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El portazo a la UE acaba con Yanukóvich

El plantón del dirigente ucranio a Bruselas desencadenó las movilizaciones en Kiev

Lucía Abellán
Viktor Yanukóvich el pasado 21 de febrero.
Viktor Yanukóvich el pasado 21 de febrero. KONSTANTIN CHERNICHKIN (REUTERS)

La diplomacia europea ha perseguido denodadamente la firma del presidente de Ucrania, Víctor Yanukóvich, en los últimos tiempos. Lo que no pudo prever ni el más avezado de los expertos es que, en lugar de un acuerdo de asociación, el líder ucranio acabaría firmando un pacto de rendición. Entre uno y otro escenario apenas median tres meses, un periodo en el que Ucrania ha pasado de ser un potencial socio estratégico para la UE a traer la amenaza de una guerra civil a las puertas del club comunitario.

La secuencia de los hechos es, más o menos, la que sigue. La UE ansía estrechar lazos con sus vecinos del Este, una zona bajó la órbita de influencia rusa pero que se ha ido acercando a los países comunitarios. Bruselas ensaya entonces un ambicioso proyecto de asociación oriental, cuyo plato fuerte es un acuerdo de libre comercio con Ucrania. Todo está listo para firmar esa alianza en una cumbre fijada para noviembre de 2013. Aunque algunos candidatos ya se habían retirado del proyecto, el principal, Ucrania, seguía a bordo. Pero apenas una semana antes de sellar el pacto, Yanukóvich se descuelga.

Tanto la Comisión Europea como el Servicio de Acción Exterior —el cuerpo diplomático de la UE— habían negociado en innumerables ocasiones con Yanukóvich y su entonces primer ministro, Mikola Azárov. ¿Por qué nadie anticipó la retirada de Kiev del proyecto? “Sabíamos que existían riesgos, pero cuando un dirigente dice continuamente que sí, que va a firmar el acuerdo, ¿qué se puede hacer, frenar el proyecto por desconfianza? Yanukóvich siempre supo que firmaría con Rusia. Lo que nadie previó fueron las movilizaciones”, reflexiona un alto cargo de la diplomacia europea.

Bruselas apenas tuvo tiempo de lamentarse por el error de cálculo de sus expertos. Muy pronto, la subida de tono de unas protestas originadas como respuesta a ese portazo dado a Bruselas la impulsaron a intervenir en dos direcciones. Por un lado, el comisario de Ampliación y Vecindad, Stefan Fülle, seguía en permanente contacto con las autoridades ucranias para propiciar la firma de ese acuerdo de asociación que habían desdeñado a finales de noviembre. Por otro, la alta representante para la Política Exterior, Catherine Ashton, frecuentaba tanto el Euromaidán, el corazón de las protestas en Kiev, como la sede presidencial.

A medida que la violencia en las calles se recrudecía, la segunda vía fue ganando peso y prácticamente se dejó de hablar de un acuerdo de asociación que hoy parece muerto. En todo este tiempo, Yanukóvich jugó a dos bandas. Pese a haber optado claramente por estrechar lazos con Moscú —y aceptar la ventajosa ayuda económica y la rebaja en el precio de la energía que le puso por delante el presidente ruso, Vladímir Putin—, el líder ucranio seguía hablando con la UE. Les decía que él no era responsable de la violencia, que eran los grupos opositores quienes instigaban las revueltas. “Nos implicamos en Ucrania porque los ucranios nos querían allí”, argumentan fuentes comunitarias. Las gestiones de Bruselas fueron dando frutos hasta lograr una tregua entre régimen y oposición. Pero esa aparente calma saltó por los aires el pasado martes, con la oleada de muertos por la represión de los manifestantes. Entonces, Yanukóvich estuvo ilocalizable para Bruselas.

El gran error de todo este proceso ha sido subestimar el poder de atracción que Rusia aún ejerce sobre las repúblicas exsoviéticas y las dificultades de estas para ignorar los dictados de Moscú. “La Comisión adoptó la decisión de que los países que se asociaran con Bruselas tendrían que elegir entre uno y otro [Rusia o Bruselas]. Esta era la respuesta correcta en el reducido contexto de la política comercial, pero en el contexto geopolítico era problemática”, explica Stefan Lehne, exdiplomático austriaco y comunitario y ahora investigador de Carnegie, en su informe Cómo repensar la Política Europea de Vecindad.

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La clave de esta negociación reside en que el verdadero interlocutor no es Yanukóvich, sino Putin. Bruselas sabe que él maneja los hilos en la cúpula ucrania, pero se muestra impotente para contrarrestar su poder. “Las reglas del juego son completamente distintas en ambos lados. Rusia está dispuesta a hacer lo que sea para atraerse a Ucrania”, alega el alto cargo diplomático. Pese a todo, la UE ha ganado, al menos de momento, la batalla de la paz.

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Sobre la firma

Lucía Abellán
La redactora jefa de Internacional de EL PAÍS ha desarrollado casi toda su carrera profesional en este diario. Comenzó en 1999 en la sección de Economía, donde se especializó en mercado laboral y fiscalidad. Entre 2012 y 2018 fue corresponsal en Bruselas y posteriormente corresponsal diplomática adscrita a la sección de España.

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