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La punta de la lengua
Columna
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Dos pillos pillados

La clave para interpretar a Feijóo no se halla tanto en lo que dijo como en lo que dejó de decir

Luis Medina mascarillas
Luis Medina a su llegada a los juzgados de plaza de Castilla este lunes.Víctor Sainz
Álex Grijelmo

Àngels Barceló preguntó el 8 de abril a Alberto Núñez Feijóo en la SER si le escandalizaba lo ocurrido con las millonarias comisiones de Luis Medina y Alberto Luceño obtenidas en la venta de mascarillas al Ayuntamiento de Madrid en 2020. Y el nuevo presidente del PP respondió: “Ha habido pillos durante la pandemia, ¿por qué?: porque no tenemos material, y al no haber material hay intermediarios para conseguirlo”. Pareció así que la falta de material fuera la causa de los pillos, y no su propia pillería, pero el caso es que esa palabra atrajo la atención de público, comentaristas y adversarios.

Por ejemplo, Ángeles Caballero señaló en La Sexta: “El pillo es el que hace chiquillerías, pero ellos son jetas sin escrúpulos”. Y la ministra Isabel Rodríguez opinó: “Catalogarlo de ‘pillería’ le da una condescendencia y una normalización que no se puede aceptar”. (…) “Cuando se habla de pillerías uno piensa en las pillerías de los niños. De lo que tenemos que hablar es de corrupción. Eso un juego de niños no es”.

La primera acepción de “pillo” implica ya una condena de quien así sea referido: “Dicho de una persona: pícara y hábil para engañar a los demás”. Pero la segunda se muestra más cómplice: “Dicho de una persona: sagaz o astuta”. ¿En cuál de las dos estaba pensando Feijóo? Seguramente en la primera, pues se le preguntaba por dos listos que se habían llevado seis millones simplemente por poner en contacto entre sí a unos chinos que buscaban vender y a unos españoles que deseaban comprar, y que engañaron supuestamente al Ayuntamiento sobre los precios y la calidad del material de los que deseaban vender.

La palabra “pillo” parece haber llegado por dos caminos distintos y con dos intensidades diferentes en su maldad, según ilustran Corominas y Pascual. Y ahí empieza la ambivalencia. En su acepción de “coger”, “hurtar” o “robar” remite al italiano pigliare y a un anterior latín vulgar piliare (por ese camino hablamos ahora de “pillar unas bebidas en el súper”, que vale tanto para comprarlas como para robarlas). Y el otro sendero hacia el pasado lleva al francés piller, que tuvo el sentido primitivo de “maltratar”, “desgarrar” o “saquear”, y que parece originarse en pilleum (por ese camino hemos traído “pillaje”). Es decir, algo aún peor que coger o hurtar.

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En algún momento la palabra “pillo” se fue tornando más leve en su condena. En el aragonés se dijo pilla y en el bable pía y apiar como “acción de coger los frutos del árbol ajeno que han caído en el terreno común”, algo que anda más en la picardía que en el delito. Toda esa polisemia, en fin, se ponía en juego con la palabra “pillos” dicha por Feijóo.

Sin embargo, la clave para interpretar al dirigente conservador no se halla tanto en lo que dijo como en lo que dejó de decir. Porque tenía a su alcance vocablos como “corruptos” o “estafadores”. Es cierto que ni Medina ni Luceño han recibido condena (solamente están encausados), pero la frase no los mencionaba: “Ha habido pillos”. Una vez más, un impersonal; en lugar de una oración con sujeto como “algunos estafadores se han aprovechado de la pandemia”. Y, por las dudas, siempre se puede anteponer “supuestos”.

Feijóo se ganó las críticas al usar “pillos”, cuya ambigüedad convierte la respuesta en una condena blanda: no está la historia reciente de su partido como para que quien ahora lo preside se muestre benévolo con estas prácticas. Y todo por no haber contestado a lo que se le preguntaba: “¿Le ha escandalizado?”. Con lo fácil que era responder: “Sí, como a casi todos los españoles, incluidos los que votan al PP”.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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