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El aborto gana (y hace perder) elecciones en Estados Unidos

Tras celebrar que el año pasado el Supremo tumbara el derecho de las mujeres a interrumpir el embarazo, los republicanos evitan ahora el tema para no lastrar sus expectativas electorales

Iker Seisdedos
Un acto de diputadas a favor del aborto frente al Capitolio, en Washington, el 19 de abril.
Un acto de diputadas a favor del aborto frente al Capitolio, en Washington, el 19 de abril.J. Scott Applewhite (AP)

La frase de moda en los círculos demócratas de Washington dice que “el aborto gana elecciones”. Es también la formulación de un deseo. El deseo de que la decisión del Supremo del año pasado de tumbar la histórica sentencia que en 1973 blindó el derecho a escala federal movilice a los votantes en las presidenciales del año que viene. Y de que lo haga tan efectivamente como en las legislativas de noviembre, donde los republicanos se llevaron un buen susto, así como en los referendos sobre el derecho a decidir de las mujeres de Kansas y Míchigan y, recientemente, en sendas cruciales votaciones en Wisconsin (para el Supremo estatal) y Chicago (la alcaldía).

Quedó claro que el asunto es una prioridad para la campaña del presidente, Joe Biden, y de la vicepresidenta, Kamala Harris, tan pronto como publicaron el vídeo con el que la lanzaron este martes. En este, a unas primeras imágenes sobre el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021, sigue inmediatamente la de una manifestación con el edificio del Supremo de Washington de fondo, en la que una mujer sostiene una pancarta con el siguiente mensaje: “El aborto es asistencia sanitaria”.

Incluso los conservadores parecen estar tomando nota, como demuestra el hecho de que se haya vuelto el tema más incómodo para los aspirantes a la designación republicana que hasta ahora han dado un paso adelante. Son seis, según el último recuento, con el expresidente Donald Trump a la cabeza y la incorporación este miércoles del exgobernador de Arkansas Asa Hutchinson.

En el partido, que celebró la sentencia del Supremo como una victoria largamente ansiada y ha enarbolado esa bandera desde sus gloriosos tiempos de Ronald Reagan, cunde el miedo de expulsar a moderados e independientes. Aunque ese temor no esté impidiendo que legisladores estatales conservadores por todo el país avancen en políticas extremas. Porque eso es precisamente lo que hizo la sentencia que tumbó Roe: devolver a los Estados la capacidad de legislar sobre el tema.

Al menos 19 se han lanzado hasta ahora a prohibir o restringir severamente la protección que con alcance federal rigió durante medio siglo. Los casos de Florida y Dakota del Norte son los últimos: sus gobernadores acaban de firmar sendas leyes que ilegalizan la interrupción del embarazo a partir de la sexta semana (en Dakota del Norte sin siquiera las excepciones de violación e incesto). Ese límite equivale a una prohibición total; la mayor parte de las mujeres no pueden saber a esas alturas que están embarazadas.

Un portavoz del Comité Nacional Republicano (cuyas siglas en inglés son RNC) reconoció este miércoles en una entrevista telefónica que el partido no hará bandera del aborto para 2024. “Para nosotros, los temas importantes son: la economía, el incremento de la delincuencia, el manejo de la crisis fronteriza, y, si me apuras, en la lista están antes las relaciones internacionales”, dijo. “El asunto creo que nos afectó en noviembre, también por la desinformación que hicieron circular los demócratas sobre la posición republicana sobre el aborto. Nosotros no queremos ir contra los derechos de las mujeres, sino defender la vida”.

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En el argumentario del RNC figura apoyar prohibiciones a partir de la decimoquinta semana, ante la incomodidad que provoca entre un electorado transversal el veto de las seis semanas. El alcance de su impopularidad parece haberlo entendido incluso el gobernador de Florida, Ron DeSantis, que estudia lanzarse a mediados de mayo a la carrera de 2024 y se perfila como el único contrincante posible —en horas bajas, eso sí— de Trump.

“No sé si puede decirse que se ha dado cuenta de que ha cometido un error, porque es demasiado arrogante para eso”, dice en una conversación telefónica Nikki Fried, la única demócrata en el gabinete de DeSantis hasta las elecciones de noviembre, en las que este arrasó con una ventaja de casi 20 puntos sobre su contrincante, Charlie Crist. “Lo que está claro es que firmó esa ley de noche, a puerta cerrada y sin fanfarria, y que luego no ha vuelto a tocar el tema”, añade Fried, que fue detenida la semana pasada junto a la líder de la minoría demócrata en el Congreso de Tallahassee (capital de Florida) por protestar pacíficamente contra esa medida.

Pese a venderse como un hombre fuerte y sin miedo a las críticas, un tipo implacable a la hora de imponer sus convicciones en su Estado antes de seguir con el resto del país (el eslogan oficioso de su campaña presidencial por lanzar es Make America Florida), DeSantis fue ciertamente tímido esta vez. Contra su costumbre, solo tuiteó una imagen de la firma, que se celebró en un lugar sin determinar.

Al día siguiente, participó en un acto en una universidad evangélica de Virginia, rito de paso de todo candidato republicano. Pese a lo propicio de la audiencia, no tocó el tema, súbitamente ausente de su discurso. Un destacado donante republicano, Thomas Peterffy, declaró entonces su intención de dejar de financiar al gobernador por sus políticas “extremistas” y auguró que “se estaba pasando su momento”. Desde ahí, la imagen de DeSantis, a gran distancia de Trump en las encuestas, está en caída libre, y ha dejado de parecer ese ganador capaz de batir al expresidente.

Enardecer a las bases

Alexis McGill Johnson, presidenta de Planned Parenthood, organización que agrupa en torno a la mitad de las clínicas abortivas del país, aventuró este miércoles en una entrevista que el Partido Republicano “tratará de repetir en 2024 lo que hizo en las elecciones legislativas del año pasado”. “Usarán el aborto para enardecer a sus bases y luego lo harán desaparecer de sus programas y lo borrarán de sus webs, porque saben que les hace perder elecciones. Pero nosotros no se lo vamos a permitir”.

McGill Johnson atendió a EL PAÍS el martes, antes del primer mitin de Kamala Harris tras saberse que vuelve a presentarse como vicepresidenta. Fue un acto en favor del derecho al aborto en la histórica universidad afroamericana de Howard, en Washington. En ese acto, Mini Timmaraju, presidenta de NARAL Pro-Choice America, organización civil señera fundada por el icono del feminismo estadounidense Betty Friedan, advirtió: “Ocho de cada diez americanos creen en la libertad para decidir sobre cómo quieren vivir. Eso incluye a la mitad de los republicanos. Los políticos extremistas están a punto de comprobar qué pasa cuando tocan nuestros derechos”.

Ese miedo explicaría por qué Trump, que se las apañó para nombrar en su único mandato a tres jueces conservadores con el deseo expreso de que tumbaran Roe, ha hecho desaparecer el tema de sus larguísimos mítines, en los que no se deja muchos asuntos por tocar. También, por qué otros dos candidatos republicanos, Nikki Haley y Tim Scott, han ensayado imposibles piruetas para evitar la pregunta de qué clase de prohibición buscarían en el caso de salir elegidos (empujado por un reportero, Scott finalmente prometió que firmará “la legislación en favor de la vida más restrictiva posible”).

En el caso de DeSantis, su historial no deja lugar a dudas. Entre 2013 y 2017, años en los que fue congresista en Washington, votó al menos en nueve ocasiones a favor de leyes restrictivas con el aborto, según ha calculado este diario a partir de los registros de la Cámara de Representantes. Y desde que es gobernador, el límite en Florida ha caído en dos ocasiones en un año: primero a las 15 semanas y pocos meses después, hasta las seis.

“Él, como otros candidatos, saben que esas políticas duras pueden ser ventajosas durante las primarias, pero bastante venenosas cuando después se trata de conquistar a los republicanos moderados, independientes e indecisos”, argumenta la historiadora legal Mary Ziegler, autora, entre otros libros de referencia sobre el tema en Estados Unidos, del ensayo Dollars for Life, en el que demuestra cómo un cambio en las reglas de financiación electoral permitió a los grupos antiabortistas aupar a Trump y controlar el Supremo, definido por una supermayoría conservadora de 6-3, inédita desde los años treinta.

Ziegler está de acuerdo en que el tema influye en las urnas, aunque con matices. “Está demostrado que el aborto gana elecciones cuando se trata de una consulta directa. Ha sucedido en las seis ocasiones en las que se ha dado la circunstancia. No es científico, pero al menos es un pleno. Cuando hay varios asuntos en juego, creo que la respuesta es más ambigua. Los políticos tienen puntos de vista sobre muchos temas, y puedes no estar de acuerdo con ellos en el aborto, pero sí en otras cosas”.

Varios parlamentos estatales de mayoría republicana están trabajando para evitar esos avances en la protección de la libertad reproductiva salidos del voto popular. El caso más inmediato es el de Ohio: mientras los grupos en favor del aborto recogen firmas para plantear en noviembre una consulta para decidir una protección constitucional hasta las 24 semanas, los legisladores republicanos se apresuran para aprobar una ley que elevaría del 50% al 60% el porcentaje de votos necesarios para que una iniciativa de ese tipo saliera adelante en las urnas.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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