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Sunak intenta despertar al Reino Unido del letargo económico con su primer presupuesto

El Gobierno ignora la demanda de impuestos bajos del ala dura de los conservadores e intenta incentivar la inversión empresarial y el retorno al trabajo de los británicos. La Oficina de Responsabilidad Presupuestaria pronostica ahora que el país no entrará en recesión en 2023

Jeremy Hunt
El ministro de Economía del Reino Unido, Jeremy Hunt, posa ante las cámaras con el maletín rojo de los Presupuestos ante el número 11 de Downing StreetFrank Augstein (AP)
Rafa de Miguel

Rishi Sunak ha logrado apaciguar al ala dura del Partido Conservador, siempre proclive a la revuelta interna, con una mezcla de buenas palabras y cierta arenga populista; con una gestión volcada en el detalle, y con dosis de aburrimiento que han aletargado a una bancada parlamentaria sobrecargada de adrenalina en los últimos años. Su primer presupuesto, presentado este miércoles ante la Cámara de los Comunes por el ministro de Economía, Jeremy Hunt, ha evitado caer en las rebajas de impuestos que reclamaban los tories más neoliberales y mantiene la prudencia fiscal con la que Sunak inauguró su mandato. Pero, a la vez, promete medidas quirúrgicas de alivio impositivo y gasto público destinadas a solucionar los dos grandes problemas económicos del Reino Unido: la falta de inversión de las empresas y el abandono del mercado laboral de millones de británicos.

“Aquellos que auguran el declive [del Reino Unido] se equivocan. Los optimistas, acertamos”, proclamaba Hunt en el único alarde de triunfalismo que se ha permitido durante una hora de intervención. Aunque el tono moderado no ocultaba cierta sensación de alivio por la mejora de las perspectivas del país que han anunciado expertos y organismos internacionales.

Al mismo tiempo que el ministro desplegaba el clásico ritual de dejarse fotografiar ante el número 11 de Downing Street con el maletín de piel roja, para acudir a continuación al Parlamento y dar a conocer los detalles del nuevo presupuesto, la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria (OBR, en sus siglas en inglés) daba a conocer su veredicto sobre las nuevas cuentas y las previsiones del rumbo de la economía británica que podía hacer basándose en ellas. “El panorama económico y fiscal es algo más brillante desde [las últimas proyecciones de] noviembre. La falta de crecimiento a corto plazo será ahora más superficial, mientras que el PIB a medio plazo será más alto y el déficit presupuestario más bajo”, anunciaba la OBR. La economía del Reino Unido, según este organismo, ya no tendrá un crecimiento negativo del 1,4%, sino que la caída será del 0,2%. Y la inflación, que hoy es el del 8,8%, bajará al 2,9% a finales de año.

Sunak y Hunt llegaron juntos al poder, el pasado octubre, para rescatar la credibilidad internacional del Reino Unido y devolver la estabilidad económica al país, después de la debacle provocada por la histórica rebaja de impuestos de la malograda ex primera ministra Liz Truss. Así, sostuvieron la presión fiscal y anunciaron recortes para recuperar la senda de la responsabilidad presupuestaria y calmar a los mercados.

El nuevo primer ministro, cuya llegada a Downing Street nadie esperaba, ganó tiempo para enderezar los estropicios heredados de sus antecesores, Truss y Boris Johnson. Logró cerrar con la UE un nuevo acuerdo, bautizado como el Acuerdo Marco de Windsor, para poner fin al litigio envenenado de Irlanda del Norte y su encaje en la era post-Brexit. Y en su reunión bilateral con el presidente Emmanuel Macron, en París, la semana pasada, transmitió la sensación de que era posible reabrir un capítulo de colaboración y buenas relaciones con el continente europeo. A la vez, enviaba un mensaje de dureza respecto a la inmigración irregular, con el aplauso de los conservadores más recalcitrantes, y que servía para mantenerlos alineados con el Gobierno.

Pensiones, guarderías y desgravaciones fiscales

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La píldora más difícil de tragar para muchos tories era la decisión del Gobierno de Sunak de seguir adelante con su idea de elevar, a partir de abril, el impuesto de sociedades del 19% actual al 25%, lo que acerca al Reino Unido a la media del resto de Europa. Hunt ha decidido también poner fin a las llamadas superdesgravaciones para empresas que, paradójicamente, puso en marcha Sunak durante su época de ministro de Economía en el Gobierno de Johnson. La medida permitía hasta ahora a las empresas que invertían en bienes de capital deducirse hasta un 130% de sus beneficios antes de impuestos. El nuevo presupuesto sigue mostrando generosidad con las compañías que apuestan por la inversión, porque es un componente fundamental de una economía que la incertidumbre por el Brexit ha deteriorado. Hunt ha prometido una desgravación, a lo largo de tres años, del 100% de las nuevas inversiones en tecnología, seguridad energética o sostenibilidad medioambiental, por un valor de más de 10.000 millones de euros.

El Reino Unido salió de la pandemia con una importante tensión en el mercado laboral. A los cientos de miles de trabajadores de la UE que abandonaron el país y ya no regresaron se suman todos aquellos a los que las largas enfermedades retuvieron en casa —los expertos apuntan a casi dos millones de personas― y una política impositiva respecto a los planes privados de pensiones —mayoritarios en el Reino Unido— que desincentivaba el trabajo a partir de los cincuenta años. Es probablemente la medida más discriminatoria de las aprobadas por el Gobierno de Sunak, porque va dirigida a la minoría más pudiente del país, pero por esa misma razón ha sido la más aplaudida en la bancada conservadora: Hunt ha anunciado que el límite anual de ahorro destinado a la pensión libre de impuestos subirá de 45.000 a casi 70.000 euros.

Pero lo que es más relevante, desaparece ese límite en lo recaudado durante toda la vida laboral. Hasta ahora, a partir de 1,2 millones de euros, muchos trabajadores optaban por jubilarse e irse a vivir a España, Portugal o Grecia. Todo lo ahorrado a partir de esa cantidad se veía gravado con el 55%. A partir del nuevo presupuesto, todo lo acumulado será libre de impuestos. “Mi equipo los llama trabajadores mayores. Al ser yo una persona de 56 años, prefiero hablar de trabajadores con experiencia”, ironizaba Hunt. “Son cerca de tres millones y medio de personas que ya no forman parte del mercado laboral”, señalaba.

Ha habido otras medidas anunciadas para insuflar vida a ese mercado laboral. El Gobierno aumentará las ayudas para guarderías en 5.700 millones de euros; ha prometido una revisión de las ayudas recibidas por discapacitados o desfavorecidos, para evitar que las pierdan si deciden comenzar a trabajar; y ha incorporado a la construcción a la lista de sectores en los que es más fácil reclutar mano de obra extranjera.

Falta de visión a largo plazo

El líder de la oposición laborista, Keir Starmer, ha aprovechado el punto más débil de las medidas presentadas para arremeter contra el Gobierno de Sunak y la situación económica del Reino Unido: “Un país instalado en la senda del declive bajo control, muy por detrás de nuestros competidores, que de nuevo es el enfermo de Europa”, ha dicho Starmer, que acusaba a Downing Street de “camuflar como estabilidad lo que no es más que congelamiento”. El laborismo, al que las encuestas pronostican una clara victoria en las próximas elecciones generales, ha prometido una gran devolución de poder político y económico a las regiones y municipios del país, y describe la última década de gobiernos conservadores como una década perdida.

Starmer ha recordado al ministro de Economía la gran ausencia de su discurso: las decenas de miles de trabajadores públicos que estos días protagonizan huelgas masivas y reclaman un salario justo. Sunak se ha negado hasta ahora a negociar con ellos, por temor a avivar una inflación cuyo previsible descenso, paradójicamente, celebraba el ministro Hunt.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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