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Suecia confirma el sabotaje del gasoducto Nord Stream tras hallar trazas de explosivos

Las autoridades alemanas, suecas y danesas colaboran en la investigación para identificar a los responsables de las fugas en septiembre de los gasoductos en el mar Báltico

Fuga de gas de los tubos del Nord Stream cerca de la isla danesa de Bornholm, el pasado 27 de septiembre. Foto: HANDOUT (AFP) | Vídeo: EPV
Elena G. Sevillano

La sospecha ya es oficial. Suecia asegura haber confirmado qué ocurrió en septiembre pasado, cuando la presión en los gasoductos Nord Stream bajó de repente y empezó a salir gas a borbotones en varios puntos cerca de la isla danesa de Bornholm. Fue “un sabotaje flagrante”, han informado este viernes las autoridades del país. Sus investigadores han encontrado restos del explosivo empleado para detonar los conductos en “varios de los objetos extraños encontrados” en el lecho del mar Báltico.

Lo que sigue siendo un misterio, y no está claro que algún día pueda aclararse fehacientemente, es la autoría del ataque, aunque las investigaciones, que son “complejas y extensas”, continúan, ha dicho el fiscal sueco encargado del caso, Mats Ljungqvist. “La investigación mostrará si alguien puede ser sospechoso de un delito”, ha señalado en un comunicado en el que pide paciencia y anuncia que no va a atender a los periodistas para poder trabajar tranquilamente.

El principal sospechoso para los gobiernos implicados y los analistas que han estudiado el sabotaje es Rusia, pero hasta ahora nadie se ha atrevido a acusar formalmente a Moscú de ordenar la voladura de los conductos que transportaban gas a Alemania por el lecho del mar Báltico. El Kremlin lo niega y apunta a Occidente. El Reino Unido ha salido a desmentir las acusaciones de Moscú de que fue la Marina británica la autora de las explosiones. La teoría de la participación de Washington, y de Ucrania, basada en que ambas se beneficiarían del ataque, también corre por las redes sociales alentada por Moscú, pero los analistas no le dan validez.

El sabotaje, ocurrido el 26 de septiembre, ha puesto en alerta a los países ribereños del Báltico y de la OTAN en su conjunto, que se han apresurado a mejorar la protección de sus infraestructuras críticas. Los gasoductos Nord Stream han sido protagonistas de intensas tensiones geopolíticas desde mucho antes de la invasión rusa de Ucrania. La decisión de Moscú de usar los hidrocarburos como arma contra Europa y a modo de represalia por las sanciones occidentales derivó en la interrupción del suministro de gas hacia países muy dependientes de él, como Alemania.

El Nord Stream 1 llevaba sin transportar gas desde finales de agosto, tras alegar Moscú una fuga de aceite en la única estación compresora rusa que aún operaba. El Nord Stream 2 nunca llegó a entrar en funcionamiento. Alemania suspendió su certificación en febrero, tres días antes de que Rusia iniciara la invasión de Ucrania, en respuesta al reconocimiento por parte de Putin de la independencia de las regiones separatistas prorrusas.

Tanto Suecia como Dinamarca, países en cuya zona económica se produjeron las explosiones, como Alemania, receptora del gas ruso, llevan a cabo sus propias investigaciones. Hay colaboración entre países, pero la propuesta alemana de crear un equipo conjunto fue rechazada por Suecia por las implicaciones que tendría para la seguridad nacional, informó la revista Der Spiegel. En un momento de máxima tensión en la región, nadie quiere arriesgarse a compartir información confidencial con terceros países.

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Los expertos creen que un ataque de esta complejidad solo ha podido llevarse a cabo de la mano de un “actor estatal”, es decir, contando con los medios y el análisis de un ejército o una agencia de inteligencia. Solo Ucrania y Polonia han apuntado directamente a Rusia. El jefe de la Agencia Internacional de la Energía, Fatih Birol, aseguró que es “muy obvio” quién está detrás de las fugas, pero no llegó a mencionar a Moscú. Analistas especializados y fuentes europeas y de la Alianza coinciden en que el sabotaje es un ejemplo claro de guerra híbrida, con ataques a infraestructuras físicas que pretenden desestabilizar y provocar el caos y que nunca van a ser reconocidos, precisamente para poder generar confusión y teorías alternativas sin fin.

Estas “amenazas híbridas” preocupan a los ministros del Interior del G-7, que se reunieron este viernes en Eltville (oeste de Alemania) para tratar cuestiones de seguridad derivadas de la invasión rusa de Ucrania. “Las amenazas híbridas a nuestras infraestructuras críticas, además de la manipulación de la información han aumentado significativamente desde el inicio de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania”, asegura la declaración final. La ministra del Interior alemana, Nancy Faeser, aseguró que se ha detectado un incremento llamativo de la desinformación y la propaganda rusas que tiene el objetivo claro de socavar la confianza en las instituciones y sembrar la división dentro de los países y entre los aliados internacionales.

El Kremlin ha asegurado este viernes que el hallazgo de Suecia “confirma de nuevo las informaciones rusas” y ha insistido, a través de su portavoz, Dimitri Peskov, en que es necesario localizar “a los que estuvieron detrás de esta explosión”. Vladímir Putin ha descrito repetidamente el incidente como un ataque terrorista, sugiriendo que Estados Unidos, Polonia y Ucrania están detrás. Otras veces ha hablado de la responsabilidad de “países anglosajones”.

Moscú todavía habla de la posibilidad de recuperar el gasoducto. Poco después del sabotaje la estatal rusa Gazprom sugirió a Alemania que podría enviarle de nuevo gas por el único ramal del Nord Stream 2 que no resultó dañado en el sabotaje. Berlín, que ha reducido su dependencia del gas ruso del 55% al 9% y pretende rebajarla a cero, lo descarta completamente.

La investigación de la Fiscalía sueca no ofrece información sobre el tipo de explosivo empleado, algo que podría dar pistas sobre la autoría. El comunicado agrega que “el trabajo continúa para poder alcanzar conclusiones más determinantes sobre el incidente”. Las pesquisas en Dinamarca tampoco han divulgado este tipo de datos. Las autoridades daneses confirmaron que se produjeron “fuertes explosiones” y el diario sueco Expressen ha publicado imágenes grabadas con un dron submarino en las que se aprecia que faltan hasta 50 metros de la tubería. De la investigación alemana no ha trascendido nada todavía.

Los gobiernos de Dinamarca y Suecia informaron el 27 de septiembre de que los conductos Nord Stream 1 y Nord Stream 2, infraestructuras destinadas al transporte de gas desde el noroeste de Rusia hasta Alemania, habían sufrido daños y presentaban fugas en sus aguas territoriales. Horas antes, los sismógrafos de la isla danesa de Bornholm habían detectado dos explosiones en la zona. Las dos infraestructuras estaban ya entonces fuera de servicio, pero llenas de gas.

La empresa operadora del Nord Stream, Nord Stream AG, indicó tras los sucesos de septiembre que los daños sufridos por tres de los conductos “no tienen precedentes”. Las autoridades de Alemania, Dinamarca y Suecia han excluido a Rusia de las investigaciones sobre lo ocurrido, lo que ha desembocado en una protesta formal de Moscú, que ha advertido que no reconocerá el resultado de ningún informe en el que no haya participado.

El Nord Stream protagoniza hace años un delicado conflicto geoestratégico que ha dividido a la Unión Europea y enfadado a Estados Unidos. Polonia y los bálticos siempre advirtieron a Alemania —primero al canciller Gerhard Schröder y luego a Angela Merkel— de que el gasoducto era un tentáculo más de la influencia de Moscú y de que no era buena idea aumentar la dependencia energética de los hidrocarburos rusos. Washington impuso sanciones pero ni eso detuvo la construcción del segundo gasoducto. La instalación estaba terminada y lista para empezar a bombear gas cuando el canciller alemán Olaf Scholz la paró días antes de la invasión de Ucrania.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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