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“Estoy más cabreado que nunca”: Trump lanza su campaña hacia la Casa Blanca

El expresidente reaparece en New Hampshire y Carolina del Sur, dos Estados clave, para exagerar los logros de sus cuatro años en Washington y tratar de reconducir su carrera hacia 2024

Donald Trump, durante el acto de este sábado en New Hampshire.Foto: REBA SALDANHA (AP) | Vídeo: Reuters
Iker Seisdedos

Donald Trump abandonó este sábado su madriguera de Mar-a-Lago para participar en los estados de New Hampshire y Carolina del Sur en sendos actos ante los suyos, los primeros de su tercera campaña hacia la Casa Blanca, que aspira a reconquistar en 2024.

Empezó por el Norte a mediodía (hora de la Costa Este) con un mitin en un instituto en Salem (New Hampshire), en el que se mostró más relajado que durante el crispado anuncio del pasado 15 de noviembre de sus aspiraciones presidenciales ciertamente tempranas. Desde entonces, no se había visto al magnate, acosado por las causas pendientes y crecientemente aislado dentro y fuera de su partido, más allá de las lindes de la finca en la que vive en Palm Beach (Florida).

Los 437 líderes y simpatizantes republicanos que asistieron al congreso estatal de la formación representan una cifra mucho menor a la de las masas que acompañan al orador en sus mítines, pero este les dio su ración de puro Trump, que a ratos coqueteó con el intrusismo en la profesión de monologuista cómico. Habló del presidente Joe Biden y de los líos del portátil de su hijo Hunter (”¿qué había en él’, le preguntó Joe. ‘todos los crímenes que has cometido, papá”) y de la invasión de Ucrania (”mi personalidad nos mantuvo alejados de la guerra”). También se empleó a fondo en una de sus aficiones favoritas: colocar una lente de aumento, a ratos grotesca, sobre su presidencia (2017-2021): “Detuvimos a los comunistas, detuvimos a los marxistas”, dijo Trump sobre su único mandato. “Y si no los detenemos la próxima vez, creo que esto será el final”.

Es un monologuista, con todo, de arsenal limitado. Por la tarde, en Columbia, capital de Carolina del Sur, y ante el gobernador del Estado, Henry McMaster, que asentía como uno de esos juguetes antropomórficos que dicen que sí a todo desde el salpicadero del coche, Trump repitió los argumentos —y los ataques a la “izquierda, los globalistas, China y los RINO (siglas de Republicanos solo de boquilla)”―. También sonaron los mismos chistes, como ese en el que comparó el Estados Unidos de Joe Biden con un perpetuo “día de dos santos inocentes” (April Fool’s Day, en inglés).

Además, hubo tiempo para sus habituales ramalazos racistas contra los mexicanos —”nos dieron 28.000 soldados [para proteger la frontera], y me dijeron que estaban muy honrados de hacerlo”― y para sus legendarios devaneos, como cuando aseguró que había amenazado personalmente a un talibán al que llamó “Abdul”. Dijo que le mandó una foto de su casa en Afganistán para darle a entender que su vida corría peligro si no se plegaba a sus órdenes. Eso, arguyó, se tradujo para Estados Unidos en “18 meses sin atentados”.

Cabe interpretar su vuelta a la vida pública de este fin de semana como un intento de resucitar el brío de una campaña que nació cansada y que se mueve con torpeza por el fracaso de los republicanos en las elecciones de medio mandato del pasado mes de noviembre. En ellas, no lograron reconquistar el Senado, se tuvieron que conformar con una magra mayoría en el Congreso y culparon de todo ello a la influencia a la hora de designar candidatos (demasiado extremos e inexpertos) del expresidente, al que muchos entre sus filas se atreven por fin a desdeñar como un “perdedor en serie”.

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Entre los escépticos, se cuenta el gobernador de New Hampshire, Chris Sununu, al que se contempla como un posible candidato potencial para la nominación republicana de 2024, y ha sido muy crítico con Trump. Argumentó en diciembre que este ya “no es la influencia que cree que es” y que el Partido Republicano se estaba “alejando” de él.

Trump, este sábado, en Columbia, Carolina del Sur. A su izquierda está el senador Lindsey Graham. A su derecha, el gobernador del Estado, Henry McMaster.
Trump, este sábado, en Columbia, Carolina del Sur. A su izquierda está el senador Lindsey Graham. A su derecha, el gobernador del Estado, Henry McMaster. Alex Brandon (AP)

Inasequible a la tozuda realidad, este respondió a esas críticas hablando en Salem de sí mismo en tercera persona (otra debilidad) durante su intervención del sábado: “Dicen que no está haciendo mítines, que no está haciendo campaña, tal vez haya perdido pegada, pero lo que no saben es que estoy más enojado y más comprometido ahora [con la victoria] que nunca”.

Trump no dejó al azar la elección de los escenarios para su enésima resurrección. New Hampshire es el lugar en el que se celebran las primeras primarias de los dos partidos para elegir a su candidato (llegan a los pocos días de la organización de los pintorescos caucus de Iowa). Los demócratas andan queriendo cambiar ese orden en aras de una mayor fidelidad entre lo que salga de New Hampshire, un Estado que no refleja la diversidad del país, y el resultado final. La idea es primar Carolina del Sur, segunda parada del supersábado de Trump. Los republicanos no tienen previsto alterar ese orden.

New Hampshire es una tierra de buenos recuerdos para Trump, que ganó las primarias en 2016 cuando la sola idea de que acabara en la Casa Blanca parecía una broma imposible. Después, perdió el Estado contra Hillary Clinton por algo menos de un punto (siete lo separaron de Joe Biden en 2020). En Salem anunció este sábado el nombramiento de Stephen Stepanek como asesor principal de su campaña. Stepanek lo ayudó hace seis años decididamente a adjudicarse el Estado del Granito, que es como se conoce popularmente ese pequeño rincón de la costa nororiental del país.

Esta vez la cosa pinta mucho más difícil que entonces. Pese a que Trump es el único que ha hecho pública su candidatura a la presidencia en cualquiera de los dos partidos, en el suyo ya hay nombres que suenan con fuerza parta disputarle el puesto. El que más fortuna ha hecho de momento en representar una alternativa es el gobernador de Florida Ron DeSantis, un hombre de desmedida ambición e implacables modos al que a menudo se han referido sus contrincantes como “Trump con cerebro y templanza”.

Miembros del grupo de extrema derecha Proud Boys esperan la llegada de Donald Trump, este sábado en New Hampshire.
Miembros del grupo de extrema derecha Proud Boys esperan la llegada de Donald Trump, este sábado en New Hampshire.Reba Saldanha (AP)

El viaje a New Hampshire llegó dos días después de que una encuesta de la universidad de, precisamente, ese Estado situara a Trump 12 puntos por detrás del gobernador de Florida entre los republicanos de New Hampshire

Otros posibles adversarios republicanos podrían ser el exvicepresidente Mike Pence, en apuros esta semana en la que se conoció que guardaba documentos clasificados en su casa de Indiana; el gobernador de Virginia Glenn Youngkin, que ha cumplido un año en el puesto con sus credenciales de guerrero cultural intactas; y Nikki Haley, que fue gobernadora de Carolina del Sur entre 2011 y 2017 y luego se desempeñó como embajadora ante las Naciones Unidas con Trump de presidente. A Haley no la esperaba en el acto de Trump de este sábado por la tarde. Sí se pudo ver allí al senador Lindsey Graham, que ha cambiado varias veces de equipo en lo que a los amores y odios al expresidente se refiere.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.

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