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Punto de observación
Columna
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El entorno de Feijóo ve a Díaz Ayuso como la Liz Truss española

Los seguidores del líder nacional del PP alientan la comparación de la presidenta madrileña con la primera ministra británica que duró un mes

Isabel Díaz Ayuso
Patricia Bolinches
Soledad Gallego-Díaz

Los seguidores de Alberto Núñez Feijóo no quieren que se olvide qué sucedió con Liz Truss, la política británica que encandiló a su partido y consiguió que los militantes conservadores y liberales se cegaran con su mensaje claro y contundente. “Tenía 46 años y mucha energía. Se los llevó de calle (57% frente al 43% de su oponente) en un congreso con su programa basado en cuatro puntos: libertad, mucha libertad; pocos, muy pocos impuestos; gran e imparable crecimiento económico, y mucho, extraordinario orgullo nacional”, recuerda un miembro del equipo del dirigente popular. Tanto los ilusionó, que le pidieron que fuera primera ministra como sucesora del dimitido Boris Johnson, por encima de todos los otros candidatos, incluido un estirado, millonario y algo triste ministro de Hacienda que advertía que aquello que prometía su colega no era posible, salvo dejar exangües a millones de compatriotas, algo que creía que incluso los mercados no podrían tragar.

Liz Truss impuso su primer minipresupuesto, con impuestos muy bajos, y un mes y medio después tuvo que dimitir. Su contundente programa era un caos. Los militantes regresaron a la sala con las orejas gachas y volvieron a elegir, ahora, al pesado ministro de Hacienda. Lección aprendida. La oposición laborista los miró algo estupefacta, pero en el Reino Unido nadie acostumbra a negar la legitimidad de los primeros ministros, ni aunque vayan dimitiendo y sucediéndose unos a otros, sin elecciones, mientras dure el mandato electoral del primero de todos ellos. El actual, Rishi Sunak, tercero de la lista, tiene aún año y medio por delante antes de ver una urna.

Los seguidores de Núñez Feijóo sacan a veces a relucir a Truss con toda intención. No parece que les importe mucho que, de alguna manera, su retrato se asocie con el de Isabel Díaz Ayuso, alguien que, como Truss, puede desempeñar algunas responsabilidades “si se la vigila” y es una excelente animadora, pero que no debe aspirar nunca al primer sillón porque, simplemente, tiene unas ideas imposibles. Liz Truss quería crear “una Singapur en el Támesis”, según declaró a la BBC (sin mencionar que la ciudad Estado asiática, además de muy rica, tiene un régimen autoritario), y Ayuso, “una Singapur en el Manzanares”, bromean en privado algunos populares de la vieja escuela.

No se puede decir que Liz Truss no tuviera experiencia política. Tuvo una carrera muy sólida desde que, en 2012, se convirtió en diputada hasta llegar en 2021 a ministra de Asuntos Exteriores, habiendo pasado por otras tres carteras importantes. Pero siempre fue una conservadora poco convencional. Avanzó en las filas de su partido gracias a su resistencia, empuje y su apetito por la política, aunque fuera algo brusca y capaz de ir dejando por el camino a cuantos amigos hiciera falta, según descripciones de la época. Y en eso, y en que estaba dispuesta a correr riesgos y a decir cosas que otros no estaban dispuestos a decir, sí es posible que Isabel Díaz Ayuso guarde bastante parecido con la política británica. “A veces le funciona; otras veces la perjudica”, comentaba entonces un amigo de Truss. “A veces tiene algo de refrescante. A veces, obviamente, es un peligro”, escribió una comentarista inglesa. Desde luego, a Truss terminó perjudicándola mucho cuando quiso escalar a lo más alto con su único programa: orgullo nacional e impuestos mínimos para quienes más tienen, convencida de que esa era la fórmula mágica que lanzaría la economía británica, ya fuera de la Unión Europea, a la estratosfera.

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Díaz Ayuso comparte el nombre (Isabel/Elizabeth) e incluso acentúa algunos de los rasgos de la señora Truss. Reducir impuestos, orgullo nacional llevado al extremo, disciplina fiscal extrema y eliminar regulaciones que obstaculicen a las empresas es también su único programa. Ambas admiran mucho a Margaret Thatcher y ambas creen que es importante jugar un papel disruptivo dentro de la propia organización política, crearse un personaje fuerte y moverse dentro de la provocación y la controversia. Sunak tenía miedo a Truss, con razón, puesto que conectó mucho mejor con la militancia tory y le ganó la votación en el partido, como se lo tiene Núñez Feijóo a Díaz Ayuso, aunque, en su caso, con la agradable tranquilidad que transmite el precedente.


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