario recibiría a los veteranos. La última vez que les concedió el tradicional protagonismo fue en 2019, antes de que el miedo al coronavirus aislase aún más al líder ruso. Este año tampoco participará en el Regimiento Inmortal, una marcha impulsada por las autoridades desde 2012 en la que los ciudadanos portan la foto de sus antepasados. Putin recorrió el año pasado la Plaza Roja en primera fila, rodeado por decenas de personas, pero este año no repetirá la imagen. Los organizadores han suspendido el acto en todo el país por motivos de seguridad.

El supuesto ataque ucranio con drones perpetrado contra el Kremlin de la noche del 2 al 3 de mayo —según la versión rusa— ha aumentado si cabe aún más la preocupación en Moscú. Agentes de la policía y la Guardia Nacional han blindado el centro de la capital. En los tejados de los principales edificios gubernamentales hay cañones antiaéreos Pantsir desde hace meses y los medios de comunicación oficiales han evitado hacer reportajes de los ensayos del desfile para no dar pistas.

“Se están tomando todas las medidas necesarias para garantizar la seguridad”, ha señalado el portavoz de Putin, aunque el incidente de la semana pasada parece haber pillado con el pie cambiado al Kremlin. El mandatario convocó a su Consejo de Seguridad tras el suceso, pero a la reunión no asistieron ni los ministros de Defensa y Exteriores, ni el jefe de la inteligencia exterior, ni el primer ministro ruso, según el comunicado que difundió Presidencia.

Pese a la impopularidad de la ofensiva sobre Ucrania en otras antiguas repúblicas soviéticas, el Kremlin ha logrado convencer este año a los líderes de algunos de estos países para que presencien el desfile militar. Entre otros, el presidente bielorruso, Aleksandr Lukashenko; el primer ministro armenio, Nikol Pashinián; el líder de Tayikistán, Emomali Rahmon; y el mandatario kazajo, Kassym-Jomart Tokáyev. Precisamente este último país, cuya política exterior se ha inclinado hacia Europa y Turquía en el último año, ha cancelado su propia celebración del Día de la Victoria “por motivos técnicos”.

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