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Ucrania reduce el reclutamiento de soldados por la saturación de tropas y la falta de armas

El Ejército tiene medio millón de soldados y más de 200.000 personas armadas en unidades policiales y batallones de origen paramilitar

ejército ucrania
Entrenamiento de soldados de las Fuerzas de Defensa territorial en Kiev, el pasado martes.Mykhaylo Palinchak (Europa Press)
Cristian Segura (Enviado Especial)

Las Fuerzas Armadas de Ucrania no tienen suficientes recursos para formar y armar a los cientos de miles de personas que han querido alistarse para combatir al invasor ruso. El Ejército ucranio evita aportar cifras concretas sobre el total de soldados en activo, pero estimaciones de expertos consultados por EL PAÍS indican que estos serían hoy unos 500.000, el doble respecto a los que estaban en servicio justo antes de iniciarse el conflicto. Las autoridades ucranias optan ahora por distribuir a los voluntarios en otras áreas que no son las estrictamente militares.

Al inicio del conflicto, las Fuerzas Armadas de Ucrania contaban oficialmente con 250.000 profesionales en activo, de los cuales 190.000 eran militares. Sobre el papel, Ucrania tenía, además, cerca de 200.000 reservistas y voluntarios en las Fuerzas de Defensa Territorial, una división militarizada que se encarga de la protección y control local. Hay que sumar los 130.000 agentes de policía y batallones de origen paramilitar que estaban bajo el paraguas de la Guardia Nacional —el equivalente a la Guardia Civil— y ahora, con la ley marcial, a las órdenes del Ministerio de Defensa. Rusia tiene 900.000 soldados en servicio, medio millón de unidades policiales o paramilitares y dos millones de reservistas, según datos del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS).

Mijailo Samus, director del centro de estudios de defensa ucranio New Geopolitics, indica que el contingente movilizado por Ucrania es hoy mucho mayor que hace un mes: hay 300.000 veteranos de la guerra que provocó Rusia en 2014 en la región de Donbás (este del país) incorporados de inmediato a unidades en el frente. A ello hay que añadir 100.000 voluntarios más, según la prensa ucrania, que fueron aceptados en las Fuerzas de Defensa Territorial en las dos primeras semanas de la invasión. Estas unidades son fundamentales en los controles de carretera y de acceso a municipios, en la búsqueda de saboteadores rusos, pero también en el enfrentamiento armado, según explica Samus: “Las Defensas Territoriales fueron clave en el primer golpe contra Kiev, cuando operativos especiales rusos intentaron infiltrarse en la capital y tomar puestos estratégicos, porque son ágiles en la movilización y conocen mejor la ciudad”.

Hace un mes que la guerra azota a Ucrania y una de sus consecuencias inmediatas es la falta de munición y armamento para las fuerzas de defensa nacionales. Así lo ha hecho saber a sus aliados de la OTAN el presidente ucranio, Volodímir Zelenski. No solo lo advierte el gobernante. En primera línea de fuego, en Járkov, el miembro de las Fuerzas de Defensa Territorial Vlad Hrishenko confirma lo mismo en una entrevista telefónica: “Soldados ya tenemos muchos, lo que necesitamos es material de protección y armas”.

Hrishenko tiene 35 años y es uno de los 400.0000 ucranios que trabajaban en el extranjero y que han vuelto a su país por la guerra, según datos de la Guardia Estatal de Fronteras. Él estaba empleado desde hacía dos años como agente de seguridad en una compañía naviera de cruceros. La guerra le sorprendió en Panamá y pidió una excedencia para regresar a Ucrania. Está sirviendo en una unidad de patrullas de las Fuerzas de Defensa Territorial. Andrei Demchenko, portavoz de la Guardia Estatal de Fronteras, afirmó el pasado lunes en rueda de prensa que la mayoría de estas 400.000 personas son hombres que, una vez llegados a su provincia de origen, se han ofrecido para incorporarse a filas.

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Fuentes cercanas al Ministerio de Defensa aseguran que no son mayoría los que se ofrecen para engrosar las filas una vez retornados a Ucrania, y que muchos regresan sobre todo para estar con sus familias. Se trataría de una exageración con una finalidad propagandística. Pese a ello, Samus está convencido de que hay una mayoría de hombres que están dispuestos a combatir. Su valoración se basa en encuestas previas a la invasión y en las que se estimaba que un 65% de los adultos decían que tomarían las armas en caso de ataque ruso. “Ahora seguro que son más”, opina, e ilustra que, aunque fueran solamente un 10% los hombres entre 18 y 60 años que se hubieran ofrecido como voluntarios, esto supondría un millón de potenciales combatientes. Los adultos en esta franja de edad no pueden abandonar el país ante la posibilidad de ser movilizados por el Ejército o requeridos para otras tareas de primera necesidad.

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Rusia en 2014

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Nota: ¿Qué es control? Mantener influencia física sobre un área para evitar su uso por el enemigo. Puede lograrse ocupándola o dominándola con armas. No implica gobernanza ni legitimidad. Fuentes: Institute for the Study of War y American Enterprise Institute’s Critical Threats Project (para avances y zonas controladas); Inteligencia del Reino Unido (ciudades cercadas); EL PAÍS y otras fuentes (combates y bombardeos).

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Nota: ¿Qué es control? Mantener influencia física sobre un área para evitar su uso por el enemigo. Puede lograrse ocupándola o dominándola con armas. No implica gobernanza ni legitimidad. Fuentes: Institute for the Study of War y American Enterprise Institute’s Critical Threats Project (para avances y zonas controladas); Inteligencia del Reino Unido (ciudades cercadas); EL PAÍS y otras fuentes (combates y bombardeos).

Andrei Shevchenko es un militar retirado y diplomático del Ministerio de Exteriores ucranio. Hasta 2021 era embajador en Canadá y ahora dirige el centro de prensa de su Gobierno en Lviv, la capital de la retaguardia ucrania. Shevchenko confirma que el reclutamiento se ha ralentizado, e incluso se ha frenado en seco en Kiev, porque ya se produjeron suficientes incorporaciones en los primeros compases del conflicto. “Lo que necesitamos ahora es un periodo de entrenamiento para los futuros relevos de unidades en el frente”, resume Shevchenko. “Lo que no haremos es, como hacen los rusos, enviar a la guerra a gente sin formación, como carne de cañón”, destaca.

Entrenamiento militar sin armas

Maksim Kozitskii, jefe de la región militar de Lviv, aportó el pasado jueves en una conferencia de prensa una cifra que es sintomática de la movilización más allá del Ejército regular: la provincia ha aportado 30.000 nuevos soldados y cuenta, además, con 20.000 solicitudes para incorporarse a las Fuerzas de Defensa Territorial. Kozitskii reiteró que están destinando a los nuevos solicitantes a realizar entrenamiento militar sin armas, formación de primeros auxilios o preparación en sectores económicos estratégicos. El alcalde de Lviv, Andrei Sadovii, expuso que para los 200.000 desplazados que hay en la ciudad será necesario construir urgentemente nuevas viviendas. “Ahora hemos entrado en una nueva normalidad, ya hay suficientes soldados y lo que necesitamos es retomar la actividad productiva”, dijo el 15 de marzo a EL PAÍS Igor Shevchenko, director de relaciones internacionales de la Cámara de Comercio de Vinnitsia.

Medio centenar de reclutas cargados con petates esperaban el pasado sábado frente a la sede en Lviv de la Fiscalía Militar de la Región Occidental de Ucrania. Estas oficinas se han habilitado como uno de los centros de inscripción. Varios sargentos llamaban a los hombres en pelotones de ocho o diez para trasladarlos al centro de entrenamiento. Las colas de los reclutas que eran aceptados eran más largas a principios de marzo, según corroboró un oficial encargado de atender a la prensa.

Aquel mismo fin de semana, pero en Kiev, a 500 kilómetros de Lviv, Vladislav Greenberg completaba su primera semana de entrenamiento. Horas de maniobras y clases de práctica militar diarias, sin tiempo para nada más. Greenberg se incorporó a uno de los batallones de voluntarios de nuevo cuño que han sido regularizados desde 2014 en la Guardia Nacional y que ahora están en la esfera de las Fuerzas Armadas. Llegó desde Finlandia, donde estaba empleado como jardinero. Allí dejó a su mujer y a un hijo de cinco meses. “Mi mujer no me habla, cree que los he abandonado, pero no podía quedarme en casa mientras mi país ardía”, dice por teléfono este joven de 31 años durante una pausa de su instrucción, resoplando por el cansancio. Estará entrenando hasta que le destinen a combatir, a pocos kilómetros de su base. En el peor de los casos eso será en una o dos semanas, “como les ha sucedido a otros compañeros”, dice Greenberg con tono de preocupación. Sabe que cuanto más tiempo tenga de adiestramiento, más opciones tendrá de volver a casa.

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Sobre la firma

Cristian Segura (Enviado Especial)
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario Avui en Berlín y posteriormente en Pekín. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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