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China, una potencia en alza que no enamora

La percepción negativa hacia Pekín se dispara en EE UU y Occidente en las últimas dos décadas, según un informe del Pew Center Research

Un visitante fotografía en un museo de Pekín los retratos de Xi Jinping y sus predecesores al frente de China, el 27 de septiembre.
Un visitante fotografía en un museo de Pekín los retratos de Xi Jinping y sus predecesores al frente de China, el 27 de septiembre.Ng Han Guan (AP)
Macarena Vidal Liy

Pocos países han progresado tan rápido y en tan poco tiempo. China es ya la segunda potencia del mundo, mientras que en 2015 apenas la mitad de la población en 24 países desarrollados concebía que ese país pudiera llegar a hacerle sombra a Estados Unidos en un futuro cercano. Pero su auge también ha multiplicado la desconfianza hacia el gigante asiático. En una década, la opinión pública occidental se ha vuelto drásticamente en contra de Pekín. Y en ningún lugar el giro ha sido tan marcado como en Estados Unidos, el gran rival.

Hace 20 años no era así, según recuerda un informe del Pew Research Center publicado este miércoles que analiza las encuestas sobre China elaboradas por la institución en las últimas dos décadas en el mundo. En 2005, un 43% de los habitantes de la principal potencia declaraba una percepción favorable sobre China, mientras que un 35% admitía una mala opinión. En 2014, un año después de la llegada del presidente Xi Jinping al poder, esos números se habían dado la vuelta, para llegar a un 55% en contra y un 35% a favor. En la actualidad, un 82% se declara desfavorable. La mayor desconfianza se detecta especialmente entre los votantes republicanos: en 2020, el número de los que confesaban tener ideas negativas sobre el país rival había aumentado en 20 puntos porcentuales.

La tendencia se ha acentuado a raíz del estallido de la pandemia de covid en 2020. Pero ya existía. “En Estados Unidos, la sensación de que China gestionó mal la covid y tiene la culpa de la propagación del virus se relaciona con las opiniones negativas de la superpotencia, pero no es el único factor que genera esas actitudes. Más bien, las opiniones negativas sobre China ya crecían ante de la pandemia”, motivadas por elementos como la construcción y militarización de islotes artificiales en el mar del Sur de China o desacuerdos comerciales, apunta Pew.

En otros países, incluidos vecinos de China, la tendencia es similar. En Australia, la desconfianza se ha elevado del 52% de 2002 al 86% actual. En Corea del Sur, la percepción negativa se disparó desde 2017, cuando Seúl y Pekín vivieron meses de tensiones tras el despliegue del sistema antimisiles estadounidense THAAD en suelo surcoreano, y supera el 80%. En Japón, es del 87%. En España, donde hace dos décadas solo un 21% de sus residentes pensaba mal de China, el sentimiento negativo cunde ahora entre un 63%. “Las opiniones globales desfavorables hacia China se dan entre preocupaciones en torno a las políticas de China sobre derechos humanos, su poderío militar y factores económicos, como el comercio”, señala el documento.

Una media del 66% de los residentes en 19 economías avanzadas considera que la influencia de China en el mundo ha ido creciendo en los últimos años. Solo un 12% cree que la potencia asiática se ha debilitado.

Alianzas militares de contrapeso

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La preocupación sobre el papel de Pekín en el extranjero es especialmente notable en Estados Unidos. La primera potencia del mundo ha ido orientando cada vez más su política exterior ―desde el famoso anuncio del “giro hacia Asia Pacífico” que anunció Barack Obama a comienzos de su primer mandato (2009-2013)― a una rivalidad cada vez más áspera con China. Washington nutre cuidadosamente la alianza informal conocida como Quad ―Estados Unidos, Japón, Australia y la India―, que el Gobierno de Xi interpreta como un intento de frenar la influencia china en Asia. El año pasado, la Casa Blanca anunció por todo lo alto el lanzamiento de una nueva alianza militar, el Aukus (Australia, el Reino Unido y Estados Unidos). Otro movimiento en el tablero geopolítico, a ojos de Pekín, para cerrarle el paso en la región.

Un 67% de los estadounidenses considera que China es una amenaza creciente. Un salto de 19 puntos porcentuales en 2022. De modo similar, el porcentaje de estadounidenses que considera que una de las grandes prioridades de su país debe ser el limitar el poder y la influencia de Pekín en el exterior ha crecido al menos 16 puntos. En 2018, cuando estallaba la guerra comercial entre los dos colosos mundiales durante el mandato de Donald Trump, un 32% mantenía esa opinión. En 2021, la proporción era del 48%. “Más estadounidenses también dijeron que era importante limitar el poder y la influencia de China que [los que opinaron que era necesario] limitar el poder de Rusia, Corea del Norte o Irán”, señala el informe.

No todas las tendencias son negativas para China. En especial desde la guerra comercial con Estados Unidos en la era de Donald Trump, y tras las acusaciones mutuas entre ambos Gobiernos a raíz del estallido de la pandemia, Pekín ha llegado a la conclusión de que ni Washington ni sus aliados van a tolerar nunca que China les haga sombra. Su política exterior y su diplomacia pública se orienta, por contra, a estrechar lazos con los países del sur global. Propone un nuevo orden mundial que dé más voz a estas naciones y ha emprendido una serie de iniciativas de poder blando, como la venta o donación de vacunas contra la covid.

Esta política de poder blando motiva que entre los países en desarrollo la percepción pueda ser muy diferente. Aunque la covid ha hecho difícil desarrollar sondeos en esas naciones, antes del estallido de la pandemia las opiniones estaban divididas en el África subsahariana, Asia o América Latina, apunta el Pew Center. En una gama de países, las percepciones eran mayoritariamente positivas. “La mitad o más de los residentes tenía impresiones favorables de China en Brasil, México, Argentina, Nigeria, Kenia y África del Sur” en 2019, el último año en el que pudieron completarse, indica el informe.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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